El oro, un mito imposible de extirpar

Domingo 11 de abril de 2010
(Redacción Central y Enviados especiales). Las creencias populares sobre minas de oro o tesoros escondidos en las zonas donde funcionaron las Reducciones Jesuíticas constituyen, según el célebre historiador brasileño Arnaldo Bruxer, un “mito imposible de extirpar”.
En su obra “Los treinta pueblos guaraníes” -publicado en Brasil en 1978 y editado en español en 1984 por iniciativa del entonces Obispo de Posadas Jorge Kemerer- sostiene que los jesuitas de las Misiones del Paraguay “no poseían ni tesoros ni riquezas fabulosas, ya que lo que más valía en esa época “no era la materia prima, sino la mano de obra”.
Para el investigador, “solamente individuos de una supina ignorancia pueden creer en las fabulosas riquezas de las Misiones Jesuíticas”. Considera que “la creencia se basa en leyendas y surge de la visión de las grandiosas ruinas”, por lo que cualquier cosa extraña  se atribuye a los jesuitas.
Pese a lo que escribió el historiador hace ya varios años, los buscadores del metal siguen saqueando las reducciones. “Hace dos semanas, extraños ingresaron y se pusieron a excavar en la zona de las viviendas, es la tercera vez que entran en pocos meses”, contó Carolina Gross, guía turística de las Reducciones de Santa María La Mayor.
“Pese a que se dijo una y otra vez que los jesuítas no tenían oro, la gente cree y sigue buscando. En la zona Sur es más fuerte que en la zona del Paraná”, expresó.
Por su parte, José Luis Pozzobon, director del Programa Misiones Jesuíticas, reflexionó: “Sin saber terminan destruyendo patrimonio de la humanidad, porque se llevan piedras que no tiene un valor nominal sino cultural”.
“Los buscadores de oro, son uno de los tres males que sufren las ruinas, los otros son el clima y el paso del tiempo”, agregó.
Arnaldo Bruxer, quien consagró su vida desde 1944 al estudio de la historia misionera en el antiguo Paraguay, pregunta en la obra antes mencionada: “¿Qué tesoros podrían tener?” Y analiza que los antecedentes de monedas desenterradas “tal vez pudieron pertenecer a algún rico hacendado de tiempos posteriores, acaso sorprendido por alguna revolución, no ciertamente a los misioneros”.
Seguidamente recuerda que en las reducciones no circulaban monedas metálicas y que el comercio consistía en el trueque o en compras a crédito, por lo que “no podrían haberse enterrado cálices de oro o plata porque todo se inventariaba anualmente”.
Por otra parte el investigador se interroga “¿Por qué razón querrían enterrar los misioneros?” Responde que una vez expulsados, “no les quedaba ninguna esperanza de retornar a estas tierras”. Por todo ello, concluye con humor expresando que “lo mejor será excavar. Si alguien llegara a encontrar alguno de esos tesoros escondidos, solicitamos una pronta comunicación”.

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