Pajarería Py

domingo 12 de agosto de 2018 | 6:00hs.
Pajarería Py
Pajarería Py
Hace 30 años era común ver en los barrios –o en mi caso, en el andén de las estación de tren- la bulliciosa y colorida Pajarería saturada de canarios, jilgueros, cabecita negras, reina moras, sietecolores, cardenales de copete rojo, periquitos, y diamantes de Gould.
En aquella abundosa "Arquita de Noé" podía comprarse algún ejemplar para alegrar el "Ópera" del patio de la casa.
Uno elegía al cantor, el pajarero abría la jaulita de alambre, lo manoteaba, lo guardaba en una cajita de cartón y nos lo llevábamos a que nos dé su concierto.
Es imprescindible, si se quiere completar fielmente la postal de aquella extinguida Pajarería, adicionarle dos elementos; el aroma particular del lugar (mezcla de guano, sudor de pluma, mijo, alpiste y si había, olor a cuises) y el barullo de píos, silbidos, chillidos y gorjeos (capítulo aparte merecen los papagayos, los loros y las cotorras).
Con el tiempo, las prohibieron, las callaron, volaron las pajarerías.
Curiosamente, tras el descubrimiento de los cuadernos de un naturalista, en pleno Retiro, a pasos de la Terminal, acaban de inaugurar la "Pajarería del Comodoro", de austera fachada, rara mezcla de Conventillo urbano de ocho pisos, Monumento a la Bandera y Hospital Público de los 50.
Allí revolotean hoy a los picotazos, empeñados en que se alce su canto, no aquellos pequeños pajaritos de la infancia sino otros de mayor tamaño, rapaces con nombres de Marqueses.
Afinando el oído pueden diferenciarse los sonidos desesperados de un Calcaterra de Iecsa, un Goycoechea de Isolux, un Glazman de Inversiones, un Loson de Albanesi, un Neira de Electroingeniería, un Aldo de Roggio, un Zabaleta de Techint.
¡Cómo cantan!
Quizá claman por su libertad, viendo que otros están cautivos: el Lascuarin de la UIA, el Fagyas de Enarsa, el Mundín de BeTeU y el Valenti de Pescarmona.
-“No van a alcanzar las jaulas”, anunció el pajarero de Py.