Verdadero cuento de la selva

martes 25 de septiembre de 2018 | 6:00hs.
Verdadero cuento de la selva
Verdadero cuento de la selva
Lo vio Bosetti desde la copa de un árbol, lo escribió Basaldúa:
“… de repente, dio el yaguareté un salto formidable sobre el infeliz tateto que tuvo tiempo de gruñir desesperadamente antes de morir. Al grito de agonía respondió el clamor de los gruñidos rabiosos de la piara entera que, retrocediendo rápidamente, corría en defensa de su hermano. El tigre, teñidas de sangre las enormes fauces, rojas las garras llenas de fragmentos de la carne de su víctima, dándose cuenta del peligro y encontrándose en el centro despejado, imposibilitado de volver al bosque, trepó de un salto sobre el tacurú más próximo. La turba innumerable de tatetos gruñendo con furor rodeaba el tacurú en compacta masa que cubría todo el claro del bosque. Un dentallazo aquí, allá un zarpazo, moviendo sin cesar fauces y garras (el yaguareté) mató en un momento veinte o treinta tatetos, sin conseguir otra cosa que aumentar el furor de aquellas bestias. La cola del felino azotaba sus flancos como un látigo en sus espasmos de rabia, sin que los tatetos, de pie contra las lisas y redondas paredes del tacurú de metro y medio de alto, lograran más que rayar apenas el muro con sus largos colmillos. En un momento, fatal, en el paroxismo del furor, extendió el tigre rectamente su cola azotando la parte posterior del tacurú, descuido que aprovecharon los tatetos para prenderse a ella, y arrojarle del tacurú al suelo.
Fue un momento de horrible confusión: los rugidos del tigre se duplicaban con los gruñidos enfurecidos de la piara, e inútilmente intentó con supremos esfuerzos desprender su cola atenazada entre colmillos de los tatetos. Fue cuestión de un segundo el fin del drama: volaban por el aire tatetos desgarrados, rodando el tigre en confuso montón entre enemigos que en un momento trituraron los huesos del felino, esparciendo sus piltrafas por el suelo. Saciado su furor, y después de reposar un rato, volvió la piara a la ruta primitiva, abandonando sus muertos en el campo de batalla.”
Quiroga no lo hubiese contado mejor.