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Malvinas, a 37 años: La increíble historia de dos hermanos posadeños

martes 02 de abril de 2019 | 15:04hs.
Malvinas, a 37 años: La increíble historia de dos hermanos posadeños
Malvinas, a 37 años: La increíble historia de dos hermanos posadeños
Mauro Parrotta
redaccion@elterritoriodigital.com

Cuando estalló la guerra entre Gran Bretaña y la Argentina los hermanos misioneros Oscar y Augusto Pérez estaban en Campo de Mayo cumpliendo la carrera de militar, tal como lo habían elegido unos pocos años atrás. Oscar tenía 27 años y Augusto 19. Los días de aprendizaje terminaron abruptamente. Malvinas era su destino. El mayor era sargento y el menor era aspirante en la escuela Sargento Cabral. El 24 de abril recién se vieron las caras en las islas, con los aviones ingleses retumbándoles la cabeza casi todo el tiempo. 

"Estaban bombardeando siempre", dijo Augusto, adelantando el relato a lo que pronto se les vendría. Llegaron casi juntos, pero no se irían en el mismo buque inglés hasta el continente. 
Augusto tendría unos días de adaptación en Chubut, en Colonia Sarmiento, en donde tuvo como Jefe de Regimiento 25 a Mohamed Alí Seineldín, el hombre que para muchos se hizo conocido cuando se sucedieron los levantamientos Carapintadas entre 1987 y 1990 contra gobiernos democráticos, pero según el propio Oscar, no fue un "levantamiento contra los gobiernos, sino contra la Jefatura del Estado Mayor del Ejército..., lo sé porque yo estuve ahí", reveló.

El hermano militar más chico llegó a Puerto Argentino el 11 de abril, algo más que una semana después de recuperada las Islas Malvinas, aquel 2 de abril de 1982.
El 24 de abril los dos ya estaban en Malvinas recordó Oscar, por entonces, que muchas veces salió a caminar por si se encontraba con su hermano Augusto, en la zona del aeropuerto hasta que finalmente el reencuentro se dio. Ninguno mostró sorpresa, sin embargo, cierta tranquilidad los invadió a los posadeños que pronto tendrían que sufrir el clima de la peor forma, o de la única forma posible de hacerlo. 

Augusto era custodia del aeropuerto, por lo que sabía casi todo lo que llegaba y salía. Pero como casi todo el resto de los soldados, ninguno se atrevía a pasar horas en las trincheras, que al cavarlas, irremediablemente brotaba agua, agua casi hielo, agua helada que les llegaba a la cintura. Mejor entonces, pasar las horas en sus carpas, esas que se levantaron en las propias trincheras pero con pisos de madera. Se aguantaba. Hasta que el primero de mayo fue el día en el que todo se les mostró frente a sus ojos. El día que, finalmente, la guerra les mostró los dientes diabólicos del enfrentamiento con los británicos. 

Augusto recuerda entonces, que alguien dice, alerta, sobre un avión acercándose. Y la panza negra de ese avión les indicó que debían decidirse rápidamente por hacer algo. "Los panza negra eran ingleses, los amarillos argentinos", explica. Entonces debieron, sin dudarlo ni pensar en el agua helada, a tirarse a las trincheras. Y soportar desde entonces los bombardeos de los ingleses.

Oscar tenía la misión, o las misiones, de abordar un helicóptero y observar desde lo alto posible amenazas de quienes vivían en la isla. "Muchos avisaban por radio nuestras posiciones, por eso siempre nos estaban bombardeando, entonces nosotros debíamos ir y romper esos contactos", contó quien en los siguientes días el regreso no le sería nada fácil."Emboscadas y contraemboscadas", resalta el posadeño sobre lo que a diario cumplieron en las Islas Malvinas.
"Nos estalló una bomba cerca del helicóptero", dijo Oscar, respecto a esa misión en la que pasaron las horas, los días y no regresaron como siempre. Y por eso, 

Augusto, al no tener más contacto con su hermano, se animó a preguntar a uno de los jefes qué‚ habría sucedido. Y la respuesta fue tan honesta como brutal: "'Su hermano se fue a una misión, de la que no volvió y como somos soldados ¿o qué somos soldado...?..., hay que soportar esto, lo que entiendo es que su hermano está muerto soldado, es así, se lo digo así...'".

Fue entonces, desde aquel primero de mayo, el segundo mazazo que recibía, ni siquiera el haberse metido al agua helada en las trincheras fue tan difícil de soportar como la idea de no ver m s a su hermano y no saber mucho cómo fue su muerte. El final de la guerra fue así. Agotador, casi sin comer, al menos una comida por día recibían, aunque a veces tampoco eso. A veces, cada cuatro o cinco días podían tragar algo. 

Y a Augusto le llegó el momento de abandonar la isla, de regresar al continente, a Buenos Aires y luego a Posadas y sin su hermano, eso lo pon¡a casi de rodillas espiritualmente. El 21 de junio ya estaba en Buenos Aires. Y casi sin darse cuenta, estaba en Posadas. 

"No quería ir a mi casa, en el barrio de Villa Urquiza, no quería enfrentarme a la realidad... me fui a otro lado, al club del barrio, ahí me encontré con amigos y uno de ellos me preguntó si ya había visto a mi hermano, que ya había regresado... fue como que se abriera el cielo para mí", confió Augusto, como conmovido aún cada vez que recuerda ese momento. El recuerdo, al lado de su hermano, frente a El Territorio, a 37 años de aquella parte de la historia que hoy los tiene unidos como casi todos los veteranos, en malvinizar la Argentina, en hacerla recordar que existen ellos, los soldados, los ex combatientes, los veteranos de guerra.

Hermanos y familia
Augusto fue custodia del aeropuerto. Oscar, integrante del equipo de reconocimiento en helicóptero del Regimiento 5, con base en Puerto Howard, que fue ocupado por al menos 1000 argentinos. 

En el caso de los Pérez, no hubo impedimentos en que dos hermanos con el mismo apellido vayan a la guerra. Eran militares de carrera y no conscriptos, como sí se presentaron casos. En total, son 6 hermanos, los que todos viven y cada cual con su familia, una gran familia posadeña.