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Prevención, la clave para evitar que el gato tenga Leishmaniasis

sábado 02 de mayo de 2020 | 0:05hs.
Gato con collar Seresto de Bayer
Por Pablo Borrás
Veterinario magister en prevención y control de zoonosis.
Miembro científico del TroCCAP.

Todos los mascoteros saben que tienen que cuidar a sus perros del flebotomo transmisor de la Leishmaniasis, pero no se tiene muy en cuenta que los gatos también pueden sufrir de esta enfermedad.

Los gatos son susceptibles a distintas especies de genero Leishmania, entre ellas, a L.infantum que es la productora de la Leishmaniasis visceral. Los gatos pueden tener la infección, pero solo se manifestará clínicamente (es decir, aparecerá la enfermedad) cuando les bajen las defensas por otras causas. La prevalencia de infección en gatos es menor, en comparación con la de perros.

Los flebotomos pican a los gatos y se alimentan de la sangre de ellos, transmitiendo esta parasitosis.  Otras vías de transmisión, por ejemplo, si los gatos pueden adquirir la infección por hábitos de cacería o durante la gestación, están actualmente en estudio.

Síntomas

Los signos clínicos de un gato con Leishmaniasis visceral pueden ser que el gato este decaído, con fiebre o que está perdiendo peso. Es decir, cuadros inespecíficos. Pero puede haber signos y síntomas más claros como algunos problemas de piel (por ejemplo, ulceras en la piel o costras en las orejas, entre otros), oculares (opacidad de la córnea, inflamación de la conjuntiva, etc.) y bucales (inflamación de las encías y la boca). A veces, puede haber complicaciones graves, a nivel de los riñones o en la medula ósea.

Cuando se manifiestan estos signos y síntomas, la leishmaniosis actúa de “punta de iceberg”. Es decir, se expresa la enfermedad porque hay otro problema de salud de fondo. Estos problemas de salud pueden ser, por ejemplo, alguna neoplasia o enfermedades retrovirales (virus inmunodeficiencia felina y/o virus de leucemia felina)

El diagnostico es complejo ya que se deben tener en cuenta muchos factores: de donde viene el gato, sus hábitos de vida, la sospecha de esta enfermedad, sus síntomas, los resultados del laboratorio de rutina y algunos métodos diagnósticos específicos, como la citología y el uso de herramientas moleculares.

Pero qué es

La Leishmaniosis Visceral es producida por un parasito unicelular que se denomina Leishmania infantum. Es una zoonosis (es decir, afecta a las personas y a los animales) que es transmitida por artrópodos, específicamente por flebótomos. Los flebótomos son insectos dípteros (tienen alas) y solo las hembras pican a las personas y a los animales durante el crepúsculo, para luego poner los huevos en la materia orgánica en descomposición. En nuestro país, el flebótomo transmisor es Lutzomyia longipalpis y se encuentra presente en distintas provincias: Misiones, Corrientes, Chaco, Formosa, Entre Ríos y Salta. Los perros son la especie más afectada ya que son el principal reservorio del parasito. La enfermedad se conoce como visceral porque se encuentran afectados órganos involucrados en la respuesta inmune como el bazo, la médula ósea, los ganglios linfáticos, entre otros.

También existen otras Leishmanias en Argentina que producen la Leishmaniosis tegumentaria (en este caso, solo hay lesiones en piel y mucosas) y son transmitidas por distintos flebótomos. Para este grupo de parásitos, los perros ni los gatos no son reservorio de la enfermedad.

Se puede prevenir

Para esta enfermedad no hay vacunas ni tratamientos efectivos. Por lo tanto, en zonas donde circula en forma activa esta parasitosis, se debe aplicar medidas de prevención para disminuir el riesgo de que el gato adquiera esta enfermedad.

El collar de flumetrina es la única formulación de piretroides (moléculas con actividad insecticida) que se encuentra aprobada para su uso en gatos. El objetivo de este collar es reducir, en forma notoria, la exposición a la picadura de los flebótomos (mosquitos). Esto se ha comprobado en estudios a campo y su uso, en forma sostenida, resulta clave en la prevención de la enfermedad. Hay que recordar que los otros piretroides, usados en forma de pipetas o collares y que son destinados a los perros, no se deben usar nunca en gatos ya que son tóxicos.

El uso del collar debe estar acompañado de controles veterinarios periódicos, así como de reducir las salidas de los gatos al exterior (por ejemplo, que salga por las noches, este por la calle y demás).

Estas medidas también deben ser aplicadas para aquellos gatos que vayan por un tiempo a zonas donde circula la enfermedad.

La prevención de leishmaniosis felina es clave. No dejes de consultar con tu veterinario de cabecera.


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