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Liberación

domingo 23 de abril de 2023 | 3:56hs.
Liberación

Tenía en la mano derecha una de esas lámparas antiguas o faroles alimentados a queroseno. Caminaba temerosa por el bosque, resbalando con las piedras, hierbas y ramas que sus chinelas rosadas con pompones blancos no podían sortear.  Seguía el angosto sendero que le mostraba esa luz tenue y de poco alcance. Varias veces cayó pero el propósito en el que estaba poniendo todo su empeño hacía que el artefacto luminoso no se soltara de sus dedos. Pero su camisón largo iba quedando teñido por la tierra roja y clorofila de distintos tonos.

Llegó a un claro en una lomada, libre de toda maleza donde se distinguían varios postes erguidos y manchados de una sustancia pegajosa, negruzca. Y… allá estaba, atado a uno de ellos, sentado en la laterita convertida en piedra, con los brazos hacia atrás, uno de los mensúes que su padre había castigado porque intentó escapar. Su destino era una muerte segura en cualquier momento. 

Atado al cinturón de seda de su ropa de dormir, ella llevaba uno de los cuchillos que usaban las cocineras de su casa para trozar la carne. Rápidamente, temblando con cada movimiento, cortó las ligaduras de cuero que sujetaban al joven, casi niño, liberándolo.

Él balbuceaba, entre sollozos, algo sobre una escalera para llegar al cielo, alcanzar la estrella más brillante para refugiarse en ella, sería el único lugar donde no podrían encontrarlo. 

La niña, tan pequeña e inocente, le ofreció una sábana para que pudiera ocultarse como hacía en sus juegos con los otros niños, hijos de los peones del obraje.

No obstante sus dudas y miedos, el mensú logró huir, nunca lo hallaron y la niña fue cubierta de esa “travesura” por la misma criada que la siguió de lejos sin que ella se diera cuenta.

Pasaron los años. La chiquilla ya tenía nietos a los que relataba, a modo de cuentos, cómo había sido esa época lejana de los mensúes en los yerbales, en sus inicios. También narraba a esos oídos y mentes infantiles que, cuando tomó conciencia,  en su adolescencia y estudiaba en Posadas, la cubrió de  vergüenza la actitud que siempre había tenido su padre con los  que le servían.

Un día recibió un paquete que contenía una foto de un vehículo con forma de canoa, detrás decía: “Gracias a usted voy viajando sobre este vehículo, surcando las aguas de otros ríos amistosos como el Paraná que me ayudó a salir de ese infierno verde y rojo, viendo el mundo en cámara lenta”

Y el río que estaba a su vista, en ese mismo momento, desde la terraza cubierta de su antigua casa, subió a sus ojos que se inundaron de dolorosos recuerdos y de alegría al mismo tiempo. 

No tenía firma pero ella supo inmediatamente de quién se trataba. Acompañaba la fotografía un libro de cuatrocientas cincuenta y siete páginas donde el autor, Prudencio López, contaba su vida de obrero de yerbatales, la huida y sus triunfos como escritor.

 

Myrtha Magdalena Moreno

El relato es parte del libro Myr… arte. Moreno ha publicado “Ángeles conviviendo con el síndrome de Rest”, “A la una… a las dos… y a las tres” -en colaboración- y varios títulos en la Colección Taca taca.

Ilustración: pintura de Ramón Ayala

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