“En el fútbol se juegan identidades y pertenencias muy fuertes”

domingo 18 de noviembre de 2018 | 5:00hs.
“En el fútbol se juegan identidades y pertenencias muy fuertes”
“En el fútbol se juegan identidades y pertenencias muy fuertes”
Cristian Avellaneda

Por Cristian Avellaneda deportes@elterritorio.com.ar

“Rara vez el hincha dice: ‘Hoy juega mi club’. Más bien dice: ‘Hoy jugamos nosotros’”, relata Eduardo Galeano en su libro El fútbol a sol y sombra. Está más que claro que la pasión mueve multitudes. Por un momento, la rutina queda de lado para dar rienda suelta a las emociones, las mismas que cambian un estado de ánimo como por arte de magia. Esa pasión puede desatar locura o ser graduada, siempre de acuerdo a la construcción de una identidad.
Para entender esta identidad, hay que comprender de dónde nace. El licenciado en Antropología Social y profesor de la Universidad Nacional de Misiones Hernán Cazzaniga define a la pasión desmedida como una realidad afectada por el entorno.
“El fútbol moviliza sentimientos y pasiones. Desde chicos somos hinchas, adquirimos una identidad; a veces es una construcción que ni siquiera podemos elegirla porque nuestra familia nos disfraza con la ropa de un club o del otro”, inició la charla.
“En el fútbol, la identidad se lleva al extremo, pero depende de contextos que son de lo más variados. Muchas veces se proyecta en el deporte lo que no se puede proyectar en otros ámbitos. Se están cargando allí otras cosas como las frustraciones, los no reconocimientos tanto familiares como laborales… en el fútbol se juegan identidades y pertenencias muy fuertes llegando hasta perder la idea propia del juego. Si lo ningunean en este lugar donde uno puede ser alguien, se generan situaciones desmedidas”, agregó.

¿La violencia en el fútbol es un mal que se puede erradicar?
Hay muchas sociedades que han atravesado momentos de violencia. En Inglaterra con los hooligans, por ejemplo. Entonces no es un problema solamente de Latinoamérica. Creo que tiene que ver con cómo estas formas de construcción de un ‘nosotros’ trascienden al folclore típico de la pallada del fútbol.
Cuando era chico iba a la cancha y era un placer cuando de alguna de las dos tribunas se lanzaba un canto con una propuesta de rivalidad y del otro lado se tomaba la misma melodía u otra canción para contestar, siempre dentro de esa regla de juego. Eso se fue perdiendo hasta tal punto que hoy no hay público visitante en los partidos, porque cuando todo avanza a la violencia física y grados mayores de discriminación, estamos ante un problema.

 ¿Vivimos en una sociedad exitista?
Hay ciertas formas de expresividad y de pensar que es así, pero no circunscribiría sólo al argentino. Nos cruzamos a Brasil y también vamos a encontrar exitismo producto de un orgullo, el orgullo de ser pentacampeones del mundo.
La decepción es producto de la enorme expectativa de sentirse ganador. Hay una porción de público brasileño y argentino que es exitista, pero no todos.

¿Qué papel juegan los medios de comunicación en la construcción de una identidad?
Los medios de comunicación construyen opiniones con una valoración del éxito y no éxito en una escala muy distorsionada. ‘Si no sos campeón, sos un fracaso, del segundo nadie se acuerda’…pero ser segundo en el mundo es mucho más que ese periodista que está comentando. Entonces no ponemos foco en el esfuerzo para llegar a algún lado, porque la expectativa única es ser primero.
La frase ‘del segundo nadie se acuerda’ es fatal...no es un fracaso, es un fracaso si tenés como única opción ser el mejor y en ese sentido los medios de comunicación prefieren el show, vender el producto, hacer el comentario en función de lo que sucedió recién y consagrarlo como verdad.
Es un show, y el show trabaja en lo que emociona e impacta, lo que tiene una proximidad con el público y mucho de lo que el consumidor consume es ese vértigo, la posibilidad de escuchar una chicana. Igual no lo podemos generalizar, hay gente que quiere ver fútbol y se contenta con saber que es un juego y al otro día come un asado con el vecino que es partidario de otro club, siempre en el marco de las reglas del juego.

El deseo ¿está vinculado con el fracaso y el éxito?
La construcción de una identidad siempre se hace en oposición a otra: “Yo soy hincha de Boca porque no soy hincha de otro y principalmente de River”. Allí hay una rivalidad central, aún mayor a las que se puede generar con otro club. Entonces, que le vaya bien a River hace que me vaya un poco peor a mí.
El hecho de que el rival que tomás de referencia para oponerte esté mejor o peor, emocionalmente te pone un lugar mejor o peor.
 Un resultado afecta dependiente de la pasión con la que nos involucramos en ese evento. Por ejemplo, Boca sigue disfrutando todavía porque River se fue al descenso, eso tiene un valor emocional, es un antídoto contra la cargada, pero porque es un juego y, si lo entendemos como tal, lo podemos disfrutar y compartir el chiste. Todo se va a desmadrar si empezamos a perder de vista esto, cualquier cosa que nos digamos tendrá otros efectos. 

El romanticismo y la redonda

El amor del enamorado y el amor del futbolero pueden ser la misma cosa. O al menos comprender los mismos circuitos cerebrales y neurotransmisores. Lo dice la ciencia. Lo certificaron investigadores de la Universidad de Coimbra, en Portugal: los sentimientos despertados, el mecanismo de expresión entre una persona enamorada y un apasionado por el fútbol simulan la misma naturaleza. “El fútbol despierta emociones, a veces irracionales, que cruzan la frontera entre el amor tribal y el fanatismo”, expresó el establecimiento en un comunicado, según Infobae. El estudio comprobó que los circuitos cerebrales que se activan en los hinchas del fútbol son los mismos que en los románticos enamorados. Miguel Castelo-Branco, uno de los responsables de la investigación junto a Catalina Duarte y Ricardo Cayolla, explicó que ante situaciones de emociones positivas -un gol, una jugada destacada o el resultado final de un partido-, se desprenden en el cerebro regiones similares del córtex frontal, en donde se liberan dopamina a modo de recompensa. “Hemos podido comprobar que los sistemas neuronales que se activan son muy semejantes al del amor romántico”, sentenció.