2020-10-11

El núcleo de la pandemia

Agustina Rella

Por Agustina Rella sociedad@elterritorio.com.ar

El 2020 trajo un torbellino de cambios, adaptaciones y nuevas formas de relacionarnos. En ese contexto, la independencia se vio limitada no solo por las restricciones de la cuarentena sino por la convivencia en familia. Mientras muchos niños debieron redescubrir sus rutinas, entender que papá y mamá están en casa todo el tiempo, pero que no son vacaciones sino que hay que trabajar y hacer la tarea, para los más adultos por ejemplo, significó, en muchos casos volver a casa con los padres. Dejar sus hogares de jóvenes independientes y reencontrarse en los dormitorios de la infancia, plagados de recuerdos adolescentes. El equilibrio de ser adultos e hijos a la vez.

Si bien puede sentirse como una regresión, se evidencia la oportunidad de poder disfrutar de la convivencia en familia, con contratos claros e incluso emprendimientos en conjunto.

La falta de privacidad, los hábitos diferentes, el sentimiento de protector/protegido volvieron a muchos hogares donde estudiantes universitarios que estaban fuera de sus provincias, se instalaron de nuevo en el hogar familiar.

“Los dos primeros meses nos acomodamos como en el verano”, reconoció Lara Carvallo (20), posadeña que decidió volver de Buenos Aires tras un mes de cuarentena en la gran ciudad. Allí vivía con Iván (23), su hermano, y ambos se acomodaron nuevamente con mamá y papá en Posadas.

Si bien al principio parecía una estadía corta como las de las vacaciones, el alargue de la cuarentena en el país y el despunte de casos, hizo que estudiar online desde Posadas fuera la nueva cotidianidad.

Mientras las clases de Lara, -tercer año en Producción de Moda en la Universidad de Palermo- se mantuvieron a punto, para Iván que hace Ciencias Políticas en la UBA, fue un poco más complejo.

Es que al establecimiento educativo estatal le llevó más tiempo acomodarse a los formatos digitales.

Además de estudiar, Iván trabaja, como su mamá y papá. Así que ajustar los tiempos familiares de los cuatro fue un desafío, pero que se gestó día a día.

Tal como reveló Lara, “cada uno se tuvo que empezar a organizar” y todos prestaron atención y entendieron los tiempos del otro.

“Tenemos el privilegio de que cada uno tiene su computadora y su pieza. Tenemos una pequeña oficina, que usa mi hermano. Mi mamá se armó su espacio en el living y así cada uno tiene su lugar. Siempre se pide permiso y más o menos sabemos los horarios del otro”, contó la joven, al tiempo que recordó que su papá nunca dejó de trabajar fuera de casa.

Las tareas domésticas debieron dividirse, en especial al principio, pero según explicó Lara, también esa labor se dio de manera natural.

A la hora de comer, tres serían los que se organizarían por un lado y Lara, fiel vegetariana, se encargaría de su propio menú la mayoría de las veces.

Los miedos de salir y contagiar al otro se vivieron en la casa de los Carvallo, así como en muchos otros hogares, por lo que los protocolos al ingresar se extremaron (en especial papá trabajador esencial) y los cuidados estuvieron a la orden del día una vez que regresaron bares, reuniones y restaurantes.

Más allá de que toda convivencia tiene sus roces, la paz parece haber reinado en lo de los Carvallo.

De todas maneras, Iván y Lara extrañan la ciudad, sus rutinas, sus amigos, pares de la facultad y su vida independiente.

Inevitablemente reaparecieron los ¿a qué hora volvés?, ¿querés que te lleve?, ¿llevás llave, plata?, ¡abrigate!, los cuales reflejan la constante atención paternal.

“Por lo que nos dicen, ellos están súper contentos de que estemos otra vez los cuatro en casa”, reflejó Lara.

“Pero obviamente que tratan de no ser invasivos y saben que nosotros disfrutamos vivir solos, que extrañamos todo eso de vivir afuera”, agregó.

Hoy estar en casa es todo. El hogar, más que nunca volvió a su original significado de matriz y refugio. Ese lugar seguro al que volvemos cuando todo afuera parece ser un caos desconocido.

Hoy somos más hijos y más padres. La familia, con todas sus aristas, su diversidad, tropiezos, distancias y dificultades, resiste, una vez más, a su manera, los embates de la convulsión social y sanitaria que aqueja al mundo.

Mini sociedades desde las que se gestan, quizás, los grandes cambios en el globo.
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