Planificando un hábitat digno

martes 03 de noviembre de 2020 | 6:01hs.

Estamos en un momento en el que el acceso al suelo y la problemática territorial está en la tapa de todos los diarios.

Podríamos dedicarnos a opinar sobre cómo solucionar el problema actual de personas ocupando terrenos privados, pero considero que eso es algo de lo que debe ocuparse la Justicia. Cómo resolver esos temas es la pregunta del millón.

Considero que los urbanistas y los intelectuales que piensan las ciudades deberíamos concentrarnos en evitar que estas situaciones vuelvan a suceder, que no vuelvan a darse las condiciones para que estos episodios sucedan. Planificar es pensar una solución con antelación.

En primer lugar debemos considerar los motivos de esto que está pasando.

Nos encontramos con razones históricas, pueblos desplazados de sus asentamientos originales, vemos como en otras provincias hay comunidades que piden por volver a predios que se vendieron a extranjeros por precios irrisorios. Tenemos razones políticas, unos que se pelean con otros (incluso dentro de las mismas familias). Sean del partido que sean, encontramos viviendas sin escritura tanto adentro de barrios privados como en los predios usurpados en el conurbano de cualquier gran ciudad. Y razones económicas. El crecimiento de la pobreza en nuestro país alcanzó al 40,9% de la población en el primer semestre de 2020. Uno de los peores índices semestrales de pobreza e indigencia en nuestra historia. Con estas cifras se calcula que 18,5 millones de argentinos son pobres y 4,7 millones son indigentes.

Para abordar este problema, tenemos dos grandes frentes de acción: la tierra y los alquileres.


En cuanto al suelo:
-Es imprescindible avanzar sobre los lotes ociosos dentro de la trama urbana. No podemos seguir dándonos el lujo de tener áreas vacantes mientras sus propietarios especulan con venderlos algún día a un desarrollador inmobiliario cuando el lote subió 10 veces su valor original gracias a las obras de infraestructura que realiza el propio Estado, como alumbrado, asfalto o servicios de cloaca y agua potable. Si un dueño quiere hacer buen negocio, está en su derecho a hacerlo, pero debería compartir con la ciudad las ganancias o tener un impuesto mensual que lo desaliente a permanecer en el tiempo en esa situación.

-Cambios en la zonificación. Aprovechar las oportunidades que nos ofrecen las ciudades en -por ejemplo- antiguos predios industriales que han quedado inmersos en la trama urbana y hoy nos exigen darle una nueva ubicación a estas industrias, en parques adecuados, y además, aprovechar el espacio que dejan para cambiarlo hacia un uso residencial, ya que por su conectividad a la infraestructura y al transporte público son una muy oportunos para radicar nuevos vecinos.


En cuanto a los alquileres:
-Crear un registro, un padrón, de propiedades en alquiler, desde donde podamos llevar una estadística certera sobre las viviendas disponibles y a través de una tasa, sea más rentable tener un departamento alquilado que tenerlo vacío y alquilarlo tres meses al año, como pasa con los aptos profesionales en las áreas centrales o muchos edificios que vemos desocupados fuera de temporada en los centros turísticos. Una alternativa para llevar esta regulación por parte del Estado puede hacerse firmando convenios con las empresas prestadoras de energía eléctrica, a través de las lecturas en los medidores.

Necesitamos con urgencia que los municipios se ocupen de brindarle hospedajes, hoteles y soluciones habitacionales a las personas en situación de calle. En especial en esta época de Covid-19, cuando es necesario suspender los desalojos y prorrogar los vencimientos de las hipotecas, como se propone -con sentido común- desde organizaciones como Habitar Argentina.

Todo esto debe ir acompañado por una isotropía territorial, distribuir más equitativamente las centralidades por todo el distrito, de manera que podamos hacer compras de proximidad, y nuestra vida cotidiana, sin tener que salir de nuestro barrio. Esto es algo que venimos viendo desde hace tiempo como procesos de descentralización, y en la cuarentena lo hemos empezado a entender como la ciudad de los quince minutos.

Las urbanizaciones que tenemos nos costaron esfuerzo y es lo que logramos, pero no podemos seguir expandiéndonos con urbanizaciones a 15 kilómetros del centro, no hay presupuesto municipal que pueda afrontarlo. Tenemos mujeres y menores que necesitan urbanizaciones con infraestructura adecuada.

Nuestra preocupación -sin dudas- tiene que ser mejorarle la calidad de vida a la gente.

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