Tablao de flamenco

lunes 27 de marzo de 2023 | 6:00hs.

Por Ramón Claudio Chávez Ex juez federal

En el año 2018, Nubia Berrío abandonó su Cali natal para probar suerte en España. Tuvo altibajos en los trabajos que consiguió, pero logró adaptarse a Madrid haciendo de moza en un hotel céntrico.

Con 28 años cumplidos los días de descanso se juntaba con amigos latinoamericanos y como suele ocurrir con los inmigrantes, inició una relación con un chico mexicano de su misma edad. Extraña Colombia, pero entiende que una estabilidad laboral siempre va inclinar la balanza como para programar si decide quedarse o regresar.

Mantiene comunicación con su familia e invitó a su hermano menor, Erwin, a que la visite y conozca la patria española. Su hermano vino a verla y permaneció quince días en la capital. Ella lo acompañaba en los francos del trabajo y él recorría la ciudad en los momentos restantes.

Nubia le recomendó una excursión de Madrid al atardecer, que concluía con un espectáculo flamenco en un local comercial, lo que éste, gustoso, aceptó. Lo citaron a las 18 en la plaza Isabel II, frente al Teatro Ópera, para las tres horas de recorrido y luego la cena con el espectáculo de flamenco.

Arribó puntual y no apreciaba la presencia de algún ómnibus para el recorrido, sólo taxis; finalmente ubicó a un joven con una credencial, quien le informó que él sería el guía, pero la excursión era a caminando. No era lo acordado, pero aceptó acompañar a Javier -ese era el nombre del guía- y las restantes quince personas que integraban el contingente, entre ellos una familia de estadounidenses.

La excursión se realizó por la Madrid antigua, y entrada la noche, cruzaron por el Palacio Real, la Catedral, las ruinas de la época de los moros, la Cruz de Quevedo, la Plaza Mayor, la plaza Santa Ana donde en su tiempo vivían los grandes escritores y artistas de la ciudad, como Miguel de Cervantes, Velázquez, Quevedo y muchos más, que se enredaban en fiestas interminables llenas de lujuria.

Hablaron con el guía de la familia real, las críticas al rey Juan Carlos, la aparición de Podemos y la colocación de vidrios en el Puente de Segovia, luego de que varias personas se arrojaran al vacío para quitarse la vida.

Pese a la baja temperatura, el tour fue agradable, la ciudad antigua muy bella y la conservación de los espacios públicos también. Cuando Javier le explicaba en inglés a los estadounidenses, éstos asentían con sus cabezas, aunque no puede afirmarse si era con aprobación o desconocimiento.

A las 9 de la noche el guía los acercó hasta el lugar del espectáculo y sostuvo: “Hasta aquí los acompaño, para los que no conocen cómo regresar les digo que estamos cerca del lugar de partida, para volver pueden hacerlo en taxi o en Uber”, que está autorizado en España.

El hermano de Nubia dudó en ingresar al local del espectáculo, no estaba muy interesado en la música española y poseía poca información sobre ésta. Siendo, además, joven, dos años menos que su hermana, estaba más interesado en una discoteca.

En su interior pensaba que el show sería similar al que existe en casi todas ciudades importantes, donde una señora mayor le habla al público en varios idiomas, pregunta de qué nacionalidad son los visitantes y luego en el espectáculo los artistas invitan a los turistas a subir al escenario para que bailen, que hagan el ridículo mientras todos aplauden.

Berrío no sabía que el genero musical español conocido con flamenco se había desarrollado en la zona de Andalucía y Cádiz, que sus facetas eran “el cante”, “el toque” y “el baile”. Que a pesar de que la Real Academia Española la ubica en la cultura popular andaluza y la notable presencia del pueblo gitano, otros sostienen que es una fusión de distintas culturas que coincidieron cuando el baile se hizo popular.

Optó por quedarse, como lo hicieron los demás integrantes de la excursión, y lo que parecía un espectáculo sencillo de siete personas sobre el tablao -tres mujeres y cuatro hombres-, fue un derroche de placer entre la música y el baile.

Una guitarra española, dos cantaores, uno llamado Juañares, curtido por la edad y su voz ronca, el otro con la voz potente como un tenor, inundaron la sala, mientras las bailaoras y el bailaor con sensualidad y estilo golpeaban los tacos de sus zapatos y contorneaban sus cuerpos al son de la música del cante.

Una de ellas, Inmaculada, se levantó de su silla y desplegaba su gracia en el escenario, las demás la alentaban con frases como:

–¿Qué te pasa, mujer?

–¡Anda, muévete!

–¡Tú sabes lo que es el flamenco, olé!

Los dos cantaores se pusieron frente a frente dejando espacio para que la artista improvise pasos antes las frases del cante lleno de calor, sin ser grosero, y ésta mueva su cintura, sus brazos en el aire expresando cosas imaginarias que los presentes disfrutaban.

A cada cuadro se escuchaba en la sala un aplauso cerrado y el infaltable “¡bravo!”, que era agradecido por todo el grupo.

El show duró una hora y media, casi sin cortes, los artistas no invitaron a nadie para subir al escenario. Explicaron que el grupo se llamaba Las Carboneras y para las presentaciones intercambiaban opinión entre todos, que mucho de lo que se hacía se improvisaba y la coreografía se cambiaba casi todas las semanas.

El colombiano los observó como gente de arte que ama lo que hace, sin divismo, con mucho profesionalismo.

La medianoche de Madrid lo esperaba en la puerta, la temperatura había descendido, estaba feliz por lo vivido, se le pasó la idea de la discoteca. Atajó un taxi y se fue a lo de Nubia para compartir la experiencia.

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