Magallanes puede traer a Francisco

domingo 11 de agosto de 2019 | 6:00hs.
Gonzalo Peltzer

Por Gonzalo Peltzergpeltzer@elterritorio.com.ar

Ayer se cumplieron 500 años del inicio de una de las aventuras más apasionantes de la humanidad. Y digo humanidad en el mismo sentido que lo usamos para la llegada del hombre a la Luna: fueron dos los que pisaron por primera vez el suelo de Selene hace 50 años, pero fue la humanidad la que lo logró.
Resulta que, por la bula Inter Caetera de 1493, el Papa Alejandro VI había dividido el globo terráqueo en dos hemisferios, uno español y otro portugués. Gracias a la audaz diplomacia portuguesa (y a algún dato que tendrían) la línea fue corrida hacia occidente en 1494, por el tratado de Tordesillas, hasta abarcar la punta nororiental del Brasil. Gracias a Tordesillas los portugueses quedaron dueños del Atlántico y los españoles de casi todo el nuevo continente, del que solo se conocían algunos sectores de la costa oriental. Sabían que había un mar del otro lado porque a fuerza de buscar especias habían llegado a China, Japón y las Molucas por mar y por tierra antes de que se cerrara el camino tras la caída de Constantinopla. Además Vasco Núñez de Balboa ya había visto el Pacífico, que llamó Mar del Sur, desde la actual Panamá. Lo que nadie sabía es el tamaño de ese mar, porque aunque ya no se dudaba de la redondez de la Tierra, nadie conocía el tamaño de su circunferencia. La costa de Asia podía estar a solo 100 kilómetros del molesto continente que les cerraba el paso…
El 10 de agosto de 1519 cinco barquitos con 250 tripulantes partieron de Sevilla a buscar las islas de las especias por el lado español, es decir por el oeste. En números redondos eran 150 españoles, 30 portugueses, 25 franceses, 25 italianos, siete griegos, cinco holandeses, tres alemanes, dos irlandeses, un inglés y un malayo que era secretario del comandante portugués, Fernando de Magallanes, que ya había llegado a Malaca por el lado portugués (el sur de África y el Índico). Pero esta vez había que ir para el otro lado, así que la expedición se mandó desde las Canarias hacia el suroeste para evitar la punta portuguesa de América. Después de 70 días de navegación acamparon en la bahía de Guanabara que había sido bautizada Río de Janeiro el 1 de enero de 1502. Parece que la hospitalidad de los indios se debió a que un tripulante portugués llamado João Lopes, había dejado en 1511 una novia y un hijo que ya tenía ocho años. Siguieron para el sur hasta que llegaron a Punta del Este, donde la costa uruguaya pone rumbo al oeste y ya había engañado a Juan Díaz de Solís en 1516. Solís buscaba lo mismo que Magallanes, pero murió en el intento –él y otros siete– comido por los charrúas en un asado de aquellos.
Hacia el sur de Samborombón nadie había navegado jamás esos mares. El cabo Corrientes de Mar del Plata los volvió a esperanzar con que llegaban al fin del continente, pero la esperanza murió en los bajos de Bahía Blanca. Siguieron al sur inspeccionando golfos y bahías, pero el continente no terminaba nunca, así que empezaron a hartarse. El 31 de marzo de 1520 entraron en la bahía que llamaron de San Julián. Antes habían bautizado Santa Cruz al río que hoy da nombre a toda la provincia. El 1 de abril era Domingo de Ramos, así que los expedicionarios tuvieron misa a cargo de uno de los capellanes. A esa altura se había rebelado parte de la tripulación contra ese continente que no terminaba nunca, el frío que les helaba los huesos y los días cortos que no les daban tiempo para nada. Los rebeldes quería volver y olvidarse de las especias y de otras monsergas, así que mientras Magallanes estaba en misa, intentaron tomar el mando y sacarlo del medio. Pero Magallanes no era ni lerdo ni perezoso y tenía sus alcahuetes así que los agarró in fraganti. Mandó ajusticiar a los cabecillas y dejó en una isla perdida a dos de ellos. Juan Sebastián Elcano estaba entre los rebeldes que se salvaron.
Esta historia termina también en Sevilla el 8 de septiembre de 1522, con un solo barco –la Victoria– y 19 sobrevivientes. Continuará porque es más larga y apasionante. Solo agrego que esa accidentada misa del Domingo de Ramos de 1520 fue la primera que se celebró en el actual territorio argentino, así que el 1 de abril del año que viene se cumplirán 500 años. San Julián queda bien lejos de Buenos Aires, en la periferia de la Patagonia, de la Argentina y del mundo. No le apuesto nada, pero me juego que el 1 de abril de 2020 Francisco va estar dando misa en San Julián, porque habrá venido a la Argentina.