La paradoja de un judío veterinario

miércoles 10 de mayo de 2023 | 6:00hs.

El 27 de enero de 1945, tropas rusas liberan el campo de concentración de Auschwitz, donde aún subsistían despojos de seres humanos. Fue ese campo de masacre humana, la demostración más clara del Holocausto, la gran matanza de seres humanos en la que fueron aniquilados sistemáticamente durante la segunda guerra mundial seis millones de judíos, entre ellos, un millón y medio de niños. 

Un 1 de noviembre de 2005, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó la resolución 60/7 para designar el 27 de enero como el Día Internacional en Memoria del Holocausto. La fecha marca no sólo la recordación del Holocausto, además, condena todas las formas de intolerancia religiosa, incitación, acoso o violencia contra personas o comunidades, sobre la base de su origen étnico o creencia religiosa en todo el mundo. En tal sentido se pone de ejemplo a la República de Irán. La violencia implícita que ese régimen sanguinario y totalitario ejerce contra las mujeres es intolerable. Y aquí cabe una pregunta actual: ¿Rusia contra Ucrania comete genocidio?

Este introito viene bien porque introduce al título del artículo. Ahora bien, ¿qué es una paradoja? Según la RAE, es un hecho o expresión aparentemente contrarios a la lógica. Es el empleo de expresiones o frases que encierran una aparente contradicción entre sí. Define también como hecho o expresión aparentemente contraria a la lógica, una situación o una expresión que viola el sentido común. La expresión de Sócrates “sólo sé que no se nada”, es uno de los ejemplos más antiguos.

La historia de un veterinario judío, en resumen, es la paradoja de las vueltas de la vida.

Hace más de ochenta años, en Grecia, sesenta mil judíos vivían pacíficamente en Salónica. Era una comunidad vibrante y valiosa. La mayoría de estos judíos trabajaban en el puerto. Tanto es así que el puerto de Tesalónica estuvo cerrado el sábado, Shabat. Allí también vivieron y estudiaron grandes rabinos eméritos. Todos se frotaron los hombros y se apreciaron unos a otros.

Pero el 2 de septiembre de 1939, en vísperas del estallido de la Segunda Guerra Mundial, es en esta gran comunidad donde el terror nazi aumentará repentinamente. El 6 de abril de 1941, Hitler invadió Grecia para asegurar su frente sur antes de lanzar la famosa Operación Barbarroja y su gran ofensiva contra Rusia. De los 60.000 judíos en Salónica, alrededor de 50.000 serán exterminados en el campo de concentración de Auschwitz-Birkenau ¡en un tiempo récord!

La masacre de los judíos de Grecia fue breve pero intensa. Muy pocos tendrán la oportunidad de sobrevivir, y en ellos, por supuesto, habrán surgido odios. Entre esos pocos supervivientes hubo una familia conocida como Bourla. Después de la guerra, en 1961, nació un hijo en esta familia milagrosa en los campos. Sus padres lo llamaron Abraham. Creció y estudió veterinaria en Grecia. Un estudiante brillante, Abraham obtendrá su doctorado en biotecnología reproductiva en la escuela de veterinaria de la Universidad Aristóteles en Salónica.

A los 34 años decidió mudarse a Estados Unidos. Cambia su primer nombre Abraham por Albert. Albert se integró a la industria médica. Progresó rápidamente y se unió a una empresa farmacéutica donde se convirtió en “director general”. Abraham (Albert) ascendió de rango y obtuvo su nombramiento como CEO de esta empresa en 2019.

A lo largo del año Albert decide dirigir los esfuerzos de la empresa para intentar encontrar una vacuna contra un nuevo virus (Covid) que acaba de atacar al mundo. Realiza grandes esfuerzos financieros y tecnológicos para lograr su objetivo. Un año después la OMS (Organización Mundial de la Salud) valida su empresa para producir la tan esperada vacuna. Su vacuna se distribuirá en varios países entre ellos Alemania, que cuenta miles de muertos por la pandemia.

Irónicamente, esta vacuna que salvará la vida de millones de personas en todo el mundo, incluidos muchos alemanes, fue dirigida e impulsada por un pequeño judío de Salónica, hijo de sobrevivientes del Holocausto de quienes la mayoría de su gente fue exterminada por la Alemania nazi. Y es por eso que Israel se convirtió en el primer país en recibir la vacuna. En memoria de sus abuelos y sus padres, que dieron a luz a Abraham Bourla, conocido hoy como Albert Bourla, CEO de Pfizer, dio origen a la paradoja: “El odio acaba en amor”.

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