Pipi y Gringo condenados por el fallido transporte de 440 kilos de marihuana

domingo 24 de marzo de 2019 | 8:19hs.
Pipi y Gringo condenados por el fallido transporte de 440 kilos de marihuana
Pipi y Gringo condenados por el fallido transporte de 440 kilos de marihuana
Por Cristian Valdez
fojacero@elterritorio.com.ar

Un mes y medio de seguimientos, vigilancias encubiertas y escuchas telefónicas en directo convirtió las sospechas en certezas y el impacto fue tan positivo que en un certero golpe perpetrado el 5 de mayo de 2017, la Policía Federal Argentina sacó del mercado 440 kilogramos de marihuana que debían llegar a Buenos Aires.
Fue un negocio frustrado entre un narcotraficante (que aún permanece prófugo) y dos transportistas identificados con los apodos Pipi y Gringo. El primero se llama David Eliseo Calo (40), oriundo de la localidad bonaerense de Florencio Varela, y el segundo, un posadeño llamado Ramón Galeano (54), que desde hace años posee domicilio en General Rodríguez.  

Fueron sindicados como socios en el fallido transporte de marihuana. Habían sido contratados para llevar esa carga que les iba a dejar el 20 por ciento de las ganancias finales, o sea, alrededor de 900.000 pesos a cada uno, pero no imaginaron que detrás iban sabuesos de la Superintendencia de Drogas Peligrosas. Los detuvieron con la droga a cuestas. 

Desde entonces están detenidos en el penal federal de Marcos Paz y, considerando la cantidad de elementos de prueba que tienen en contra, este viernes admitieron su responsabilidad en un juicio abreviado cuyo trámite se concretó ante su abogado defensor, Ezequiel Briceño, y el fiscal general del Tribunal Federal Tres de San Martín, Eduardo Alberto Codesio. 

Fueron condenados a la pena de 5 años y 8 meses de prisión en calidad de coautores del delito de tráfico de estupefacientes en la modalidad de transporte, en concurso real con tenencia ilegítima de arma de fuego de uso civil. Codesio había solicitado la pena de 5 años y 10 meses.

Conexión ‘narcosandía’
El misionero Galeano y su amigo Calo fueron detenidos en la misma estación de servicios de Oberá donde, tres meses antes -en febrero- había caído la banda criminal conocida después como de la 'narcosandía'. 
No es casualidad. Desde el principio ambas causas se unen e incluso la investigación confirmó que la sustancia era un remanente de esas seis toneladas detectada entre las frutas.

Es que durante un buen tiempo, el obereño Rodolfo Zabala (alias Brasileño) se habría encargado de negociar con los sujetos paraguayos que abastecían a las bandas narco que se lo pedían. Se lo considera con un rol clave en varios cargamentos que partieron de Misiones hacia distintos destinos y su teléfono celular, desde el cual hacía las llamadas, resultó ser una mina de oro para los investigadores federales. 

En febrero de ese año lo detuvieron por la millonaria carga de 6.080 kilos entre frutas de sandía y, en ese contexto, su aparato de comunicación habló. El peritaje aportó, más allá de pruebas a su causa, un tendal de nombres, apodos y números de presuntos narcotraficantes misioneros, bonaerenses y extranjeros, que fueron aprovechados por el titular del Juzgado Federal Uno de la localidad de San Martín, Emiliano Canicoba. 

Inicio del seguimiento
Canicoba ordenó hacer escuchas a varios números de la agenda de Zabala y así determinaron que estos dos estaban en plena organización de un envío millonario. 
Se cuidaban a partir de las sospechas de tener sus líneas intervenidas, pero hablaban siempre codificando sus palabras con el objetivo de parecerse inofensivos o pasar desapercibidos. En esa línea, a la droga la llamaban carbón, rollos o latas de Budweiser. 

Las comunicaciones eran constantes, casi diarias. La intervención detectó que el primer llamado relacionado al transporte fue el 8 de marzo. Una persona identificada como Pablo le dijo a Gringo que había conseguido camiones, dinero en efectivo y que lo necesitaban para buscar ‘merca’. 
Le ofreció una buena ganancia: “Para vos hay un 50 por ciento”. Tres días después Gringo llamó a Pipi para contarle que estaba arreglando el transporte.

Se interpretó que las negociaciones estaban en marcha. Pipi tomó la posta y posteriormente comunicó a Gringo que el proveedor “quiere que le paguemos el precio del carbón (droga) allá” y prosiguió: “Le digo, a ver, un 20 por ciento… sacá la cuenta de cuánto es un 20 por ciento, o ya es mucho. Yo voy a pelear para que hagamos algo bueno, para que nos quede algo bueno, porque para ir a laburar por 100 lucas, que laburen ellos”, sugirió.

La charla continuó en los días siguientes hasta que llegaron a un acuerdo y Pipi le dijo a su cómplice el 14 de marzo: “Quedate tranquilo que ya solucionaron todo. Está bien, ya está 'seco' el lugar (se presume que hecha la transacción), así que me está diciendo que capaz esta noche está saliendo”. Gringo no dudó y respondió: “Bueno, entonces voy a hacer lugar. Voy a dejar preparado el camión”. 

Intento fallido
Una primera intención de trasladar la droga se frustró. Hubo miedo y sospechas de seguimiento federal. No se equivocaron, los uniformados los seguían de cerca, dispuestos a interceptarlos en el camino, pero a tiempo interpretaron que iban vacíos y abortaron la misión. Hubiera sido un fracaso. 

En el expediente se describe que los policías tomaron conocimiento sobre mensajes enviados por lo acusados, diciendo que viajaban “sin nada porque Gringo tiene miedo. Volvemos vacíos nomás”, lo cual se confirmó con las comunicaciones posteriores en las que los imputados hicieron hincapié en el enojo con Gringo porque no se arriesgó a efectuar el transporte de la droga, dado que su embalaje o acondicionamiento no se hallaba en óptimas condiciones.

Debido a ello acordaron en regresar a los pocos días, realizar la carga en forma rápida y regresar sin demoras. En ese contexto dejaron en claro que de tener que permanecer más de dos días en Misiones, por algún retraso, regresarían vacíos.

El último viaje
La seguridad de que los transportistas iban a completar el trabajo motivó a que el seguimiento no se detenga, al igual que las escuchas a sus teléfonos celulares.
No tardaron en reorganizarse. El día del trabajador, los sospechosos regresaron a Misiones con el mismo camión, dispuestos a llevar la droga. Idearon un plan que les pareció perfecto, pero al final de cuentas no resultó: acondicionaron el estupefaciente en un tanque externo que simulaba contener combustible.

El 2 de mayo Gringo anticipó a un anónimo que se encontraba a la espera de conseguir unas mangueras para armar el camión y que ni bien terminaba con eso, estaría listo para emprender el viaje junto a Pipi. Fue así. Hicieron el trabajo de camuflaje y, seguros de la maniobra, la noche del 4 de mayo comenzaron a transitar la provincia por la ruta nacional 14, hacia el destino pautado.

Sortearon sin problemas algunos controles viales sin sospechar que en automóviles sin identificar los policías buscaban el momento de atacar. Y ese momento llegó en Oberá.

Pipi y Gringo pararon en la misma estación de servicios donde fue detectada la banda denominada ‘narcosandía’. Estaban comprando comida, a la 1.30 de la madrugada, cuando los rodearon. Fue el fin del viaje. 

Droga y armas
Ya de día, esposados y sentados en sillas separadas, vieron cómo sacaron los ladrillos de marihuana que estaban adentro del tanque auxiliar de la parte trasera de la cabina del Fiat Iveco, envueltos individualmente en cinta de embalar y protegidos con bolsas termo selladas con la inscripción “Bidón de auxilio, nafta, agua, capacidad cinco litros”. Para los investigadores, eso indicó la necesidad imperiosa que tenían de esconder perfectamente la sustancia. La actividad ilícita se vio apoyada también en las armas que llevaban, marcando cierta condición temeraria en caso de ser descubiertos. Uno de ellos tenía una pistola marca Taurus (calibre 6.35) con un cargador que contenía ocho proyectiles y el otro, un revolver con la inscripción Trade, con partes oxidadas, sin municiones en el tambor.