Marín, el héroe que también llegó a los 100

Ismael Marín Centurión combatió en la guerra del Chaco y festeja su centenario en Posadas.
miércoles 08 de julio de 2015 | 0:00hs.
Marín, el héroe que también llegó a los 100
Marín, el héroe que también llegó a los 100
Ismael Marín Centurión cumple hoy 100 años. Es paraguayo, de Fulgencio Yegros, del departamento de Caazapá. En la casa familiar, ubicada a pocas cuadras de la rotonda de la avenida Uruguay de Posadas, el veterano de la Guerra del Chaco recibirá hoy, por ejemplo, la visita de su primera nieta, de 49 años. El héroe de la guerra que dejó prácticamente sin hombres a Paraguay, tuvo un total de nueve hijos y no se tiene certeza de la cantidad de nietos, bisnietos y tataranietos. Entre paraguayos, argentinos o la mezcla de las dos nacionalidades. “Los Marín tenemos la sangre bien entreverada, nos tenemos que abrazar fuerte”, dijo un Ismael lúcido a El Territorio y muy agradecido por ser escuchado, de que se interesen por sus vivencias en la guerra.
     “Para que mis compueblanos me escuchen y sepan, yo voy a contarles lo que pasó en ese tiempo y no por qué me vine para acá, porque sino vamos a estar mucho tiempo hablando”,dijo, casi como en el caso de otro héroe de esa guerra entre paraguayos y bolivianos, el de Martín Vargas, que como Ismael, cumplió sus 100 años, pero el pasado mes de enero en otro barrio posadeño.
En Misiones hay actualmente tres veteranos de esa guerra. Los tres viven en Posadas y uno de los últimos en partir fue Marcial Goiris, también habiendo superado los cien años.

“Sólo con morteros"
“El está ciego, no quiso operarse, pero quiere hablar”, explicó Elvira, la última hija del matrimonio Ismael Marín y Epifania Benítez (de 96 años).
Y el hombre que hoy está cumpliendo 100 años, empezó con seguridad sobre cómo se convirtió, de un día para el otro, en soldado de una guerra entre países vecinos. “Nos movilizamos con mi hermano al Fortín de Boquerón, yo tenía 17 años y él 20, cuando el reclutamiento era para hombres de 20 a 21 años”, explicó el ex combatiente. Corría el año 1932, en el que finalmente se iniciaron las batallas que durarían hasta mediados de 1935.
“En el fortín estaban los bolivianos y a los 22 días se entregaron los que estaban en ese sector, que era de monte en un cañadón, y eso que ellos estaban siempre con ventaja y nosotros teníamos que ganar posiciones, creo que habían unos 350 metros de distancia entre ellos y nosotros. No hubo enfrentamientos hombre a hombre, nuestros soldados tenían sólo morteros y los bolivianos todo, aviones y hasta un tanque”, explicó sin interrupciones Marín, ante la atenta mirada de su esposa Epifania, que también colaboraba en el relato de esos cortos años de sus vidas, pero que definitivamente marcaron el destino de sus vidas para siempre.
“Vi mucha gente morir, los que siempre caían eran los cabos, los soldados, los sargentos, los que iban adelante, al frente de cada batalla”, dijo Ismael, integrante del Regimiento 17 del primer cuerpo.
“Cayeron diez mil prisioneros en campo, entre ellos 80 jefes, camiones, granadas, fusiles y balas. Con eso nosotros nos abastecimos y empujamos la formación”, detalló el ahora hombre centenario, quien siempre fue al frente en la guerra como valiente cabo primero, que cuando se alistó en el Ejército, lo hice “con un machete en mi cintura, claro que después me dieron un fusil y una gorra verde olivo”.
Y es así como, orgulloso, exhibe la foto que conserva del año 1932, cuando se puso a disposición de su país.
Ismael Centurión Marín recuerda con claridad esos días en que el agua empezó a ser el punto débil de cada uno de los frentes de guerra. "Nos fuimos detrás de los bolivianos y muchos tomaron el poco agua de golpe, yo apenas mojaba los labios con una gota de mi caramañola (cantimplora), eso fue lo pasó, ellos no tenían agua. El fin de la guerra se declaró el 12 de junio y me acuerdo que mi cumpleaños 20 lo pasé esperando mi relevo. Ellos tiraron todas sus armas descargadas".
Marín recuerda y remarca que, cuando todo terminó, los bolivianos querían llevarse de recuerdos sus caramañolas, todo un símbolo. Ismael llegó a Asunción el 17 de agosto. 36 años después, llegó a Posadas.