Alta montaña dejó huellas en nuestros corazones

domingo 22 de abril de 2018 | 9:00hs.
Alta montaña dejó huellas en nuestros corazones
Alta montaña dejó huellas en nuestros corazones
Con la cercanía de las playas brasileñas, a veces cuesta creer y disfrutar de tanta belleza argentina. En una de las planeadas vacaciones familiares de invierno pude sentir un cosquilleo en la piel mientras miraba los paisajes de Mendoza y se me llenaban los ojos de lágrimas. Nada más al llegar, la capital recibe a los visitantes en la plaza Independencia, ideal para realizar el city tour y degustar platos tradicionales del lugar. La trucha y la manzana asada, regada por un buen malbec merecen las cinco estrellas de un Master Chef. Una de las visitas obligadas es la excursión a la alta montaña. La salida tenía varias paradas programadas: el dique-embalse Potrerillos, la ciudad de Uspallata, el centro de esquí Penitentes, el mirador del Aconcagua y el Puente del Inca, sumando en total unos 400 kilómetros.
Encaramos la Ruta 40 para después tomar la Ruta Nacional 7 que es la que une al país de este a oeste. El dique-embalse Potrerillos trasmite una inmensa paz el equilibrio de agua y tierra es perfecto. Mientras que nos resultaba impresionante ver la ruta perderse entre las montañas. Uspallata, es la ciudad andina por excelencia y su nombre significa “valle silencioso”. En realidad, para escuchar ese silencio hay que salir de la calle principal rodeada de locales comerciales, hoteles y restaurantes listos para recibir al turista de montaña, es obligatorio adentrarse en las callecitas y disfrutar a pleno del lado b de la ciudad. Acá la gente suele alquilar sus equipos de nieve para esquiar en Los Penitentes, y nosotros obviamente hicimos lo mismo. La anteúltima parada es en el Puente del Inca. Para cerrar el paseo llegamos a Los Penitentes. Allí las montañas están tan cerca que sólo basta extender un brazo para tocarlas. Además de pasear, se puede subir a una aerosilla para llegar a la primera pista de esquí. Nosotros teníamos otros planes nos quedamos en la base y fuimos derecho a disfrutar del famoso “culipatín”. La alegría de las niñas y la adrenalina de los grandes superó nuestras expectativas.

Eugenia Rossano Periodista