Tradición paraguaya en las manos de Milán

domingo 26 de mayo de 2019 | 5:00hs.
Tradición paraguaya  en las manos de Milán
Tradición paraguaya en las manos de Milán
La necesidad suele ser, en ocasiones, el motor de la creatividad. Y ese fue el puntapié inicial para que el niño y músico, Milán Cardozo (78), construyera su primera arpa. 
De padres paraguayos, se crió en Puerto Piray y fue allí donde en su afán de tener un arpa por su amor a la música se construyó uno, el primero de los tantos que haría en su vida y lo convertiría hasta estos días en el único y más prestigioso fabricante de arpas de la provincia de Misiones.
“No podía comprarme un arpa porque éramos muy pobres, muy humildes y con mis hermanos hicimos una con madera del monte, en Piray no había nada en aquel tiempo y se conseguía linda madera. Qué lástima que yo no cuidé para aunque sea tener de recuerdo”, cuenta Milán con su instrumento reposado en el hombro izquierdo, del que más tarde se desprendería una guarania, la música de sus ancestros.  
En su taller del barrio Fátima de la capital provincial, Milán comparte la profesión que emprendió desde los 18 años, junto a su hijo Darío. El Cardozo menor se crió entre herramientas, polvillo y madera. Primero barriendo, después lijando hasta que eligió como su padre el oficio de luthier.
“La escuela de antes era que si querías plata tenías que trabajar entonces papá me hacía limpiar el taller o barrer. Cuando terminé el secundario quise estudiar otra cosa y trabajé en varios lugares y no podía, sentía que no era para mí. Todos me decían que tenía en casa a un maestro, que esto también es una profesión”, recuerda Darío que además hace y arregla guitarras.

Reconocimiento nacional
Milán sostiene que en este trabajo la paciencia tiene un papel importante. Se trata de probar una y otra vez hasta que salga. El hombre habla apresurado, se ríe bastante y entre cada explicación o anécdota mete un chiste, casi siempre para tomarle el pelo a su hijo que le sigue la corriente.
“Tengo muchos pedidos pero ya ando medio fiaquento. Tengo 78 años pero soy un pendejo todavía, no ando tomando ningún remedio, a veces tomo un vasito de vino sí”, señala con una sonrisa cómplice.
Según estimó, tarda al menos un mes para terminar un arpa, instrumento que vendió a músicos locales y de otras provincias y que llama mucho la atención en sus viajes.
Los Cardozo fueron y son muy requeridos para dar talleres y charlas sobre este arte en distintos encuentros de luthería y artesanía. “En el sur la gente se sacaba fotos con el arpa porque no se ve allá, nosotros estamos acostumbrados por Paraguay. Nuestro trabajo nos llevó a muchos lugares y eso es lindo”, destaca Darío.
La trayectoria de Milán fue reconocida en 2017 por el Fondo Nacional de las Artes que le otorgó el premio junto a otras personalidades de la cultura nacional, asimismo, un arpa suyo forma parte del prestigioso Museo de Artesanías de esa entidad. 
Padre e hijo también fueron protagonistas de producciones para el Canal (á) y de la Televisión Pública que se vuelven a pasar cada tanto por la televisión.

De maderas y maderas
En el taller de los Cardozo se hacen arpas, guitarras, cavaquinhos, charangos y cajas peruanas. Existen maderas como cedro, nogal, guayubira que se pueden conseguir en la zona pero después hay otras más costosas como el pino abeto alemán, que sí o sí lo tienen que comprar en Buenos Aires. 
“La luthería acá no está bien, hemos visto en otras provincias que los músicos van directamente a los luthiers porque saben de la calidad de la madera y la pueden tener a su gusto”, lamenta Darío.
Y agrega: “Acá lo hacemos todo a mano. La cejilla yo la hago de hueso como se hacía antiguamente, el lustre a mano que es diferente al de la máquina. Vamos a decir la verdad, las de las casas de música son muy lindas, tienen una pinta. Pero para un instrumento lo importante es la calidad de la madera, el sonido, la afinación y tiene que tener por dentro todos los refuerzos”.
Padre e hijo coinciden en que cuando están en el taller trabajando pierden la noción del tiempo. La radio es su único contacto con la realidad, porque los teléfonos celulares quedan en un rincón olvidados cuando las manos creativas se posan sobre la madera.