El brote de dengue nos interpela

domingo 14 de abril de 2024 | 6:00hs.
El brote de dengue nos interpela
El brote de dengue nos interpela

Las cifras oficiales ubican al actual brote de dengue como el más grave de la historia en Argentina: 232.996 casos y 161 fallecidos. Además de su magnitud por la cantidad de contagios -diez veces superior a la epidemia de 2019-2020-, la gravedad de los cuadros, las muertes y el particular escenario de circulación viral ininterrumpida son algunos factores que grafican el drama sanitario.

Más allá de las estadísticas, todos conocemos a alguien que haya padecido esa enfermedad transmitida por el cada vez más potente vector, Aedes aegypti. Una vecina, un amigo, un colega, en el círculo cercano e íntimo -y no tanto- sabemos de infectados y sus padeceres. El dengue se convirtió en un tema de conversación recurrente, sin importar el espacio físico o el tiempo.

Y aquí conviene hacer una pausa y reflexionar. Si bien el dengue representa un eje temático impuesto en la agenda de los medios y de la calle, no vale todo. No vale, por ejemplo, desinformar. Menos si quienes en su discurso desinformativo tienen responsabilidades políticas, penales y civiles.

Como primera verdad, según la comunidad científica, las vacunas salvan vidas. Parafraseando a la pediatra e infectóloga Liliana Arce, las vacunas y el agua potable son las medidas de salud pública para evitar las enfermedades. En ese sentido, conviene recordar que Qdenga, producida por el laboratorio Takeda, está aprobada por la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (Anmat) que, justamente, habilita un producto una vez que supere las etapas de investigación clínica. Su comercialización también fue autorizada por los entes regulatorios de Reino Unido, Islandia, Brasil, Indonesia, Tailandia, Noruega, Colombia y Malasia. Es decir, no está siendo probada en humanos; ya fue probada en humanos, si no, no estaría vigente.

Segunda verdad: de acuerdo a especialistas en control de vectores, los mosquitos no desaparecen. Una muestra de ello es el propio Boletín Integrado de Vigilancia Epidemiológica, elaborado cada semana por el Ministerio de Salud de la Nación. En el documento se establece como un factor determinante de la actual epidemia que en 2023 no se cortó la circulación viral; dicho de otro modo, aun en invierno hubo casos de dengue, por lo cual aunque parezca redundante decirlo, también hubo mosquitos. Todo indicaría, teniendo en cuenta la dilación del frío propio de otoño-invierno, que el escenario sería cada vez más complejo.

Tercera verdad: aunque suene soberbio, dado que en este punto no hay referencia bibliográfica, sobrevuela entre nosotros la falta de autocrítica y una acción colectiva. Es tiempo de interpelarnos qué hicimos para evitar el brote. Y en ese hacer estamos todos involucrados -o deberíamos- desde autoridades hasta la comunidad del barrio. Claro que las responsabilidades son distintas. El gobierno, indistintamente del color político, debió tener en cuenta las diferentes experiencias por las que pasó Misiones en su lucha contra el Aedes. Pero no, recién fue trascendental cuando el estallido de casos llegó a Buenos Aires pese a que ya había estudios de la capacidad de adaptación del mosquito a las bajas temperaturas.

Por supuesto que hay responsabilidad ciudadana en la reproducción de los criaderos, desde la tapita de gaseosa en el patio hasta las cubiertas en desuso apiladas. Sin embargo, no se trata de echar culpas, sino de interpelarnos en todos los aspectos vinculados a esta enfermedad, que no va a desaparecer como por arte de magia. ¿Cómo comunicamos? ¿Cómo prevenimos?

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