Por un buen desarrollo de las prácticas educativas

miércoles 24 de febrero de 2021 | 16:45hs.
Por un buen desarrollo de las prácticas educativas
Por un buen desarrollo de las prácticas educativas

La pandemia nos hizo rever nuestras prácticas, nuestros modos de actuar tanto dentro como fuera de nuestros hogares. La situación actual en la que nos encontramos viviendo desde hace un año, ha puesto en jaque todas las estructuras que conocíamos, así como el modo de funcionar y proceder en consecuencia.

Si bien escuela y familia -desde sus inicios- siempre tuvieron una ligazón especial, hoy más que nunca sale a la luz la necesidad de crear puentes donde no los hay, de afianzar vínculos, de establecer alianzas y de realizar un trabajo mancomunado.

El año que pasó nos presentó una realidad totalmente desconocida, repleta de desafíos y problemáticas a resolver. Este nuevo año se presenta como la oportunidad de mejorar nuestras prácticas: repetir aquellas que fueron exitosas y buscar nuevas alternativas ante aquello que no pudimos o no supimos solucionar.

Lo cierto es que dejamos de tener certezas, la pandemia nos dejó en claro que no existe nada que podamos asegurar que "sí o sí va a ser de este modo" y, dentro de ello, la escuela. Sus actores y la vida escolar como la conocíamos se vio modificada y debió hacer uso de aquello que conocía y también de lo que no conocía, para que su misión no se viera interrumpida.

Para ello, fue necesario que su vínculo y alianza con las familias se viera fortalecido, dado que fueron los padres, madres, abuelos, tíos o todo adulto conviviente con el niño-alumno, quienes debieron "hacer de" maestro, profesor, etc., recurriendo a sus propios aprendizajes, a su historia escolar para poder enseñar y transmitir los contenidos solicitados.

Si bien no existen recetas mágicas ni "tip" infalibles, algunas sugerencias pueden colaborar a un buen desarrollo de las prácticas educativas desde el hogar.

Comunicación: es fundamental que establezcamos una buena comunicación entre escuela y familias, cualquiera sea la red o el modo elegido. El acto de aprender no es exclusivamente realizar "tareas o actividades", sino que es preciso que haya feedback, un intercambio de lo que ocurre en el hogar, haciendo explícito a las y los docentes las dificultades, los avances, dudas y sugerencias que surgen en el día a día.

Establecer rutinas: al igual que en tiempo de clases presenciales, las rutinas y horarios nos ayudan a organizarnos, a establecer prioridades y límites de ejecución. De nada sirve estar tres horas sentados para escribir un renglón o leer medio párrafo. Una idea puede ser, realizar un calendario con las diferentes áreas y actividades: graficarlo nos permite visualizar el tiempo, ordenando así nuestra acción.

Multiplicar redes: vivimos en comunidad, por lo que es imprescindible establecer y sostener redes que nos permitan afrontar los diferentes problemas. Por ejemplo: recurrir a la tía que "sabe de matemáticas", si es un área que se nos presenta con mayores dificultades; así también, ofrecer ayuda en los casos que podamos.

No olvidar que el eje son los niños y las niñas: el aprendizaje cobra significado en tanto y en cuanto es una experiencia, que se construye con otros desde los propios saberes. Sin importar que tan prolijo o "perfecta" esté la letra o las operaciones, son los niños y las niñas quienes deben realizar las actividades; más allá del contenido en sí, también se estarán apropiando de valores como responsabilidad, autonomía, flexibilidad, etc.

Permitir el error: es parte esencial del aprendizaje, nos permite ir probando e intentando nuevas alternativas cuando el Plan A no funcionó. Debemos estimular la creatividad, la tolerancia a la frustración, tan importante en los tiempos que corren.

Por Mariela Carolina Bertolotti
Licenciada en Psicopedagogía M.P. 246

 

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