2018-05-23
Invasión de turistas: la ira por el desborde de visitantes ya es un fenómeno global
Hoy, las lanchas bajan los ríos en busca del mítico Isengard, donde estaba encarcelado el mago Gandalf. Los "campistas de la libertad" que se desplazan en camionetas alquiladas dejan rastros de basura. Cada año, decenas de miles de viajes en helicóptero depositan a los visitantes, algunos en ojotas, en los glaciares de Nueva Zelanda que alguna vez fueron el reino exclusivo de montañistas expertos.
Un grupo de turistas tuvo que ser rescatado después de intentar caminar descalzos hasta el monte Ngauruhoe, en un supuesto homenaje a la Montaña de Fuego de J.R.R. Tolkien.
Los funcionarios están evaluando medidas, como nuevos impuestos al turismo o mayores restricciones para las casas rodantes. Una ciudad está analizando bloquear Internet durante la noche para disuadir a los campistas. Queenstown, donde según su alcalde cada año hay 120 turistas por cada contribuyente, analiza restringir los alquileres a través de Airbnb.
El año pasado, en la isla Waiheke, cerca de Auckland, estallaron protestas luego de que aparecieron los clásicos buses londinenses de dos pisos, que generaron retrasos en los caminos de dos carriles. Un hombre se paró frente a un ómnibus hasta que se bajaron todos los turistas. En otro lugar, un residente estaba tan molesto con las lanchas jet cerca de su propiedad que alquiló una draga para desviar el curso del agua. Los funcionarios lo amenazaron con acciones legales si persistía.
El turismo, que alguna vez muchos países consideraron un negocio que podría generar ingresos fáciles, se convirtió en una megaindustria. Y esos millones de turistas que cada año descienden a pequeñas localidades, a playas que en otra época eran solitarias y a los sitios históricos están generando un rechazo global.
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