“El de arriba me dio una segunda oportunidad para hacer algo mejor”

domingo 16 de diciembre de 2018 | 6:00hs.
Matías estudia Ingeniería Electrónica en Oberá.
Matías estudia Ingeniería Electrónica en Oberá.
Daniel Villamea

Por Daniel Villamea Corresponsalía Oberá

Matías Noguera sufrió la amputación de un brazo y debió adaptarse a su nueva condición. “No me enfoco en el por qué, sino en para qué”, subrayó el estudiante de ingeniería
“Hace poco aprendí a atarme los cordones, y fue genial”, comentó Matías Noguera (21) con una de esas sonrisas que contagian. Fuera de contexto, su logro podría pasar desapercibido, pero en su actual condición cobra relevancia e inspira. El joven viajaba en el colectivo que en la madrugada del 16 de diciembre del 2016 volcó en Brasil con una delegación de estudiantes secundarios que se dirigían a Camboriú en viaje de egresados.
A consecuencia del siniestro vial fallecieron tres personas y otras tantas padecieron secuelas irreversibles, tal el caso de Matías, quien sufrió la amputación del brazo izquierdo. Pero lejos de la autocompasión, se considera un sobreviviente y no una víctima. Está seguro de que recibió una segunda oportunidad para tratar de ser mejor persona y anhela construir un modelo de prótesis funcional y accesible económicamente.
“No me pregunto por qué me pasó esto, porque es una pregunta que no tiene respuesta. Lo que sé es que estas son mis nuevas condiciones de vida. Entonces no me enfoco en el por qué, sino en para qué. Y tal vez sea para que mi experiencia me permita ayudar a otros, como por ejemplo fabricar una prótesis. Pienso que si me pasó esto y sigo vivo es por alguna razón, porque el de allá arriba me dio una segunda oportunidad para hacer algo mejor”, reflexionó.
Oriundo de Posadas, desde hace dos años reside en Oberá, donde estudia Ingeniería Electrónica en la Facultad de Ingeniería de la Unam.
Recibió a El Territorio en el departamento que comparte con un compañero y rememoró los sucesos de hace dos años, al tiempo que destacó el apoyo de su familia y sus amigos para superar la tragedia.

Volver a empezar
Matías cursó la secundaria en el Instituto Janssen de Posadas y afrontó el viaje con mucho entusiasmo, lejos de imaginar que la fatalidad se cruzaría en su camino.
“Me desperté por los gritos de mis compañeros. Una chica gritaba ‘mi brazo, mi brazo… salieron los huesos para afuera’. Primero pensé que era un sueño, no podía creer que nos haya pasado eso. Me quise levantar y no pude porque tenía el brazo atrapado. Para mí fueron como dos o tres horas, pero habrán sido diez o veinte minutos hasta que llegó un bombero que me quiso levantar y grité de dolor. Miré mi brazo y era como que no tenía huesos. Ahí me di cuenta de que era algo irreparable”, detalló.
Tras evacuarlo del micro, lo subieron a una ambulancia y recordó que la enfermera no encontraba una vena para colocarle un suero, previo traslado al hospital de la zona.
Fue intervenido quirúrgicamente y su evolución fue muy buena. Después fue trasladado a Posadas y comenzó con la recuperación.
“Cuando estábamos en el hospital, mi mamá me dijo que no me iban a tratar como una persona especial, sino como a alguien normal, y más vale que aprenda a hacer las cosas. Ahí le dije que tenía tres preguntas: cómo me voy a vestir, cómo voy a comer -porque está difícil agarrar los cubiertos- y cómo voy hacer para viajar a Oberá para estudiar. Esos eran mis miedos y pensé que la recuperación iba a ser más complicada. Pero si uno quiere, puede salir adelante”, remarcó.

Sueños y objetivos
Su condición es evidente y tuvo que aprender a convivir con la mirada de otros y con actitudes que primero fueron difíciles de asimilar.
Al respecto, comentó que “por ahí me reúno con amigos y siento que me miran más a mí. Por ejemplo, están viendo si puedo cortar o no mi comida, entonces les digo que no necesito ayuda. Por ahí tardo un poco más, pero puedo”.
“La gente que no me conoce, por lo general piensa que tuve un accidente en moto, pero nunca manejé una moto -comentó entre risas-. Por lo general, los que más me miran son las criaturas y a veces escucho que los padres les dicen que no miren así, porque queda feo. Yo me río nomás y los saludo con el brazo, con naturalidad”.
Consultado al respecto, comentó que en un primer momento acudió a una psicóloga. “Ella me preguntaba cómo estaba y yo le decía bien; después hacíamos un silencio de cinco minutos y me decía que le cuente lo que me pasaba o si soñaba con cosas del accidente. Y como no soñaba nada, no le contestaba. Así que un día me dijo que no hacía falta que siga yendo”, contó con picardía.
En tanto, por el momento descartó la utilización de una prótesis, al menos hasta encontrar alguna que le sirva a fines prácticos, no sólo por estética. Sobre el futuro, mencionó que la carrera de ingeniería es exigente, pero no piensa aflojar. “El conocimiento es la base para lograr cualquier objetivo y la constancia nos permite salir adelante, tanto en la vida como en el estudio”, dijo con el aval de sus acciones.