Entre la docencia y la elaboración de cucuruchos artesanales

domingo 27 de octubre de 2019 | 2:00hs.
De fondo se pueden ver las planchas con las que Víctor hace las capelinas y cucuruchos que sostiene en las manos.
De fondo se pueden ver las planchas con las que Víctor hace las capelinas y cucuruchos que sostiene en las manos.
Mara Elena Hiplito

Por Mara Elena Hiplitointerior@elterritorio.com.ar

En tiempos de grandes máquinas y producciones a gran escala, el trabajo de Víctor Manzur (47) se destaca por ser artesanal y manual, verlo trabajar produce una especie de hipnosis, puesto que es sistemático y sincronizado, no hay margen para ningún error.
Víctor lleva adelante desde hace ya varios años un emprendimiento de elaboración de cucuruchos, una actividad que empezó a la joven edad de 16 años, cuando trabajaba para una fábrica misionera, hasta que conformó una pequeña empresa familiar.
La historia de este hombre, que se desempeña como docente de jornada extendida en el instituto Don Bosco de Posadas, se hizo conocida hace poco cuando fue uno de los nominados al premio Propulsar al Microemprendedor del Año, con el que ganó una beca para asistir a una capacitación en educación financiera dictada por un integrante de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en Buenos Aires.
“Yo tenía 16 cuando empecé a hacer cucuruchos en una fábrica grande que abastecía a casi todo el interior de la provincia y cada empleado hacía una producción de 1.000 cucuruchos por día, se producía las 24 horas, se hacían tres turnos de ocho horas”, recordó el hombre.
Víctor trabajó allí durante tres años, hasta que la fábrica de cucuruchos cerró y se fue a trabajar para una familia que había comprado las herramientas. Fue esa misma familia la que luego se las vendió a él con una cartera de clientes. Así arrancó una nueva historia de trabajo independiente.
Sin embargo, no está solo en esta cruzada, ya que su mujer y uno de sus hijos le dan una mano cuando pueden. Y un papel importante en la producción lo cumple Gustavo Alfonso, que es el encargado de abrir a las 5 de la mañana la pequeña fábrica ubicada en Francisco de Haro y Cabred y elaborar casi 1.000 cucuruchos diarios.
Los hombres trabajaron juntos en la antigua fábrica posadeña de adolescentes y hace unos meses se volvieron a encontrar para continuar con el trabajo que abastece de cucuruchos a renombradas heladerías de la ciudad.
“Ahora estamos en una producción de hasta 1.000 cucuruchos por día. Los hace él (por Gustavo) y cuando hay muchos pedidos yo salgo de la escuela y continúo haciéndolos”, contó Víctor.
Al principio la fábrica funcionaba en la casa familiar, en una parte de lo que ahora volvió a ser el lavadero del hogar, en el barrio Santa Helena de Garupá. Pero gracias al esfuerzo del trabajo, pudo alquilar un local más cerca de donde se encuentran los principales consumidores de sus productos.
“El tema de llevar los pedidos, comprar la mercadería era mucho gasto de flete y de nafta. Acá tengo más a mano todas las heladerías y algunas hasta vienen directamente a buscar acá”, señaló.
La cabeza del docente y emprendedor está todo el tiempo en actividad. Aspira a incrementar su cartera de clientes y llegar a abastecer a las heladerías de toda la provincia, así como comprarse una camioneta para poder salir él mismo a hacer los repartos.
También pretende aumentar la variedad de su producción añadiendo conos de distintos sabores como frutilla, chocolate y banana.
“En verano es una locura la venta de cucuruchos porque hay muchos pedidos y es una época que tenemos que aprovechar. Podemos hacer entre 120 y 140 por hora. Tenemos cinco segundos para hacer cada uno, si se deja pasar más tiempo, se quema y se rompe, por eso cuando empezamos, no podemos ni siquiera tomar un mate o un poco de agua”, explicó sobre el trabajo manual
Los cucuruchos se hacen diariamente a pedido, por eso las jornadas arrancan temprano y se suelen extender hasta la noche. Una vez elaborados, los guarda en bolsitas de polipropileno, que los resguarda de la humedad hasta 180 días conservando su crocantez.