El perseverante oficio que se transmitió hasta la tercera generación

Una tapicería que mantiene la tradición familiar hace años

La familia González se ganó el reconocimiento y la confianza de la gente. Mantiene la premisa de que por un mueble se hace todo para restaurarlo y no descartarlo
domingo 15 de enero de 2023 | 6:05hs.
Una tapicería que mantiene la tradición familiar hace años
Una tapicería que mantiene la tradición familiar hace años

Una familia posadeña de tapiceros sobrevivió a todas las crisis que se presentaron desde 1956 y sigue con el legado generación tras generación. Hace más de 66 años, el papá de Alfredo González (63) comenzó con un emprendimiento de tapicería sin saber que su arduo trabajo, mantenido por la credibilidad y la confianza de los clientes, hoy seguiría en manos de su hijo y su nieto.

Tanto Alfredo como su hijo Sergio González (32) recibieron a El Territorio en su lugar de trabajo que lleva el apellido familiar y narraron la emotiva historia. “Lo que nos mantuvo hasta acá es la confianza de la gente, siempre tratamos de cumplir y brindar soluciones con materiales de calidad”, comentó Alfredo.

Con su oficio restauran hasta el mueble más deteriorado, con la premisa de evitar el descarte. Pasaron los años y familias renombradas acuden a la tapicería Gonzalez con el fin de restaurar muebles, objetos y autos antiguos. “Nada se desecha, hay sillones que vienen con una parte podrida y nosotros le renovamos y le damos vida”, expresó el padre tapicero.

Con una clientela fiel que se mantiene en algunos casos desde hace más de 30 años, el negocio sigue el legado y suma nuevos clientes que vienen por recomendación.

Entre la labor diaria que realizan están las reparaciones y restauraciones de bancos de motos de agua, lanchas y autos. Además fabrican sombrillas y almohadones, entre otros trabajos que hacen con el fin de solucionar de forma rápida y eficaz la demanda de los clientes.

Maderas, telas, lijas, cueros, cola adhesiva, goma espuma y mucho más inetgran el día a día de la tapicería, donde variedad de muebles entran en ‘coma’ o totalmente ‘muertos’ y en una o dos semanas de ‘terapia’ pueden vuelven al ruedo con más brillo que nunca. Minuciosa atención al detalle hace que el trabajo de reparar, en especial objetos antiquísimos, parezca más complejo incluso que el de fabricarlos desde cero.

Por otra parte, restauran sillas y sillones, fabrican flotas enteras de asientos para salones y comercios y entre muchas tareas, la favorita de Sergio es hacer volantes artesanales de cuero para autos, que por su trabajo y calidad apenas se difrencian de los originales.

Perseverancia

En épocas de abundancia y de escasez, la familia de tapiceros se mantuvo firme y perseverante. “Pocas veces las crisis nos afectaron, fue en el año 83, en los 90 y en la pandemia de Covid-19 donde más sufrió nuestro oficio y perdimos a mi madre y eso nos golpeó bastante. Por suerte, tenemos la grandeza de que nuestros fieles clientes siempre nos eligen y nunca nos quedamos sin laburo”, explicó Alfredo.

Entre la calidez de las palabras cargadas de historia y risas, soltó: “Ahora va a quedar mi hijo a cargo porque yo ya estoy con 63 años.  No voy a dejar de trabajar, pero me voy a encargar de tareas menores”.

Tras el parate por la cuarentena, el negocio reabrió con todo. “Nos estamos reponiendo”, sostuvo Alfredo, que aprendió el oficio de su padre y se lo enseñó a su hijo Sergio. Además un pequeño nieto ya asoma en el escenario como próximo encargado.

Si bien durante el último tiempo solían tener muchos trabajos enfocados a los automóviles (también hacen encargos sobre motos y lanchas), hoy los juegos de living- comedor son la estrella.

Los actuales son la tercera generación de tapiceros. Fotos: NATALIA GUERRERO

Sobre sus inicios en este mundo, Sergio, señaló: “Yo empecé ayudando a mi papá a desarmar, después aprendí a coser y despacito fui aprendiendo y entendiendo este oficio”.

En el tinglado ubicado en la esquina de la Calle 124 y avenida Ramón Martirenez se encuentra el lugar cargado de historia, vivencias y anécdotas. Allí, cuatro personas pasan al menos doce horas al día cumpliendo con los pedidos. Entre cueros, telas, sillones tapizados, maquinas de coser y cuadros de fotos con las personas que dieron inicio a la tapicería, el legado promete seguir por muchos años más.

Con un trabajo grupal y una puntual demanda que los hizo trabajar aún más, de dos o tres autos que llegaban para ser restaurados, ahora logran acaparar hasta cuatro o cinco y el rubro prosigue.

“Yo quiero seguir con esto porque es algo bueno que heredamos de mi abuelo, que era muy buena persona y muy buen trabajador. Ojalá en un futuro no muy lejano, pueda compartir este oficio con mis hijos y las futuras generaciones”, finalizó Sergio mientras dejó escapar una nostálgica sonrisa. 

 

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