Un mundo perfecto: Navidad en Alem con el Chango Spasiuk

viernes 27 de diciembre de 2019 | 5:00hs.
Participamos el sábado en un ritual sublime, extraordinario. Uno ya sabe, el tipo entra al escenario se sienta, acomoda el poncho sobre las rodillas y ubica el acordeón en el regazo. Los primeros minutos, durante las primeras cuatro o cinco canciones; él se seca el sudor. Se lo ve “sufrir” la potencia de los reflectores sumados al calor misionero.
Después él se eleva, trasciende, vuela…y con él nosotros, todos nosotros. Vamos a un mundo donde todo es perfecto, donde mi hijo no ha muerto, donde todo está bien. Él ya no se seca el sudor, ya no siente nada del mundo denso, de lo concreto. Él está en la música y uno se va con él y lo que uno vive es más que un espectáculo bien hecho, bien organizado por la gente de Alem…
Te das cuenta al otro día…: Yo estuve en otro mundo…ja.
Te levantás y emprendés tu chatura diaria, te haces el mate y ahí te das cuenta que no sos la misma persona: Ayer estuviste en “otro mundo”…Qué hermosa experiencia.
Desde el mundo concreto se puede explicar: como profe de educación física veo que el Chango durante las primeras cinco canciones, unos 20 minutos, sufre el entorno y la exigencia corporal, como el atleta de alta competencia, pero luego entra en un “cambio de aire” y el tipo ya no sufre en el mundo de lo concreto y su cuerpo, su energía, su aura, y eso otro que no tiene nombre se manifiestan y el tipo disfruta y todo es música, él y nosotros… Y no transcurre el tiempo, y no nos importa nada más que eso que estamos viviendo; nosotros, él y todos nuestros amados muertos…y los duendes…y la energía cósmica y todo aquello que nadie aún pudo explicar…está ahí, y uno es parte de eso. Gracias (uno sabe que si no fuera un gran profesional, exigente y estricto; esa magia no sería posible).
Al otro día uno se levanta, se prepara el mate ¿Qué pasó? Pasó que ayer uno estuvo en otro mundo y eso fue bueno. Claro, ahí uno recién se da cuenta por qué el muchacho que estaba sentado al lado, un desconocido, cuando miro el reloj y digo “son casi las dos de la mañana”, dice “la pucha, ¿las dos? Mi mujer me va a matar, yo tenía que volver”. Y ya en casa de los parientes, cuando uno vuelve a este mundo, tiene que aguantar que el sobrino, que no fue, diga: “¿Cómo es el apellido tía? ¿Spasiuk? ¿Quién es el tipo?”.
Pero no me importa nada, no voy a discutir, la gente paga fortunas en el resto del mundo para verlo, para sentir estas cosas, y yo estuve ahí…Y sí, el Chango estuvo casi tres horas en escena, qué artista. Me inclino otra vez. Lo aplaudo otra vez. Gracias.

Juana María Alzugaray 
Posadas

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