Perfecto Emilio

domingo 19 de marzo de 2023 | 4:02hs.
Perfecto Emilio
Perfecto Emilio

¡Perfecto Emilio!, gritaba el recordado técnico Rodio Olmedo aprobando uno de los movimientos que realizaba el jugador frente a los aros.

Ese jugador era el caudillo y alma de aquel equipo de Brown de Villa Urquiza y del seleccionado Misionero de basketball, los gurises lo admirábamos al costado de esa cancha que alguna vez supo ser escenario de partidos por el argentino de básquetbol, cuando Capital Federal y Provincia de Buenos Aires jugaron allí. Emilio eran el temor de los equipos adversarios, en una época cuando no se conocía mucho la "volcada".

Pasaron algunos años, jugó al fútbol en aquel equipo de Palomar y de nuevo su espíritu y coraje de caudillo se hicieron presentes. Sin embargo, el básquetbol era su pasión, y vuelve para impulsar una vez más al Brown basquetbolero. Una lesión en su rodilla impidió que siguiera practicando su juego más destacado. Siempre quiso estar allí, donde estaba el deporte.

Buen padre de familia y vecino ejemplar, en su trabajo en ENTEL era muy querido y apreciado.

Siempre fue un deportista temperamental pero leal.

De repente una fatalidad lo dejó imposibilitado físicamente. Pero aun así sonreía.

Jugó su partido más difícil, con la vida, demostrando ese espíritu y fuerza que siempre lo caracterizó. Emilio sabía que algunos partidos se pierden, pero perseveró hasta el final, ese fue su triunfo.

Pretendo homenajear a esta gran deportista de Posadas porque se lo merece más de lo que puedan significar estas palabras.

Se llama Emilio Luengo.

Los que lo recuerdan saben que está dentro los grandes del básquetbol de la provincia y los más jóvenes deberían mirarlo como un ejemplo de deportista y de coraje.

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Su paso era distorsionado, lento y esforzado.

Así Intentaba cruzar, en aquella tarde, la transitada avenida De Haro, en aquel entonces con circulación de doble mano, con los autos transitando raudamente de un lado y del otro.

Difícil, atemorizante y agobiante tarea. Casi como llegar al Aconcagua para algún mortal saludable.

Contaba para su hazaña con un bastón y su fortaleza de espíritu.

El repentino accidente cerebro vascular lo había casi paralizado hacía ya algunos años. Se encaminó a cruzar esa calle desafiando sus circunstancias y el peligro.

Cuando le vi, quise correr para "socorrerlo" y llevarlo de vuelta a su casa. O tomarle de la mano y ayudarlo.

De repente me vinieron las imágenes de aquel gran deportista y observé en su rostro el ahínco y empeño de una jugada final. Noté el esfuerzo con sus limitados recursos físicos, como señal de su férrea voluntad que le instaba a continuar y lograr su objetivo.

Detenerlo hubiera sido una blasfemia a su espíritu, una cachetada a su esfuerzo. Emilio necesitaba esa prueba, necesitaba ganarle al destino propuesto por su infame e injusta enfermedad. Y lo haría a su manera, como siempre, luchando.

Transcurrieron varios minutos que parecieron una eternidad. Lo miraba aterrorizado. Cada afanoso paso era un reto enfrentando el peligro y la adversidad.

Y lo logró.

Cuando pisó la otra vereda, sonrió satisfecho por algunos minutos y prosiguió su despaciosa marcha… hacia su destino.

Yo exclamé para mis adentros ¡perfecto Emilio!, como le gritaban cuando realizaba una de sus jugadas magistrales en la cancha de su Club Brown querido.

Este episodio fue un regalo de la vida, un ejemplo para seguir luchando por mis ideales.

Este es mi homenaje a Emilio Luengo, mi héroe y amigo.

 

Luis Daniel Flores

El relato es inédito. Flores es médico, reside en Posadas. El autor publicó Vivencias en el año 2016.

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