Un banquero nada central

domingo 26 de mayo de 2019 | 5:00hs.
El próximo 31 de mayo se cumplen 84 de años de la asunción de Ernesto Bosch y Raúl Prebisch (gerente general) al frente de un flamante Banco Central. Se suponía que el cargo de presidente del BCRA duraría siete años, más que los seis años que duraba un mandato de la presidencia de la Nación y lo suficiente como para que con el correr de los años se fueran desacoplando las fechas de recambio de las autoridades de la política fiscal -que al fin y al cabo depende del Ejecutivo- y de la política monetaria, los dos brazos de la política económica de un país.
"Concentrar reservas suficientes para moderar las consecuencias de la fluctuación en las exportaciones y las inversiones de capitales extranjeros sobre la moneda, el crédito y las actividades comerciales al fin de mantener el valor de la moneda", era el primer objetivo, por Ley, del BCRA. La idea era que una figura institucionalmente fuerte protegiera el valor de la moneda nacional de la tentación de "darle a la maquinita" de los gobiernos. Y Ernesto Bosch logró mantenerse hasta el 18 de septiembre de 1945, más de diez años, desde el gobierno de Agustín Pedro Justo hasta el de Edelmiro Farrell.
Pero la estabilidad tuvo corta vida. Como anticipo de lo que sería la historia argentina, mientras Farrell estuvo en el gobierno, por el Banco Central pasaron cuatro presidentes. La inflación promedio fue del 16,6% en aquellos años (1944-1949). No es que los presidentes de la República terminasen sus mandatos tampoco: hubo seis golpes de Estado. Fue un signo del siglo XX la inestabilidad política argentina y también las recurrentes crisis de balanza de pagos. 
Avanza el siglo XXI y las cosas no parecen mucho mejores. Desde el cambio de milenio, o si se quiere desde 2001, los presidentes de Banco Central promediaron gestiones que superaron el año y medio por apenas 47 días.
La reforma constitucional acortó el mandato presidencial de seis a cuatro años y creó la figura del jefe de Gabinete como fusible político. Entre 1994 y el 21 de diciembre de 2001, este fusible se activó dos veces: a Bauzá lo siguió Rodríguez; y tras el cambio de gobierno, a Terragno lo sucedió Colombo. No fue el caso después del 2001, el fusible volvió al palacio de la calle Reconquista y desde entonces la Argentina ha visto salir presidentes del Banco Central eyectados como antes de que cambiara el siglo. El jefe de Gabinete se ha consolidado como una figura fuerte y en estos años hemos visto primero a Marcos Peña sentar a un presidente del Banco Central en la Casa Rosada junto con dos de sus ministros para hacerlo cambiar su política en una foto inolvidable con Sturzenegger a la izquierda del Poder Ejecutivo, en un ejercicio de sumisión de la política monetaria.
Esta semana, el mundo de la política se sorprendió con la figura central que adquirió otro jefe de Gabinete, protagonista de la primera etapa del kirchnerismo, en la que Prat Gay debió irse del Banco Central y su sucesor, Martín Redrado, pudo sobrevivir el cambio de presidencia, pero tampoco terminar su mandato. La semana pasada, Cristina Fernández de Kirchner mandó a tantear si Guido Sandleris tenía intenciones de quedarse: durante sus dos mandatos, ella hizo renunciar a Redrado, a Marcó del Pont y a Fábrega. Este último se fue detrás de una devaluación, es decir, después de volver a fallar en su tarea primordial de cuidar el valor de la moneda. A Vanoli lo eyectó Macri y el Banco Central, ahora con Sturzenegger volvió a devaluar.
Sandleris cumple este fin de semana ocho meses al frente de la institución y sus pliegos aun no fueron aprobados por el Senado -como no lo fueron los de Luis Caputo tal y como Máximo Kirchner subrayó el último sábado-. Así, el actual presidente del BCRA también está en funciones "en comisión" junto con el resto del directorio, donde desde el vamos tienen incorporados que difícilmente sigan en funciones en 2020 si cambia de signo político el Poder Ejecutivo... o si vuelve a haber una corrida cambiaria.
La democracia argentina se debe cuanto menos el debate de si quiere tener un Banco Central independiente como propone el proyecto de Reforma Orgánica que avala el FMI -y que el mismo Marcos Peña pisoteó el famoso 28 D-, o autónomo pero no independiente como propone Lavagna, o si prefiere seguir con esta dinámica institucional donde el fusible de ley es el jefe de Gabinete y el fusible de facto es el presidente del Banco Central. Tal vez la campaña electoral sea la mejor oportunidad para debatir si queremos seguir repitiendo los errores de política monetaria que hoy dejan la inflación acariciando el 60% interanual y la pobreza, el 35%.
Este debate no es otra cosa que la contracara inescindible de otro debate pendiente y es si Argentina quiere tener moneda propia -con capacidad de atenuar shocks externos-, o bien convertirla en espejo de una moneda extranjera regida por un Banco Central extranjero y que responda a los intereses de otro país. O reconocer el fracaso de la política monetaria propia, directamente abandonar el proyecto de Prebisch de 1935, dolarizar y cerrar el BCRA, propuesta que ha vuelto a ganar adeptos.

Por Marcia Dell'Oca
La Política Online