En Cuaresma, antiguo compromiso matrimonial

miércoles 05 de abril de 2023 | 6:00hs.

E
l color de Cuaresma es el morado, significa en la liturgia católica duelo y penitencia, es el color que estaba usando el cura párroco en la misa de ese miércoles de cenizas en la capilla Santa Catalina, que textual dijo en su homilía:

“Cuaresma es la purificación para las pascuas, es tiempo de reflexión y meditación”. Y, enfocando su mirada en la Biblia, leyó el salmo 58 de Isaías:

-Ustedes ayunan entre peleas y contiendas. No ayunen como hoy para hacer oír su voz en las alturas. ¿No será más bien otro el ayuno que yo quiero? Desatar los lazos de la maldad, deshacer las amarras de la esclavitud, dar la libertad a los oprimidos y romper toda clase de yugo. Partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que veas desnudo y no apartarte de tu semejante. Entonces tu herida se curará rápidamente y la gloria del Señor te seguirá”.

Después, fijando su miranda a los fieles continuó: “Cuaresma, si bien es tiempo de meditación y arrepentimiento, es también de regocijo. Regocijo porque Jesús se retiró por cuarenta días al desierto y venció las tentaciones de Satanás. Y es de recordación, pues se recuerda los cuarenta días que Noé permaneció en el arca sobre las aguas, los cuarenta años que el pueblo de Israel deambuló por el desierto durante el éxodo y los cuatrocientos años que habitó en Egipto. Y las cenizas de este miércoles son residuos de la quema de todos los pecados, eso significa purificación. Y en la purificación se reconcilia el espíritu del hombre con el espíritu de Dios”.

 Diciendo esto último se acercó a los novios que permanecían arrodillados frente al altar, y le marcó una cruz con ceniza en la frente de cada uno diciéndoles:

-Recuerden: “De polvo somos y en polvo nos convertiremos”.

Luego el párroco terminó el santo oficio de la misa con el ancestral “ite missa est”, al tiempo que bendecía a los presentes haciendo la señal de la cruz con las manos extendidas.

Felices la pareja de novios abandonó la capilla tomados de la mano. Afuera los parientes y amigos más cercanos los esperaban para congratularles y desearles felicidades futuras. Luego los invitados caminarían las ocho cuadras que separaban la capilla hasta la casa de los padres de la prometida, lugar donde las mesas estaban servidas de sabrosos copetines y torta incluida, elaborada por las expertas manos de la madre de la novia. En cambio, los novios no caminarían, serían transportados en el pulcro auto de alquiler del pelado Améndola, que lucía más brillante que de costumbre. Y en verdad, jamás vehículo alguno en la ciudad se mostraba tan impecable y lustroso que causaba admiración para quien observara, inclusive su colega el Gordo Bachiller de la parada de Buenos Aires y Bolívar en la esquina de la Casa de la Goma de los Larzábal, decía jocosamente que la chapa del automóvil tenía diez milímetros menos de espesor por las continuas fregadas recibidas.

Admiración causó el regalo de su amigo fabricante de jabones. Se trataba de una caja convenientemente envuelta en papel brillante y atado con un grácil moñito conteniendo jabón de tocador, exquisitamente formateados con figuras de flores y colores variados, productos elaborados artesanalmente y que empezara a ser exhibido en la perfumería Riol de Carmencita Arbelaiz, y otros negocios afines.

Como no podía ser de otra manera la reunión festiva llegó a su punto culmen cuando el padrino de los novios hizo entrega de los anillos, previamente bendecidos por el párroco. Al unísono los invitados levantaron las copas brindando por la felicidad de la pareja y éstos sellaron su compromiso matrimonial con un dulce beso.

El cóctel llegó a su fin poco más de las once de la noche, pues el día siguiente era jornada laborable y había que levantarse temprano. En tal sentido el primero en retirarse fue el hermano del novio llevando consigo a la madre. Lo mismo hizo el padrino del compromiso acompañados del resto de los invitados, no así sus dos amigos del alma que se quedaron un rato más a beber los últimos sorbos de cervezas. Luego los cuatro salieron a la vereda donde estos dos amigos se despidieron, en tanto los novios platicaron por breve tiempo para despedirse con un prolongado beso.

Pensar que estas ceremonias del compromiso casamentero y la entrega de anillos fue, en épocas pasadas, un grato acontecimiento social en que participaba la parentela y los íntimos amigos de la pareja. Hoy todo esto se diluyó en el tiempo, no así la vigente homilía del cura cuando expresó: “Partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que veas desnudo y no apartarte de tu semejante”.

En esta senda, son decenas de mujeres y varones repartidos en Argentina que, solidaria y humanamente, alimentan como pueden a gran parte del hambreado pueblo argentino. Cocineras y cocineros se instalan por amor al prójimo en barrios donde la miseria, el basural, las enfermedades, la inseguridad, el narcotráfico y el hambre es una constante. Si tenemos presente que en los cincuenta, el del año de la celebración de aquel compromiso, el índice de pobreza oscilaba entre el 3 y 5 %; en este presente 2023 el 42 % de habitantes del país son pobres; y de estos el 32,2% están por debajo de la línea de indigencia. 

El último informe del Indec sobre la pobreza infantil en nuestro país, destacó que el 51,4% de los menores de 0 a 14 años son pobres. A este dato se le suma el publicado por Unicef que registró que más de un millón de menores dejaron de comer al menos una comida de las cuatro diarias por falta de dinero.

Mientras tanto, los responsables de esta situación ominosa, indolentes pelean por estar mejor ubicados en las listas de las próximas elecciones. Es para llorar.

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