La huella de la Coca en Misiones

jueves 27 de junio de 2019 | 5:00hs.
La huella de la Coca en Misiones
La huella de la Coca en Misiones
El cementerio de Olivos fue ayer el escenario en el que se produjo el último adiós a Isabel Sarli, quien falleció el martes por la mañana a los 89 años. La Coca, como la conocían desde sus inicios, fue un ícono del cine erótico y vanguardista de los años 60 y 70 y películas que hoy son de culto, como India, La mujer de mi padre y Embrujada, que fueron grabadas con el imponente marco de las Cataratas. Inclusive la actriz ha recordado muchas veces anécdotas increíbles en nuestra región, como ser arrastrada por la corriente del río Iguazú.
De la misma manera dejó una marca imborrable en aquellos pueblerinos que la cruzaron en su estadía por estas tierras.
Julio Vázquez, periodista que hoy reside en Aristóbulo del Valle, la recuerda así:
“Tirón de orejas por Isabel.
Entre 1958 y 1959 vivíamos en Cataratas del Iguazú, una diminuta villa rodeada de imponente selva misionera a poca distancia de los gigantescos saltos; el rugir estrepitoso era parte de lo cotidiano  para pocas familias rejuntadas que vivían rústicamente como empleadas del antiguo Hotel Cataratas o de la cabaña que Don Hope tenía sobre el viejo trazado de la ruta nacional 12 rumbo a Puerto Iguazú. 
Mi papá político -Clemente Ramírez- era maquinista de la empresa MBM del ingeniero Francisco Morsiani, que construía la nueva pista de aviación. Doña Demecia -heroína fronteriza setentona- lavaba ropa para el vecindario, curaba empachos y ojeos con imposiciones y oraciones aprendidas selva adentro. Criaba recelosa y comprometida siete chicos de ambos sexos y diferentes edades. La mayor, Enriqueta, (15) cuidaba de los menores mientras Demecia cumplía horas de mucama en modestos hospedajes que comenzaron a surgir en las afamadas Cataratas. Ninguno de los hijos los parió ella, todos “del corazón”. Ahijados cosechados en largo calvario de “partera solterona” en hechos policiales, femicidios y crímenes atestiguados. Eso sí, los adoptó como la Justicia exigía. Hijos adoptivos “con papeles”. Las tardes veraniegas visitaba a mi mamá Belén para conversar “de la vida” mostrando cicatrices y otras marcas imaginables en sus brazos, consecuencia de luchas cuerpo a cuerpo con maridos, amantes y “compañeros indeseados” que soportó en los obrajes. Yo cebaba mate al volver de la escuela. De mañana, recorría las pasarelas de arriba o los senderos de Circuito Inferior ofreciendo souvenires que mis maestros -dos matrimonios, únicos docentes de la Escuela- producían y vendían en el único kiosco instalado en la esquina de la plaza, cerca del Mirador. Demecia alertó “mañana viene una mujer famosa a grabar una película en los saltos, la tal Isabel Sarli. Cataratas está alborotada”. “Un poco más atrás, no hay que escuchar conversación de mayores”, marcó mamá. 
Al día siguiente –temprano- caminando a la pasarela superior del Dos Hermanas vimos camiones altos de Gendarmería y un colectivito transportando gente foránea, cajas de útiles, herramientas, rollos de cable, alambres, perchas con ropa, mujeres con valijas. Todo el mundo enfilando hacia el Salto San Martín. Yo me metí en el montón con mi cesto de llaveros, postales, banderines… En el montón iba desapercibido. De pronto sentí en la oreja derecha un fuerte estirón y quedé ahí. Una señora alta, en pantalones y con un repelente en la otra mano, advirtió “Este paseo no es para chicos. ¿Ud. a dónde va? En mi asustada explicación, apareció de atrás un hombre alto, andando apurado y diciéndole a la mujer “Déjalo, creo que puede servirnos”. Mirándome preguntó ¿sabés transportar carretilla?” Dije  “sí”. La situación cambió, Armando Bo me utilizó para hacer tres largos viajes: en una angosta carretilla trasladé rollos de cable, alambres y herramientas menores desde tierra firme hasta cerca del Salto San Martín. En un regreso, me crucé con la tal Isabel Sarli y varias señoras que la acompañaban con maletines. Antes o después de ella, algunos fotógrafos iban registrando todo. Meses después, los funcionarios del hotel contaron más. Se filmaba parte de India, película guionada por Sergio Leonardo sobre argumento de Armando Bó. 
Mucho más tarde supe que además de la preciosa dama que congregó tantos curiosos en dos tardes, trabajaron también Guillermo Murray, Dardo Fernández y Pedro Laxalt. Era la historia de un hombre que huía de la policía, atravesó el río y encontró del otro lado una tribu indígena liderada por la hermosa mujer. Película en blanco y negro, estrenada el 21 de enero de 1960 de una duración de 90 minutos, hablada en castellano y prohibida para menores de 18. Se musicalizó con la preciosa guarania homónima de José Asunción Flores (a la que puso letra Ortiz Guerrero). Además, el periodista y director teatral Antonio Valenzuela Pecci en su libro Flores Creador de la Guarania cuenta que en 2019 India cumple 90 años de creación”.
Mamá y Doña Demecia la vieron juntas en el único cine que había en Eldorado, en 1961. Varios años después el mismo grupo volvió a filmar La Mujer de Mi Padre en Cataratas y Eldorado –debutando el hijo de Armando, Víctor Bo-.