Pinceladas de historia

El aislamiento del territorio de las Misiones Jesuíticas

domingo 02 de abril de 2023 | 6:00hs.

El padre Antonio Sepp, uno de los tantos sacerdotes de la Compañía de Jesús que dedicara su vida a la cristianización de los guaraníes en la Provincia Jesuítica del Paraguay, creada para tal fin en 1609, se constituye, a partir de sus memorias escritas en tiempos misionales, en una de las principales fuentes para el estudio de este período de la historia regional del Litoral. Dos obras suyas, “Jardín de Flores Paracquario” y “Relación de viaje a las Misiones Jesuíticas” representan el testimonio de sus experiencias entre la etnia guaraní. En un momento de su “Relación”, mientras remontaba el río Uruguay en viaje desde Buenos Aires a Yapeyú, se maravilla de los saltos que el río producía como consecuencia del abrupto declive geológico que a la altura de la actual ciudad de Concordia provocaba este fenómeno. Un par de siglos después sobre ese fenómeno basáltico se construyó allí la represa de Salto Grande entre las naciones argentina y uruguaya, en la década de 1970. Por ello mismo, han desaparecido los saltos mencionados por Sepp, existiendo en la actualidad un gran lago de millones de metros cúbicos, cuya superficie se prolonga hasta las cercanías de la ciudad correntina de Monte Caseros, a unos 130 kilómetros del lugar de erección de la represa.

Lejos de reflexionar científicamente sobre su origen, Sepp veía en esa maravilla de la naturaleza la obra de la Providencia, que acompañaba la noble misión de estos sacerdotes en tan lejanas tierras, escribiendo admirado:

“El previsor Creador de la Naturaleza ha creado y colocado esta catarata del río con sus angostas, ásperas peñas, única y exclusivamente para el máximo provecho de nuestros pobres indios. De ello están convencidos todos los Padres Misioneros sin excepción. Pues hasta aquí navegaron, en su insaciable sed de riquezas los españoles con sus grandes barcos. Pero el llegar aquí significó ‘non plus ultra’ ¡no más allá!. Debieron regresar por ello a Buenos Aires y hasta el día de hoy no han puesto un pie en nuestras reducciones, no pueden iniciar ningún trato, ningún comercio y ningún regateo con nuestros indios, y eso es de indescriptible utilidad... Los españoles hacen de los indios, a quienes la Naturaleza otorgó la cara libertad, esclavos y siervos, y los tratan como a perros y a bestias, pese a que los indios son cristianos... y así arruinan todo cuanto ha costado tanto trabajo y sudor a los Padres...”

Sobre el Paraná, en su tramo septentrional, existió también un escollo semejante, los saltos de Apipé. Ambas barreras interrumpían toda comunicación de las Misiones Jesuíticas con el exterior y producían un aislamiento visto con buenos ojos, como se revela en el texto, por los gestores de esta acción misional. Hacia el norte y oriente, los pueblos lindaban con las posesiones portuguesas, pero la barrera fitogeográfica del Mato Grosso y su ampliación hacia la región paranaense impedían el contacto con aquella región. El espejo del Iberá, impenetrable hasta no hace mucho tiempo, impedía, por otra parte, la conexión de las Misiones con la jurisdicción de Corrientes.

Este enclaustramiento favorecido por la naturaleza, apoyaba aquel precepto real de 1681 que indicaba que,

“....está prohibido que en las Reducciones y pueblos de indios puedan vivir y vivan españoles, negros, mulatos o mestizos, porque se ha experimentado que algunos españoles que trajinan, viven y andan entre los indios son hombres inquietos, de mal vivir, ladrones, jugadores, viciosos y gente perdida......”

Esta disposición fue muy tenida en cuenta durante la experiencia misional jesuítica. El contacto con las sociedades españolas fue casi inexistente. Sólo un par de veces al año se trababan algunas relaciones comerciales, especialmente con Asunción desde los pueblos más cercanos, como San Ignacio Guazú o más esporádicamente desde Yapeyú a Buenos Aires, donde alguna flotilla era destinada por la vía del Uruguay.

La estrategia de los Padres consistió en conservar una fuerte autarquía de la región, sin presencia de españoles, buscando conciliar armónicamente el objetivo de cristianización sin afectar profundamente las creencias ancestrales del pueblo guaraní, como su cultura en general. La preservación de muchos elementos del mundo guaraní en la experiencia misional, permitió el desarrollo armónico de la convivencia entre los Jesuitas y los guaraníes durante más del siglo y medio que duró este ensayo de la cristiandad en estas tierras americanas.

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