La salud en Argentina y los agujeros negros

viernes 20 de enero de 2023 | 6:00hs.

Hasta fines del siglo XVI, es decir cuando se instauraron las misiones de franciscanos primero y jesuitas luego, los movimientos de resistencia activa de los guaraníes contra la dominación hispánica fueron muchos y muy variados. Entre 1537 y 1598 se han documentado más de 20 rebeliones que poseían una característica comúdmanifestad mmmmm Un agujero negro es una región finita del espacio en cuyo interior existe una concentración de masa lo suficientemente elevada como para generar un campo gravitatorio tal que ninguna partícula material, ni siquiera la luz, puede escapar de ella. La gravedad de un agujero negro, o curvatura del espacio-tiempo provoca una singularidad envuelta por una superficie cerrada, llamada horizonte de sucesos. Esto es previsto por las denominadas ecuaciones del campo de Einstein. El horizonte de sucesos separa la región del agujero negro del resto del universo, y una vez dentro de él, ningún tipo de partícula, sea material o electromagnética, puede salir, ni siquiera los fotones. Haciendo un paralelismo de esta conjetura, lo mismo que la teoría enuncia sobre lo ocurrido con partículas y hasta con fotones, se proyecta con los fondos que ingresan al sistema de salud argentino. Y el término horizonte de sucesos podría equipararse a los parches que se desarrollan en un sistema que cada vez tiene menos cobertura para los pacientes, los médicos muy mal remunerados y serios problemas de financiamiento del mismo.

En mayo de 2021, la Organización Mundial de la Salud (OMS) conformó el denominado consejo sobre los aspectos económicos de la Salud para Todos. Esta nueva institución tiene como objetivo replantear la salud para todos como un objetivo mundial y garantizar que las economías y las finanzas nacionales y mundiales se estructuren de manera que se cumpla. La idea es determinar nuevos formatos de medición y valoración de la salud para todos garantizando que los sistemas financieros inviertan en crear salud.

El ambicioso desafío requerirá una transformación de la financiación de la salud, concibiendo esta financiación no como un costo sino como una inversión a largo plazo a favor de una “sociedad sana”, ratificando la verdad fundamental de que la salud y la economía son interdependientes.

En el mismo sentido, la OMS, luego de la pandemia sugiere como meta que las naciones destinen el 6% de su PBI a la salud. Argentina gasta en salud en promedio, tomando como dato la última década, el 9,4 % del Producto Bruto Interno (PBI). De ese porcentaje, el 2,7 % correspondió al sector público, principalmente en las provincias, lo que es consecuente, ya que el mayor número de prestadores se encuentra en el sector provincial.

Sin embargo, el gasto público debería superar los 6 puntos del PBI y en nuestro país no llega al 3 por ciento. La experiencia internacional indica que los países con mayor nivel de equidad en salud son aquellos cuyos gastos en este rubro superan el 6 % del PBI en el sector público, exclusivamente.  En lo que respecta a la Argentina, hay que tener en cuenta que no todas las provincias tienen la misma infraestructura; por ello, la Nación debería lograr una mayor equidad y un mayor desarrollo en las provincias.  Existe en este sentido una gran fragmentación.

Pero además y aquí está quizás la característica distintiva de nuestro sistema de salud y parte de las causas de que se pueda relacionar con el concepto de agujero negro: la falta de control absoluto de los fondos delegados en la denominada seguridad social, en su mayoría obras sociales sindicales que aproximadamente manejan cerca del 3% del gasto en salud, lo cual denota una importante falta de control del gasto.

El 70% de las casi 300 obras sociales gremiales son muy pequeñas y con fondos de riesgo inestables, lo que las torna inviables desde el punto de vista prestacional y financiero, pero al ser cajas políticas de los sindicatos, siguen siendo subsidiadas sin que se tome ninguna medida de fondo

Al respecto, hay que tener en cuenta que, lamentablemente, no hay relación directa entre el gasto y los resultados. Por eso, es necesario considerar otros aspectos, como la relación ingreso per cápita y nivel de acceso a la salud. Entre otras causas, podemos subrayar la falta de integración del sistema.

Por otra parte, el gasto de la seguridad social, principalmente del Pami, está estipulado en un 0,9 % del PBI, lo cual genera que el Pami sea prácticamente una entidad inviable en términos actuariales, y así, es un problema, ya que queremos intentar darles todo lo posible a los jubilados y ello es imposible.

La situación del sistema es muy grave, muchos médicos especialistas en el sector privado, que atienden a cerca del 60% de la población que tiene obras sociales o prepagas, se dan de baja del sistema, algunos emigran al exterior, hastiados de una situación de crisis sin resolución y permanente. Esto se profundiza si agregamos los aranceles bajos y desactualizados que reciben las clínicas y sanatorios privados, los plazos de pago insostenibles en el marco de una economía inflacionaria y con volatilidad en materia cambiaria. Esto, sin mediar acciones, impacta directamente en la falta de atención, demoras en los turnos y listas de espera como consecuencias directas de estas asimetrías estructurales.

En síntesis, crisis de los médicos, el aumento de las cuotas de las prepagas, desfinanciamiento obsceno de las obras sociales sindicales y el aumento del precio de los medicamentos e insumos producto de la inflación y de la volatilidad cambiaria describen las consecuencias de un cóctel explosivo con perspectivas de serios problemas para el 2023.

Es el momento de incorporar el debate sobre el financiamiento de la salud y la administración de esos fondos de manera eficaz y transparente. Este debe ser un tema crítico de todas las agendas de quienes pretenden gobernar el próximo mandato en nuestro país. Desde luego, el desafío será abordarlo con decisión política, capacidad técnica y la verdadera convicción de que debemos terminar con las ecuaciones del campo de Einstein, el horizonte de sucesos que hacen que una cantidad enorme de fondos se vayan por un agujero negro sin control alguno y atentando contra la salud pública y la calidad de vida de la población.

Por Juan M. Ibarguren
Secretario General de la Cámara
de Medicina Oftalmológica (Cameof)

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