Aprendió el oficio siendo muy joven

Felipe Benítez, el mago de los zapatos del Norte misionero

Desde hace tres décadas repara calzados de vecinos de Wanda, Libertad y Esperanza. Sus secretos en el rubro
domingo 29 de enero de 2023 | 6:06hs.
Felipe Benítez, el  mago de los zapatos del Norte misionero
Felipe Benítez, el mago de los zapatos del Norte misionero

Felipe Santiago Benítez (63) es conocido en Wanda, Puerto Libertad y Puerto Esperanza como el zapatero del Norte, toda una institución en estos municipios del Alto Paraná.

El hombre es desde hace más de 30 años el fiel reparador de calzados de todos los vecinos y la difusión de su trabajo boca a boca hace que vaya sumando nuevos clientes todo el tiempo.

Su historia, al igual que la de muchas familias de la zona, es la de la inmigración.

Vino a Misiones desde Paraguay siendo muy pequeño, junto a sus padres Patrocinio Benítez y Victoria Duarte y diez hermanos, de los cuales dos de ellos -un varón y una mujer- ejercieron el mismo oficio que él.

“Cuando tenía 15 años viajamos a Buenos Aires, donde un cuñado tenía una pequeña fábrica de zapatos”, recordó sobre cómo comenzó su largo andar en este mundo que combina pegamento, una máquina de coser, cuero, hilos, tijeras y mucha pasión.

Pero tras unos años de ejercer este trabajo en el Centro del país, decidió regresar a la provincia, más precisamente a Wanda, la ciudad de las piedras preciosas.

“Primero trabajé en el sector rural haciendo raleo de pinos con motosierra y en una empresa que recolectaba resina”, dijo.

Con lo que ganó en ese trabajo en la forestoindustria ahorró para ir tras su sueño y dedicarse a lo que realmente quería: la zapatería.

“En ese tiempo fui adquiriendo las máquinas para instalar mi negocio propio, y aquí estoy desde hace más de 30 años reparando y fabricando calzados, confeccionando tapizados para motos y cintos, entre otros”, contó a El Territorio.

Muy querido por todos

Felipe es una persona muy querida por toda su clientela y la vecindad. Hasta llegó a tener por diez años una zapatería en Puerto Libertad, donde viajaba diariamente para atender a sus clientes. Hoy, ya más grande, decidió instalarse plenamente en Wanda, donde sigue al frente de su local y jubilarse todavía no es una opción. Además es también orgullo puro para su familia, que la formó y sustentó con el esfuerzo de sus manos.

“Me siento muy bendecido por Dios en primer término, y agradecido infinitamente por el acompañamiento incondicional de mi esposa Stella Maris Ojeda, mis cuatro hijos y cinco nietos, y por supuesto a mi clientela que terminan siendo amigos. La consigna de esta casa es hacer un buen trabajo, brindar buena atención y precios accesibles”, dijo sobre sus secretos para perdurar en el rubro. Este último punto es clave en un momento económico del país donde los oficios resurgen con más fuerza ante la imposibilidad muchas veces de reparar un objeto viejo por uno nuevo.

Actualmente tiene su local en el barrio Lapachillo de Wanda, donde pasa largas horas reparando todo tipo de calzados, zapatillas, botas y bolsos que le confían damas y caballeros del pueblo, como desde hace ya tres décadas.

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