Ser o no ser, dar o no dar amor: primer fruto del Espíritu Santo

sábado 15 de febrero de 2020 | 5:00hs.
José Miérez

Por José Miérez Gerontólogo

Estimada comunidad, vecinos del barrio.
Si había dificultades en fijar el número de los Dones del Espíritu Santo, más las hay con el número de los Frutos. 
La numeración de San Pablo es Amor, Alegría, Paz, Paciencia, Afabilidad, Bondad, Fidelidad, Mansedumbre, Templanza (Gálata 5.22).
Palabras llenas de vida, Letanía Sagrada, programa de Acción, Panorama de Eternidad. 
Rasgos valiosos que, al describir los efectos de la presencia del Espíritu en el Alma, nos revelan su esencia y nos acercan a su persona que es lo que más nos interesa. 
En la búsqueda espiritual de nuestra vida con todo el entusiasmo que da el deseo humano y la Gracia Divina.
El fruto nace de adentro, la cosecha surge de la semilla acunada con el calor de la tierra, se trata de dejarla asomarse, crecer, florecer, dar frutos a su manera y su tiempo.
Si vivimos según el Espíritu, obremos también según el Espíritu. Que se manifieste en trabajo y conducta, lo que es convicción y experiencia. 
No es sólo sudor y esfuerzo, es Fe y Confianza. No es tanto hacer, como dejar que suceda. Saber los tiempos y la estación, fiarse de la lluvia y el sol, saber esperar.
Es la tierra lo que alimenta la simiente y dirige su crecer. El primer fruto del espíritu es el Amor. El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha dado.
Hay que dejar que se abra paso a través de nuestro Egoísmo y Timidez, derribe prejuicios y allane obstáculos y se manifieste en gesto y palabra, en compañía y sonrisa, en acción y ayuda, en cariño y entrega, hasta llegar al corazón de cuantos nos rodean y ese amor que ellos también llevan dentro, se fortalezca, y aumente. El amor no puede forzarse, nace, surge.
“Rabindranath Tagore” expresa la dinámica divina del amor. 
“Hay un cielo infinito que abraza a la tierra y al sol en su lejanía estelar, y así hace posible que se pertenezcan mutuamente en parentesco cósmico.
Del mismo modo Dios, con su ser inmenso llena el vacío que hay entre un ser humano y otro. La distancia entre hombre y hombre es infinita, y si no existiera ese medio, ese puente eterno que es Dios, no se podrían unir las orillas de la grieta.
¿Cómo íbamos a alcanzarnos unos a otros?
“Si no amas a tu prójimo a quién ves, ¿cómo puedes amar a Dios, a quien no ves?
El hombre encuentra al hombre en Dios. El Amor es Amistad, Afectividad, Apertura, Ternura, Confianza, Simpatía, Adoración.
Dos racimos cuelgan de una misma vid. Se comunican a través de la savia que nace de un mismo tronco y les llega a través de la misma rama. 
Si arrancamos los dos racimos y los echamos en un cesto, creamos una grieta, y dejan de comunicarse, aunque sus granos se apiñen unos contra otros, se han hecho extraños, separados, opuestos, han perdido el contacto íntimo de la savia común y ya no se conocen.
San Agustín describió con teología certera la profundidad del amor cristiano. Cristo vive en mí, el da y el recibe, el inspira y el mueve, el comienza y consuma.
Cristo se ama a sí mismo en nosotros, por nosotros, a través de nosotros, como él y el Padre y el Espíritu se Aman en ellos y entre ellos en Misterio que ya es nuestro en Fe y lo será siempre en eternidad Feliz.
Ese es el alto valor del sentimiento más noble que alberga el corazón humano, el Amor viene de Dios, hace presente a Dios, es Dios en nosotros.
El Amor es el primer Fruto del Espíritu. Entender el Amor como Fruto del Espíritu es aprender a Amar. 
Recordemos que el Espíritu es el principio inmaterial que anima el cuerpo independiente de la materia para explicar los actos normales o morbosos de la materia animista. 
Comunidad, atiendan, entiendan, aprendan, enseñen a Amar que ustedes lo pueden realizar a sus prójimos. 
Dice Juan Pablo II:
Si es cierto que el futuro de la humanidad se fragua en el amor de la familia, se debe reconocer que las actuales condiciones sociales, económicas y culturales hacen con frecuencia más ardua y difícil la misión de la familia al servicio de la vida. Para que pueda realizar su vocación de “santuario de la vida”, como célula de una sociedad que ama y acoge la vida, es necesario y urgente que se ayude y apoye a la familia misma. Las sociedades y los estados deben asegurarle todo el apoyo, incluso económico, que es necesario para que las familias puedan responder de un modo más humano a sus propios problemas.  Por su parte, la iglesia debe promover incansablemente una pastoral familiar que ayude a cada familia a redescubrir y vivir con alegría y valor su misión en relación con el Evangelio de la Vida. Hay que Amar para ser amado.
Feliz día de los enamorados!
Hasta la próxima. El viejo Miérez.