Quién es el sociólogo Byung-Chul Han
Desde hace muy pocos años ha surgido Han, un pensador coreano del Sur, que huyó y se exiló en Alemania a los 22 años, sin saber alemán ni haber leído casi nada de filosofía. Tiempo después estudió filosofía en la Universidad de Friburgo, así como literatura alemana y teología en la Universidad de Múnich. En 1994 se doctoró en Friburgo con una disertación sobre Martin Heidegger. En el año 2000 se incorporó al Departamento de Filosofía de la Universidad de Basilea, donde completó su habilitación.
Actualmente –con 65 años—ha escrito dieciséis libros; los más recientes son tratados acerca de lo que él denomina la “sociedad del cansancio”, desde enfoques psico-socológicos, hasta haber introducido el concepto de “enjambre” social, para contraponerlo al de “masa” social, tesis desarrollada en su libro ‘En el Enjambre’.
Explica la esterilidad social generada por el individualismo virtual –estimulado por las redes sociales- en oposición a la militancia social, presencial y activa, que dinamiza la acción política desde hace siglos. Antes, con el contacto personal, había más mirada, más “otros” y más respeto. Hoy ya ni podemos mirarnos a los ojos… y, además, la comunicación digital reduce las distancias físicas y mentales activas entre los interlocutores.
Desde el punto de vista sociopsicológico, Han sostiene que el anonimato es el ambiente que reina en las redes sociales, en el que reina la soledad, aunque los participantes de los diálogos no lo perciban creyendo que están “socializando” sus mensajes o textos de indignación.
Sin embargo, la horizontalidad de la comunicación (anteriormente era la verticalidad, con el de mayor poder ubicado arriba, y el de menor poder ubicado abajo), y lo que sí trasciende –por falta de la influencia del poder- es la INDIGNACIÓN; la cual –ahora- circula libremente por las redes.
No obstante, ideológicamente, Han explica cómo el neoliberalismo –y las redes sociales- no tienden a crear un contrapoder ni desarrollan energías políticas, haciendo prevalecer la soledad y el individualismo, como simples residentes de un “enjambre”. La indignación se evapora socialmente, aunque permanezca individualmente.
Por lo tanto, las redes sociales son un excelente desactivador de las acciones políticas, que según Han son las reales generadoras de cambios políticos y sociales.
También Han señala que lo virtual anula el contacto físico y corporal con el otro, ya que cada uno de nosotros se contacta consigo mismo, a través del “espejo negro” de la pantalla… creando una unión provisoria, fugaz e inestable.
La “masa” tenía coherencia ideológica, unidad y solidez; existía un “nosotros” (dirigido hacia el poder); el enjambre, en cambio, no tiene ni esa solidez, ni esa propensión al poder; sólo manifiesta indignación, no desarrollando energías -ni acciones- políticas.
El sujeto neoliberal (que es aquello que las redes sociales contribuyen a crear) y los medios analógicos se contraponen a los viejos medios tecnológicos que se dirigían a múltiples espectadores pasivos, que también absorbían los mensajes unidireccionales, pero eran motivados en forma directa a actuar en consonancia a los mensajes.
Este entorno conduce a una pérdida de la sociabilidad y a una erosión de las relaciones humanas más profundas y significativas.
Hay una buena nota actual de Elizabeth Jellin, que afirma: “Las redes también contribuyen a la consolidación, amplificación y crecimiento de grupos cerrados (y en gran medida impermeables), tanto progresistas como reaccionarios. En este escenario, el diálogo resulta imposible”.
También aparece un interjuego recíproco entre trabajo y juego; en esta novedosa interrelación no hay tiempo de ocio, no hay demoras, no hay ningún momento de libertad real. En las redes sociales todo tiempo es de trabajo. Tiempo y trabajo son sinónimos; incluso en los momentos de descanso y ocio. No hay espacio para “no trabajo”; la explotación se vuelve más eficiente.
La información –además- debe circular rápidamente, lo cual requiere de espacios con las defensas lo más bajas posibles, porque toda defensa alta dificulta el tránsito de datos; por eso el mejor universo de opiniones es el “me gusta” (like), que es una muestra de defensas bajas.
Es la puerta de entrada al cálculo sin límites, sin control, al punto de dejarse caer en el “síndrome de la fatiga informativa”; está uno intoxicado de información. Entonces, ante ese cúmulo de datos, dejamos de percibir y diferenciar lo secundario de lo importante; en ese cúmulo de datos no hay jerarquías; todo es igual y todo se encuentra en un mismo plano.
En este sistema se estimulan debates, se efectúan discusiones entre fracciones políticas que, al haber perdido representatividad, se van alejando de toda ideología; son simulacros de debates… No hay conflicto; se debaten meras opiniones y no ideas.
El mundo político se transforma entonces en un ejército de expertos, de tecnócratas, canalizando sus decisiones en políticas digitales del “me gusta”. Todas iguales. La participación política es sustituida por un clic, el mismo clic que se utiliza para la compra de bienes y servicios en Amazon o Mercado Libre; con muy bajo nivel de reflexión, sola la necesaria para comprar...
Ese mismo clic, para decisiones políticas es que se usa para decisiones con bajo nivel de reflexión, hasta para votar. Gobernar, entonces, se convierte en una acción de marketing y de gestión. Los mercados y la política conviven, y nos hemos transformado de ciudadanos a consumidores.
En el nuevo panóptico (punto desde el cual se ve todo sin ser visto) digital, el control se construye en base a perfiles, información de datos personales, fotografías, decisiones de consumo, aparatos nuestros, propios, unidos a internet de las cosas, intervinculaciones, que convierten a las redes en un verdadero mercado de datos, que dan forma a un servicio secreto de índole digital, aún más efectivo que los servicios secretos conocidos de los estados.
Han afirma que ahora se ingresa al control del pensamiento: la enorme disponibilidad de datos volvió vieja la pregunta del porqué de las conductas; hoy ya es posible no preguntarnos, sino simplemente describir con precisión los comportamientos humanos, y apuntar a ello para modificarlos. Hoy ya no es necesario buscar las razones de la conducta, sin embargo, sí es posible describirla y modificarla.
El territorio final del control es la construcción de un poder psico-político, tratando de influenciar los pensamientos y acceder al inconsciente colectivo. Estamos yendo -lenta pero firmemente- a esto.