Las bibliotecas de las misiones jesuíticas

viernes 30 de agosto de 2019 | 6:00hs.
Alfredo Poenitz

Por Alfredo PoenitzHistoriador

En un reciente congreso internacional sobre la Historia de las Misiones Jesuíticas, el prestigioso arquitecto Ramón Gutiérrez, especializado en el urbanismo americano y, especialmente en la provincia jesuítica del Paraguay, expuso sobre el valor de las bibliotecas existentes en los pueblos guaraníes fundados por la Compañía de Jesús y la importancia que estos sacerdotes daban a la formación cultural.
Sabemos de ellas a través de la recopilación de los Inventarios de cada uno de los pueblos que hiciera Francisco Xavier Bravo en la década de 1870. Estos Inventarios fueron presentados por los sacerdotes de cada una de las comunidades al momento de la expulsión en 1768. Representan éstos una meticulosa descripción de todos los bienes existentes en los pueblos y permiten al historiador saber exactamente la situación en la que se encontraba cada uno de ellos cuando se ejecutó la orden de expulsión de Carlos III de abril de 1767.
La más notable de las bibliotecas que hubo en las misiones fue la de Candelaria, lugar de radicación del Padre Superior de las Misiones. A pesar de ello, Candelaria no era el pueblo más habitado, lo que indica que no hubo una necesaria relación entre la cantidad de habitantes y el tamaño de las bibliotecas de los pueblos.
Los Inventarios de la expulsión que se conservan en archivos de Buenos Aires y Santiago de Chile indican que Candelaria poseía 3471 libros en su biblioteca y que en todas las Misiones, es decir, en los 30 pueblos había un total de aproximadamente 12.000 ejemplares. Santa María la Mayor, por ejemplo, uno de los pueblos donde se radicaba la imprenta itinerante construida en las Misiones, tenía 445 libros, Mártires 382, Loreto, donde aparentemente se construyó la imprenta tenía 315 volúmenes, San Ignacio Miní 248, Yapeyú 360, Corpus 460, Itapúa 530, Apóstoles 169 y Santo Tomé 220 ejemplares, por citar algunos.
El inventario de la Biblioteca de Candelaria permite saber no sólo la cantidad sino la proporcionalidad de los contenidos. Los temas de la Biblioteca giraban alrededor de Historias (247), Vidas (151), Espirituales (269), Matemáticos (102), Médicos (70), Lengua guaraní (1143), por citar algunos. Siempre siguiendo el inventario, en la Biblioteca existían también objetos como un anillo solar grande con su aguja y nivel, un largavista y tres globos terráqueos de madera.
Además había libros de sacerdotes prestigiosos de la historia de los jesuitas entre los guaraníes, como La vida del padre Antonio Ruiz de Montoya, Historia del Paraguay, de Nicolás del Techo; Tesoro y arte de la lengua guaraní, del padre Montoya, Lunario de un siglo, del padre Buenaventura Suárez, primer astrónomo americano. También había en esas bibliotecas libros científicos, como el de Isaac Newton, La teórica de las mareas, y textos clásicos de Ovidio, Cicerón, Séneca y Virgilio. En el aposento del Superior de las Misiones, que radicaba en Misiones, se hallaban también 19 cuadros religiosos y mapas de las misiones.
Entre los libros matemáticos aparecen obras como El tratado matemático, de José Vicente Tosca, Valencia, 1712; Rudimentos geométricos, Bruselas, 1677; y también Reglas de los cinco órdenes de arquitectura y Las reglas de la perspectiva.
La decadencia general que sufrieron los pueblos bajo la administración de Buenos Aires después de expulsados los jesuitas, afectó también a las bibliotecas. A tal punto que en 1777, por el deterioro que estaban sufriendo, se ordenó se destinasen esos libros “a la Superior Junta (de Temporalidades)”, en la capital virreinal, “para que no sufran este quebranto”. En 1783 el director de la imprenta de los Niños Expósitos decía que podía ayudar a financiar las actividades de ese asilo “si se le entregase la librería de Candelaria que en el día está encajonada…” El propósito era colocar esos libros a la venta, lo que muestra a la biblioteca como un producto rentable, muy lejano al objetivo con el que fue concebida en las misiones jesuíticas. De cualquier modo, ese pedido fue rechazado por la Real Junta de Temporalidades que impulsó la idea de crear una Biblioteca pública “con sueldo y requisitos convenientes para provecho general de los que se dedican a las letras”.
A través de este documento, localizado por Ramón Gutiérrez podemos concluir entonces que la biblioteca de los indios guaraníes de Candelaria fue la base para la creación de la primera biblioteca pública en la capital del Virreinato del Río de la Plata que efectivamente existió en el Convento de Santo Domingo en Buenos Aires.