No te entregues Neguiño
Un automovilista que conocía la historia observó a una persona que se desplazaba en silla de ruedas. -”Vos sos Neguiño?”- Con una sonrisa responde: -”Sí, el mismo”-

La Vida nos entrega historias de las personas del más variado color, desde las alegres, románticas, fuertes e incluso tristes.
Neguiño Pedrozo era un peón rural, carpidor, tarefero, cuidador de animales, rozador, como muchos de nuestra zona. Como era de estilo al finalizar la semana luego del arduo trabajo se juntaban con otros peones a celebrar el merecido descanso.
En esa tradición era común verlos en los almacenes cercanos, comprando la provista y compartiendo unos tragos con los amigos. Algo natural que no siempre terminaba de la mejor manera, en ocasiones la compra de las bebidas disminuía su dinero y no les alcanzaba para la provista semanal. Debían recurrir al fiado si gozaban de crédito o esperar el inicio de la semana para pedirle un adelanto al patrón para el alimento diario de la familia.
Hace más de veinte años, Neguiño, sus hermanos y otros amigos un viernes o un sábado de noche, se encontraban bebiendo en las vías del ferrocarril cerca de la estación Apóstoles. Nos preguntamos:
¿Por qué allí?
Era el camino más cercano para llegar al poblado y por costumbre lo utilizaban. Las cajas de tetrabrick pasaban de mano en mano y de boca en boca, se sentían alegres disfrutando de sus momentos de descanso laboral.
Como suele pasar el exceso de alcohol produce efectos indeseados en las personas, algunos se tornan chistosos, otros se ponen agresivos y se molestan por cualquier comentario pueril.
Para desgracia de Neguiño una formación de un tren de cargas estaba realizando maniobras en la estación, circulando en sentido inverso a baja velocidad para cambiar de vía. Como el motor del cowboy estaba en la parte delantera del tren no se escuchaba su ruido y él tenía sus dos piernas apoyadas en las vías.
Algunas versiones sostienen que estaba dormido, otras que, al querer salir, tropieza y cae en el lugar; las ruedas de acero cruzaron sobre sus piernas y las trozaron, mientras el resto de su cuerpo caía en el cauce de un pequeño arroyo existente en el lugar.
Alguien de sus acompañantes se trasladó a una casa cercana, desde allí se comunicaron con la policía, que demoro en llegar al igual que una ambulancia y lo trasladaron al Hospital.
Tuvo un largo período de internación hasta que pudo recuperarse, ya sin sus dos extremidades. Los médicos sostuvieron que no murió desangrado por caer en el pequeño arroyo; el agua y el barro actuaron como neutralizante para evitar la mayor pérdida de sangre.
Dicen los especialistas que tras la amputación de las extremidades aparecen sentimientos de tristeza, sorpresa, no aceptación de la situación, ira y pensamientos suicidas. El cambio en la imagen corporal es vivido como un estigma y una pérdida de independencia, lo que genera sentimientos de inferioridad, negativismo ante su vida, y sus roles sociales y profesional. Pedrozo al momento del accidente no tendría más de 30 años y a partir de allí, su vida cambió para siempre.
No sabemos a ciencia cierta, si el Estado lo ayudó en la construcción de una vivienda para alquilar y poseer una fuente de ingreso; si eso es así, no conocemos si aún la posee o terminó en manos de algún individuo de baja calaña. Creemos que Neguiño debe poseer una pensión por su incapacidad, tampoco quién de sus familiares la administra.
Un automovilista que conocía la historia, hace pocos días observó a una persona que se desplazaba en una silla de ruedas sin sus dos extremidades, solicitando alguna colaboración en la esquina de un semáforo de la ciudad de Apóstoles. Pedía algo con las manos y la mirada hacia el piso, como si tuviese vergüenza.
Pensando que podría ser el hombre de la historia le pregunta:
¿Vos sos Neguiño?
Con una sonrisa al sentirse reconocido responde:
– ¡Sí, el mismo! –
Ese momento de felicidad no se reflejaban en sus ojos tristes, que demostraban lo contrario.
“No te Entregues NEGUIÑO”.