Retorno obligado o una revisita a las raíces

domingo 11 de octubre de 2020 | 6:00hs.
Lorena Rodríguez (primera a la derecha) es de San Pedro y se había ido a vivir a Posadas, por sus estudios de Licenciatura en Letras en la Unam, pero por la pandemia volvió a la casa de sus padres en la chacra.
Lorena Rodríguez (primera a la derecha) es de San Pedro y se había ido a vivir a Posadas, por sus estudios de Licenciatura en Letras en la Unam, pero por la pandemia volvió a la casa de sus padres en la chacra.
En estos más de 200 días de cuarentena son innumerables los aspectos de la vida cotidiana -individual y colectiva- que descorrieron el velo de lo rutinario para obligarnos a repensar el presente. Todo cuanto se daba por sentado o normal tambalea buscando un nuevo equilibrio.

Entre esos tantos matices de la existencia autómata atravesada por un confinamiento obligado, las relaciones interpersonales cobraron especial atención en un momento en que proyectos quedaron en suspenso cuando no truncos.

Desde que se estableció el aislamiento social preventivo y obligatorio por coronavirus el pasado 20 de marzo, cada persona con su mundo y circunstancia atravesó -y aún atraviesa- un proceso de reorganización y readaptación.

El ‘quedate en casa’ supuso para algunos estar solos, otros que compartían techo se miraron a los ojos por fin. Para tantos más, las restricciones impuestas en medio de la pandemia los empujó a encarar la vuelta a la casa familiar, a la convivencia 24 horas con padres u otros parientes. A una etapa que quizás habían dejado atrás.

Esta última condición puede subjetivarse como un volver sobre los pasos, lo que puede resultar frustrante o, por el contrario, abrirse como un tiempo propicio para fortalecer vínculos constitutivos y reorientar hacia adelante desde la resiliencia de que somos capaces.

Entre las migraciones que acontecieron en estos meses -con todos los obstáculos sabidos para la circulación de personas- se cuenta la de jóvenes que estudiaban o trabajaban en otras provincias, países o en otras localidades misioneras y volvieron al hogar familiar por estos días.

Este nuevo orden doméstico implicó al interior de los grupos la producción de contratos de convivencia -tácitos o explícitos-.

Al mismo tiempo, cada alma en solitario madura y manifiesta distintas emociones y pensamientos ante el panorama.

De padres que reciben a sus hijos luego de haber curado el duelo de la casa vacía, de hijos que habitan la extrañeza de regresar al hogar de una manera en que no habían imaginado. De cómo se utilizan los espacios, de la distribución de tareas, del disfrute y los desacuerdos. De la angustia y del amor. De todo ello hablan las historias de quienes vieron cambiar sus vidas en cuarentena y las reflejan en sus relatos durante las siguientes páginas del informe semanal de El Territorio.

Sin romantizar el confinamiento ni demonizarlo, atendiendo a la diversidad del concepto de familia y a los contextos socioeconómicos, se entramó esta mirada que propone como puntales de estas nuevas convivencias al diálogo, el consenso y la contención y empatía.

Acerca de este particular fenómeno golondrina reflexionó la psicóloga Marianela Martinek, especialista en abordaje familiar integral (MP 374). “Se produce un nuevo proceso de adaptación. Es un proceso necesario, justamente porque si la persona está pidiendo ese tipo de ayuda es porque no tiene otra salida, y el familiar que acepta recibirlo lo hace por amor al vínculo”, reseñó acerca de estos reencuentros.

Analizó que quienes retornan deben volver a incluirse en el sistema familiar, “de manera paulatina”, no imponerse a las circunstancias.

“No podemos reclamar una habitación que antes era nuestra y ahora ya no, o no tener en cuenta los horarios de las comidas o tomar cosas de la heladera que no son nuestras o no estaban destinadas para nosotros, por ejemplo”.

Este es un momento en el que todos estamos con los niveles de ansiedad muy altos -señaló la especialista-. Pero no debemos dejar que nos gane la desesperación, el impulso -abogó-. “Pasamos a ser parte de un proyecto colectivo de ahora en más y eso debe discutirse justamente en familia, con empatía y amor por sobre todas las cosas”.

Destacó lo positivo de una época de crisis: “Pese a las circunstancias, todos manifestamos una sensación de alivio al estar cerca de nuestras familias”.
La cuarentena trajo un nuevo fenómeno golondrina, la vuelta a la casa familiar de jóvenes y no tanto, que vieron interrumpidos proyectos de estudio y trabajo.
Lorena Rodríguez (primera a la derecha) es de San Pedro y se había ido a vivir a Posadas, por sus estudios de Licenciatura en Letras en la Unam, pero por la pandemia volvió a la casa de sus padres en la chacra.