Una advertencia, balas y muerte en la chacra de presunto narcomecánico

domingo 12 de agosto de 2018 | 6:00hs.
La casa de Cantero en el Lote 89 permanece, hasta ahora, precintada.
La casa de Cantero en el Lote 89 permanece, hasta ahora, precintada.
El permiso repentino hizo sospechar a Liliana. Es que, según sus dichos, casi nunca su concubino Aldo la dejaba salir sola. Ni siquiera a la casa de sus parientes. Pero el domingo, después de almorzar, la llevó con el coche a lo de su hermana y también autorizó a que asistiera con su madre al festival por el Día del Niño en el barrio Fiscal, que tanto se había promocionado.
Pocas horas después, la sospecha tuvo fundamento y entendió que no se trató de un cambio de personalidad de quien es padre de su hijo. Lo interpretó como una medida de protección.
Esa noche el hombre fue encontrado muerto con cuatro balazos en el cuerpo. Había sido asesinado en lo que se presume fue un ajuste de cuentas ligado al narcotráfico porque en su chacra encontraron casi dos toneladas de marihuana, en una fosa en la tierra.
Se trata del crimen mafioso que conmocionó a la tranquila localidad de Gobernador Roca, recostada sobre la ruta nacional 12 y en la cual Aldo Cantero (31) se movía con tranquilidad debido a su oficio de mecánico. Es un asesinato atroz  por donde se lo mire, por el modo de la ejecución, pero más allá de eso sobresale el instante final del hombre que con lo que le quedaba de vida alcanzó a advertir por teléfono a Liliana que no regrese porque la iban a matar.

Disparos, como burlas
Ella misma escuchó los tiros. Lo contó ante los investigadores policiales y judiciales que desde entonces trabajan para descubrir quién o quiénes están detrás de la ejecución.
“No me dejaba salir, por eso le dije: ‘¿Qué te pasa que estás tan buenito?’. Me respondió que vaya nomas, que buscaría después porque iba a esperar a un cliente que tenía que traerle un auto para arreglar. Fuimos con mi mamá a la fiesta y cuando pude le llamé con el teléfono de ella para pedirle que me busque, ni bien atendió, me dijo que no regrese a casa porque me iban a matar”.
Su relato se pierde en llanto pero continuó diciendo: “De fondo escuché que se reían a carcajadas, que se burlaban. Por eso pensé que me estaba cargando. Le dije que no sea así, que me busque porque estaba haciendo frío. Fue un silencio, hasta que en un momento escuché los ruidos como disparos y cortó. Ya ni los mensajes me contestó. Supuse que algo estaba mal”, dijo.
Su intuición la motivó a comunicarse con la Comisaría de Roca. Una patrulla fue hasta la chacra del Lote 89 y se topó con el cuerpo de Cantero, sin vida, adentro de una de las habitaciones.
El tiro de gracia fue estando retenido y desangrándose con dos disparos en el abdomen y otro que le destrozó la pierna derecha.

Vínculos peligrosos
Los testimonios colectados entre conocidos y allegados al mecánico marcan que, al parecer, estaba vinculado con presuntos narcotraficantes paraguayos cuya zona de acción serían las localidades de Capitán Meza y Coronel Obligado, en Paraguay.
El trato con estos se habría iniciado hace poco menos de tres años, cuando vivía en Jardín América. Luego se mudó a la chacra de su madre -donde fue asesinado- y el vínculo continuó aparentemente porque estaba encargado de acondicionar vehículos con los cuales se transportaba la droga  ingresada desde el vecino país y acopiada en su propiedad.
Los detectives encontraron evidencia que refuerza esa hipótesis. En un galpón estaba escondida una Ford Ranger sin asientos, lista para ser cargada y en otro detectaron -en una fosa de pocos metros de profundidad- alrededor de 2.000 kilos de marihuana cubierta con un plástico negro y chatarra. Con eso, la conexión narco quedó confirmada.


El encuentro con los asesinos

Se presume que en el lapso de tiempo que va desde las 15.30 (que había regresado a su casa) hasta las 18.30 (cuando lo llamó Liliana) estuvo reunido con sus ejecutores.
Suponen que los conocía porque en el patio quedó una mesa servida, con latas de cerveza vacías, botellas de vino y gaseosas. Todo indica que fue el punto de reunión, que comieron y bebieron en medio de los negocios, cuando afloraron las diferencias.
Los investigadores creen que, en medio de la tarea de desarmar los autos, acondicionar la droga y salir a la ruta, pudo haberse quedado con algo de sustancia, aunque tampoco se descarta que ante el supuesto trabajo inconcluso, habrían aparecidos los reclamos, las amenazas y las balas. Nada se descarta, por ahora.
Más allá de eso asoma quien posiblemente terminará siendo clave para descubrir a los asesinos: Liliana. Ni ella ni su familia aceptaron hablar con El Territorio pero, para los investigadores, sabe más de lo que dijo.
Cuando habló, juró desconocer la existencia de droga enterrada en su patio pero eso sería poco probable teniendo en cuenta lo que dijo primero, que el mecánico no la dejaba salir. Entonces algo vio.