La sabiduría de la tierra y las plantas medicinales
Basilio publicó varios libros sobre especies de plantas medicinales de Misiones y la región a lo largo de su vida, pero él en sí mismo es un ejemplar lleno de sabiduría de la tierra y de lo verde que de él emana y se hace vida.
Nació hace 81 años en el barrio Chaipe de la vecina Encarnación, Paraguay bajo el apellido Sawchuk Kobalchuk y sus raíces ucranianas son otro legado del que está orgulloso. Se recibió de ingeniero agrónomo en La Plata y todo su trabajo se desarrolló en la provincia, vive en Posadas desde hace ya tiempo y si bien disfruta de su jubilación, así como de su esposa, sus dos hijos y cuatro nietos, la inquietud por investigar y enriquecer el conocimiento sobre esta temática se mantiene intacta.
Como militante acérrimo de la vieja escuela, aunque no enemigo de la tecnología, Basilio tiene anotaciones en papel. Su puño y su letra inmortalizados en hojas de cuaderno para futuros proyectos que tiene en mente.
En una visita de El Territorio a su hogar, el hombre compartió un poco de su sabiduría verde y de su microjardín que cultivó especialmente para tener cerca su material de estudio.
Todo comenzó en La Plata
Fue aproximadamente en 1966, cuando, con el apoyo de su familia, se trasladó a la ciudad de La Plata para estudiar Ingeniería Agrónoma. Fue un paso trascendental que cambiaría su vida para siempre. "Yo venía de un medio distinto al de la provincia de Buenos Aires y me fui conociendo la característica de las Pampas argentina y cuando uno estudia en un lugar aprende lo que te ofrecen los profesores de allá. En la Universidad de La Plata yo no tuve mucho conocimiento sobre la situación de Misiones y el Paraguay, porque aprendí cosas de la cultura agrícola de ese lugar", recordó Basilio.
Fue en 1971, cuando concluyó la carrera y se recibió, que su pasión por las plantas lo llevó a un curioso hallazgo: un libro titulado Plantas Medicinales de Argentina. En ese libro estaba catalogado en forma alfabéticamente de la A a la Z y él notó que habían plantas arbóreas, de jardín, comestibles y decidió organizarlo en forma de capítulos. "Pensando que en ese libro no había mucha información de las plantas misioneras, tenía alrededor de 10 especies, al hacer una revisión y consulta de más libros antiguos logré ampliar ese catálogo de plantas misioneras a más de 65 especies arbóreas y arbustivas con valor medicinal", compartió.
Este descubrimiento marcó el inicio de una nueva etapa en su vida, una en la que Basilio se propuso recuperar y documentar los conocimientos sobre la flora medicinal de su región. Publicó el libro titulado Descripción de árboles medicinales de la selva misionera, un esfuerzo por compartir este valioso saber.
Sin embargo, su curiosidad no se detuvo allí. Pronto comenzó a estudiar también las plantas que vendían las yuyeras, específicamente de las mujeres que venden hierbas medicinales en el Mercado Modelo La Placita. Así descubrió un repertorio de más de 200 especies, tanto nativas como exóticas que fueron introducidas por migraciones europeas y adaptadas a nuestro suelo. Entre las plantas que mencionó se destacan el toronjil, pasto cedrón y el romero.
"Para conocer siempre fui un comprador, para no abusar de la información que me daban las vendedoras hacía una visita semanal a La Placita, me llevaba una muestra y la información. Todo esa información se volcó en un libro del año 83. Allí cité los nombres comunes, los nombres conocidos en otra región de Argentina y los sinónimos conocidos en la región. Por ejemplo, el Ka'aré nuestro es conocido en otra provincia argentina como Paico y en Brasil como Herba Santa María. Pero en México se lo conoce como epazote. Pero también se lo conoce en Estados Unidos como Mexican Tea y en España con el mismo nombre", dio cátedra.
Basilio trabajó varios años para el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (Inta), desde donde también sacó varias publicaciones; su formación profesional lo lleva a enfatizar el poder de la información verificada. "Es importante saber cuáles son las plantas que ya tienen estudios farmacológicos", afirmó con la certeza de un científico experimentado. Un ejemplo que mencionó es la pitanga, una planta cuya acción bacteriológica fue comprobada en laboratorio, reafirmando el conocimiento tradicional que había adquirido desde su juventud: "Yo toda la vida escuché que la hoja sirve para hacer un té y agregando una pizca de sal gruesa sirve hacer gárgara para los dolores de garganta, pero los dolores de garganta desde el punto de vista bacteriano, si es virósico no sirve".
En su afán por seguir aprendiendo y difundiendo su sabiduría, Basilio fue invitado a dar charlas e incluso impartió un curso en la Facultad de Agronomía de Paraguay, donde pudo compartir sus conocimientos sobre el cultivo de plantas medicinales. "Cada docente que hace docencia sabe que para enseñar hay que saber", comentó. Es que esta labor le permitió ampliar su comprensión sobre la multiplicación y los usos de las plantas.
Su última publicación se titula Mate y tereré con especies medicinales y en él detalla, por orden alfabético, las especies que pueden ser añadidas en estas dos bebidas espirituosas de la región, desde el agrial a la zarzaparilla, cada uno de ellos con su nombre científico y los nombres comunes por las que son conocidas en otros sitios geográficos, además de una descripción y acciones medicinales.
Preservación del medioambiente
Uno de los aspectos más importantes para Basilio es la preservación del medioambiente y la importancia de las prácticas agrícolas sostenibles. Al referirse al Acuífero Guaraní, un recurso vital en la región, subraya que el cultivo de plantas medicinales sin el uso de productos químicos es esencial para evitar su contaminación. "El cultivo de plantas medicinales beneficia tanto al medioambiente como a las personas que las manejan", aseguró. Asimismo, remarcó que las plantas medicinales para consumo tienen que ser tratadas de manera orgánica, sin el uso de material tóxico que pueda generar efectos contrarios.
A lo largo de su vida, observó cómo la agricultura intensiva, como el cultivo masivo de soja, arrasa con especies nativas que poseen propiedades medicinales invaluables, pero que para la agricultura son consideradas malezas. Para él no deben verse como un obstáculo, sino como una fuente de riqueza y salud. "El observador botánico Eduardo Rapoport cambió el chip: en vez de verlas como malezas, las define como buenazas", comentó con una sonrisa.
Basilio Sawchuk Kobalchuk es un verdadero custodio del conocimiento botánico, un hombre que dedicó su vida a desentrañar los secretos de las plantas medicinales y a compartirlos con quien lo desee. Desde los campos de Encarnación hasta los de Misiones, su legado es un recordatorio de que la naturaleza tiene respuestas para muchas de las preguntas que aún nos hacemos hoy.