No lo trates de entender

¿Cómo vivimos los argentinos este último mundial? No sé cómo explicarte. Sintetizar en palabras un éxtasis de felicidad tiene su grado de complejidad. Es un estado risueño permanente que se despierta con sólo mirar una foto, el video de una jugada o escuchar el cántico “muchachos”. El cerebro libera una maza revolucionaria de endorfinas alocadas que conspiran contra todo comportamiento dócil. Sentís una erupción violenta en tu interior, una llamarada abrazadora que reduce a cenizas los pensamientos sensatos, que toma a estribor el timón de tu cuerpo y te sacude furiosamente como un terremoto de 10.0 en la escala de Rither.
Una explosión de júbilo que te catapulta hacia el éter para que conozcas el paraíso de los murgueros y disipes, al menos por un rato, todos los quilombos de tu vida rutinaria. Un parto de múltiples sonrisas que alimentan las aurículas del corazón con el verdadero maná caído del cielo y que muerden, como pirañas, tu sistema neurológico.
Desde el aire, parecemos una colonia de hormigas saliendo de sus refugios para copar el jardín, subiendo y bajando de todo objeto que se pueda trepar. Nos vas a ver gritando, cantando, saltando, bailando, llorando, rezando, destapando y agregando cuanto gerundio universal se nos antoje. Somos una poción mágica de vesania y alborozo, un motín psiquiátrico en el manicomio, una epidemia enfermiza que otros países no lo han podido declarar. Cabuleros inadaptados, insurrectos escénicos, dementes en fuga conspirando contra el universo, filósofos apasionados debatiendo en los bares después de una seguidilla de tragos, promeseros amateurs de una barra bullanguera que sonríe al cielo buscando entre los astros a su barrilete cósmico, al zurdo inmortal, al Pelusa de Fiorito para agradecerle una vez más su titánica ayuda.
¿Cómo te puedo explicar lo irracional, lo absurdo, lo incomprensible si en este terruño bendito a veces lo llamamos genialidad?
Ojalá pudiéramos detener el tiempo con una fotografía, para observarnos cargando ese entrañable contrabando de regocijo. Ojalá pudiéramos anestesiar el reloj para extirpar definitivamente las grietas que nos oprimen.
Algunos elijen dudar y tienen derecho a hacerlo. Nosotros elegimos creer, preferimos soñar, escogemos levantarnos y seguir luchando aunque el mundo gire a contramano y nos hiera el alma. Caballeros quijotescos de un cuento qatarí. Hidalgos escuderos que de la mano del “messias” izamos la codiciada Copa del Mundo en Medio Oriente, bordando con hilos de emoción y barbarie, nuestra tercer estrella dorada. “Posta”, no se cómo explicarte. Simplemente no lo trates de entender.
Marcelo Rodríguez
El relato es parte del libro La tercer estrella
que reúne anécdotas, vivencias, relatos y narraciones
del mundial de Qatar
próximo a editarse.
Rodríguez ha publicado los libros
"Cuentos con Esencia Misionera"
y Poemas con Esencia Misionera.