Misiones, este reino de la Tierra Colorada es Tierra de Agua, un espacio geográfico de casi treinta mil kilómetros cuadrados, surcado por unos ochocientos arroyos que, Sierra Central mediante - donde nacen muchos de ellos -, desaguan en los ríos principales Iguazú, Paraná, Uruguay y sus afluentes.

Unos cuatrocientos de estos cursos de agua se dirigen hacia el límite brasileño buscando el llamado “río de los pájaros” o el Pepirí Guazú - “río de las pavas grandes” -; alrededor de doscientos setenta arroyos convergen en el Paraná y más de un centenar se vuelcan en el río San Antonio y en el Iguazú; muchos albergan saltos y cascadas, conocidos, públicos, privados, escondidos y hasta por descubrir.

El otro lugar de nacimiento de los arroyos es la altiplanicie de San Pedro; así este gran ecosistema misionero, se forma a partir de un conglomerado ancestral de agua, flora y fauna, en un sincretismo majestuoso, único y nuestro.

Cada uno con su nombre, incontables en lengua nativa - Acaraguá, Garupá, Chimiray, Mbocay, Ñacanguazú, Piray, Uruguaí, Tabay, Tupicuá - por citar pocos ejemplos; otros en relación con la religión católica - Santa Ana, San Alberto, San Eugenio, San Emilio, Santa Rosa, Santa María, Virgen, etc. -; algunos perpetúan características de antaño o fechas - Veintiséis de Julio, Tres de Mayo, Refugio, Mojón, Horqueta, Escondido, etc. -; con nombres propios - Victoria, Ratto, Ramón Ayala, López, Lázaro, Franco Bautista, entre tantos -; algunos nos recuerdan características regionales - Papudo, Loquiño, Falsito, y más -; los hay con nombre de animales o plantas - Lechuza, Laurel, Yerbal, Jazmines, Hurón, Guatambú, Dorado, Coatí, Yerbas del Paraíso -; tienen en común un pasado donde fueron imprescindibles y protagonistas - la mayoría - y esas características que nos remontan a la frescura entregada cuando las temperaturas agobian, a sus orillas encajonadas y custodiadas por vegetación que agrega sombra e invita al descanso.

Existen dos municipios en la provincia que rinden homenaje, desde sus nombres, al arroyo, simplemente.

Uno de ellos es “Dos Arroyos”, a finales de la década de 1920 se realizó la subdivisión de la Sección D de la Colonia Guarany - se escribía con “y”, según el fondo documental del Archivo General de la Provincia - ; en 1934 vecinos del paraje conocido como “Dos Arroyos”, por entonces Departamento de San Javier, solicitaron a la Gobernación del Territorio Nacional de Misiones la creación de una Comisión de Fomento, la preocupación principal era la construcción y mantenimiento de los caminos de la zona.

Unas seiscientas familias de colonos vivían en el área, ocho escuelas primarias atendían a una población escolar de ochocientos alumnos aproximadamente, el vecindario cumplía con las obligaciones tributarias, a tal punto que representaban el cuarenta por ciento del total recaudado en la Colonia.

Dado los argumentos tan contundentes, se autorizó la organización de la Comisión a través del Decreto N° 49/35, se fijó la sede en el Lote N° 102 de la Sección E de la Colonia Guarany, sobre una superficie de 10.210 hectáreas; los primeros integrantes fueron Juan Insúa Lagares, Juan Ramón Escalada, Ambrosio Lamera, Hernán Convy y Alfredo Félix Mendoza, con mandato de dos años, ad–honorem - posta -.

Se solicitó al ministro del Interior que oficializara el nombre con que era conocida la Colonia, dado que la costumbre de las autoridades porteñas era imponer designaciones que tenían que ver más con la tradición centralista que con la regional, poco tiempo después el Poder Ejecutivo Nacional confirmó la denominación tan arraigada en la zona.

La primera sede de la Comisión de Fomento fue un inmueble de madera, con dos habitaciones y un corredor, en un terreno donado por Manuel Fernández Alonso.

Según la tradición oral, el apelativo “Dos Arroyos” surgió en referencia a los arroyos López y Guerrero que surcan esa geografía y se unen unos kilómetros más adelante; otra versión brindada por el antiguo vecino Bernardino Carré recuerda que cuando el maestro Lagardi se desempeñaba en la Escuela N° 175, en inmediaciones de la confluencia de los dos arroyos, con otro colega debían trasladarse a San Javier para hacer efectivo sus sueldos; vadear esos cauces era casi imposible cuando las lluvias se presentaban o las “crecidas” eran imprevistas, Lagardi repetía un latiguillo “vamos a cobrar si nos dejan los dos arroyos” que se perpetuó en las dos últimas palabras y se popularizó.

El otro municipio es “Arroyo del Medio, creado por Decreto N° 1133/43 aunque concretado en 1948, sus límites fueron establecidos en 1957, aunque entre 1979 y 1983, se retrotrajo esa decisión y fue incorporado al municipio de Cerro Azul; el regreso del sistema democrático le devolvió la autonomía, como es común en nuestro medio varios credos contienen a los habitantes y cada 20 de junio celebran - a la usanza católica - la fiesta patronal de San Pedro y San Pablo.

Un lustro atrás, el municipio se transformó en el set de filmación de la película nacional “El silencio del cazador”- que también utilizó otras locaciones misioneras -, alberga un circuito para carreras de motos e inauguraron la “Fiesta de la Rosa”, nacida del anhelo de un grupo de mujeres, encabezadas por Mirta Minoso; inicialmente el objetivo fue dejar una huella en los vecinos, a través de flores, plantas, con preferencia por las rosas - cuya producción tiene fama regional -; al principio organizaban eventos en fechas caras para la familia misionera y todo el pueblo era decorado con cientos de estas flores, poco a poco la idea de transformar esa pasión en una fiesta del calendario municipal y provincial tomó cuerpo.

Si la curiosidad sobre estos temas es grande, sugiero el “Diccionario Geográfico Toponímico de Misiones” un trabajo soberbio de Miguel A. Stefañuk y para soltar la imaginación “Tierra de agua” de Los Núñez, el tema musical y la obra completa de principios de este siglo.

¡Hasta el próximo viernes!