lunes 02 de octubre de 2023
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“El mundo está loco, loco, loco”

domingo 07 de mayo de 2023 | 6:00hs.
“El mundo está loco, loco, loco”

Hoy comienzo, con este breve artículo, una serie destinada a pensar la situación internacional desde nuestra región de fronteras, tan estratégica para la integración latinoamericana. Si los lectores son pacientes, podremos encontrarnos mensualmente para ir analizando paso a paso la inmensa complejidad del mundo actual, tan lleno de incertidumbres y acechanzas y por otra parte, de esperanzas y proyectos inimaginables poco tiempo atrás. Apostando a este ultima opción y con algo de humor, apelé al titulo de una vieja película, muy famosa en su tiempo: “El mundo está loco, loco, loco” (Stanley Kramer, 1963). Hoy podríamos, con las necesarias diferenciaciones argumentales, decir lo mismo. Pero, ante esta locura aparente, quizá logremos descubrir muchos procesos que poseen una lógica implacable, toda vez que se refieren a cuestiones de supervivencia en medio de un torbellino de transformaciones inevitables. Los interrogantes que nos formulamos sobre estos cambios y sus posibles consecuencias para la humanidad en tu totalidad y para países como el nuestro en particular, son de una magnitud difícilmente comprensible y explicable con las herramientas que venimos utilizando para aplicarlas, por ejemplo, a un mundo unipolar que se desploma y que está avanzando vertiginosamente hacia otro, multipolar, pasando en poco tiempo por alto la alternativa bipolar. Bueno, parece un juego de palabras, pero ya se irán viendo los matices innumerables de esta situación. De todas estas cuestiones se ocupa la Geopolítica. Y, si están dispuestos a seguirme, trataré de compartir con ustedes algunos conocimientos muy básicos, adecuados para un domingo de plácida lectura.

Voy a comenzar por exponer lo que yo defino como Geopolítica, para después repasar algunos conocimientos que permitan comprender la secuencia histórica y estructural que nos condujo al presente. Ahora, abróchense los cinturones que despegamos.

Entiendo por geopolítica al conjunto de acciones planificadas y ejecutadas por los estados, destinadas a defender la soberanía sobre sus territorios y su población, así como sus intereses extraterritoriales y sus acciones destinadas a expandir su poder frente al poder de otros estados. Estas acciones pueden ser militares en sentido tradicional, diplomáticas o, mediante nuevas técnicas de información e inteligencia, sustentadas en las nuevas armas tecnológicas y las maniobras económicas y financieras. La geopolítica opera también en las alianzas interestatales de diferente propósito, y en los foros internacionales de máxima gravitación en el derecho internacional, como las Naciones Unidas.

Hacia el interior de cada estado, operan factores de poder muy diversos, tanto nacionales como internacionales, regionales, organizaciones no estatales, etcétera.

Pero, también, llamamos geopolítica a los estudios científicos interdisciplinarios cuyo objeto es estudiar las acciones descriptas en el párrafo anterior. Esta doble significación del término me obliga a formular la siguiente distinción. Muchos hechos, fenómenos, actividades, conocimientos, etcétera son anteriores a los nombres que luego recibieron. Eso significa, simplemente, que la geopolítica como actividad existió antes que fuese denominada de esa manera y formalizada como un campo de conocimiento. En cambio, como disciplina científica su origen se sitúa hacia fines del siglo XIX y tuvo lugar en el campo de la geografía, las ciencias militares y la etnología. Existen antecedentes importantes, pero que no llegaron a instituirse en el mundo académico y científico.

Como actividad, se remonta a los inicios de la expansión de nuestra especie hace unos 150.000 años desde África hacia el resto del planeta. Desde esos orígenes remotos fuimos convirtiendo espacios naturales en territorios humanos o espacios humanizados. Y esta transformación incluyó la apropiación de esos territorios. Cuando todas las estirpes de la humanidad, luego de esta migración y diáspora, nunca concluida, se fueron reencontrando en los más diversos ámbitos, como selvas, estepas, montañas, hielos, tundras, etcétera, surgieron los primeros problemas de disputas por los cotos de caza, los frutos comestibles, la pesca en ríos y costas del mar, y esto se resolvió siempre de manera violenta o bien, por medio del mestizaje de culturas. Lo que hoy llamamos, en general, interculturalidad. Creo que este término nos va a servir para explicar algunas cuestiones geopolíticas actuales.

Algunas sociedades se adaptaron a espacios tan marginales que su historia transcurrió de manera pacifica y aislada durante miles de años. Pero, en aquellos ecosistemas en los que surgió la agricultura y el sedentarismo, el escenario cambió bruscamente. Había que defender los cultivos, los animales domesticados, las aldeas, el agua, etcétera. Obviamente que este proceso tuvo una duración progresiva que sólo fue interrumpida cualitativamente por la llamada revolución neolítica: paso de la caza y recolección a la agricultura. Y, un poco más tarde, por la revolución urbana. En esta última etapa surge lo que llamamos civilización, con escritura, metalurgia, división de clases y de funciones, arquitectura monumental, poder centralizado, religiones muy complejas con rituales y cosmovisiones muy densas y ya desarrolladas, etcétera. Y aquí me detengo para señalar que en esos primeros pasos civilizatorios la clase sacerdotal ocupó un lugar principal para ser luego desplazada por la clase militar. Eso ocurrió en Mesopotamia, Egipto, Persia, México, Perú y todas las civilizaciones llamadas de “regadío”, donde el control del agua era fundamental. Ustedes ya estarán pensando en el acuífero nuestro, pero ya vamos a llegar. Un político argentino dijo en una oportunidad, en la que lo apuraban para realizar ciertas cosas: “Tranquilo, amigo, que granito a granito, el loro se comió al maizal”. Ya vamos a llegar a la actualidad. Ahora sólo estamos tomando impulso y “pensando en como pensar”. En la historia humana nunca se va demasiado lejos para estar en pleno presente, porque la historia como práctica es siempre una creación actual.

Volviendo al pasado remoto, podemos utilizar esta metáfora: Imaginemos que toda la historia humana es como un año. En el mes de diciembre de ese año recién aparece la agricultura y el sedentarismo y sólo en la ultima semana la civilización y en las ultimas horas la revolución mercantil, la revolución industrial y la revolución termonuclear y así llegamos con la lengua afuera, después de semejante carrera, a la llamada globalización, que se inicia en 1492, fecha que da inicio al llamado “sistema mundo”, según Immanuel Wallerstein. Por lo pronto, el mismo término “globalización” debe ser redefinido permanentemente. Lo cierto es que observamos que cada gran transformación fue reduciendo el tiempo de su surgimiento. Hubo una aceleración a través de revoluciones y aceleraciones evolutivas. Y hoy estamos protagonizando un proceso de cambios que superan nuestra capacidad analítica para comprenderlos en toda su complejidad. Ante esta situación nos preguntamos: ¿Qué es lo que cambia?, ¿Por qué cambia?, ¿Cómo cambia? ¿Cuánto cambia?, ¿Cuáles serán las consecuencias de los cambios? Estos interrogantes son vitales para quienes manejan las relaciones exteriores de sus estados y para quienes planifican su futuro en materia de economía, ciencia, tecnología, etcétera. Nuestra meta es interrogarnos también sobre nuestro país y la región, en cuanto a su capacidad de adaptación a los cambios, tanto en el orden internacional como hacia el interior del estado nacional y los modelos de integración. En el próximo artículo seguiremos estas reflexiones.

Por Roberto Carlos Abínzano
Profesor Emérito Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales Universidad Nacional de Misiones

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