Ñande Reko Rapyta (Nuestras raíces)

Misionero por convicción

viernes 13 de enero de 2023 | 6:00hs.

El 17 de octubre de 1945, Abel era un niño de 11 años, fue uno de los miles que se concentraron en la Plaza de Mayo aquel día histórico para el país -compartiendo o no la ideología política, la implicancia resulta innegable-; entonces no lo sabía, pero ese día nació un “Movimiento Nacional y Popular” y su vocación política; la vivencia del miércoles tórrido nunca se transformó en recuerdo para él.

Abel Ricardo nació el 7 de mayo de 1934, en una familia burguesa de la Capital Federal; su padre fue Armando María de Arguibel, falleció cuando él tenía 16 años, moldeó la sed de empatía y la convicción de la justicia social. Su madre fue Eva Guillermina Costa.

Cuando tuvo la edad suficiente adhirió a la Alianza Libertadora Nacionalista, la irrupción de “La Libertadora” en 1955 trajo el cañoneo y destrucción de la sede de la institución en el centro porteño, el asesinato de varios de sus líderes, el surgimiento de la Resistencia Peronista y algunas detenciones consecutivas para Abel; la única posibilidad de sobrevivir era salir de Buenos Aires. A pesar de haber “perdido” su Libreta de Enrolamiento, apuntó al norte y se vino, buscando llegar a Paraguay, pero el destino tenía otros planes.

Misiones lo recibió con los brazos abiertos y la posibilidad de trabajo digno, luego de fallidos intentos por cruzar la frontera… indocumentado; las calles polvorientas facilitaron changas, ventas domiciliarias y contactos con nuevos compañeros, a pesar del peligro implícito. Una cosa trajo otra y pudo cruzar “chimbo” a Brasil dos años después. El sur gaúcho también fue hospitalario; luego de peregrinar por algunas de sus ciudades se instaló en Uruguayana.

Siempre emprendedor, puso en funcionamiento una fábrica de caramelos y chupetines; dada su situación irregular, contó con la colaboración de un socio que, traición mediante, se apropió de la floreciente industria con el apoyo “logístico” de un uniformado local. La situación implicó regresar al país después de cuatro años, acompañado por Wilma Koglin, formalizaron el vínculo en Paso de los Libres y se dirigieron a Misiones. En Posadas nuevamente, fijó domicilio atrás del Anfiteatro y poco a poco se reconstruyó. Despuntando las ansias políticas, colaboró en la fallida campaña de Ricardo Enrique Gíes -a principios de los 60-; allí se forjó un vínculo fundamental.

A pesar de la prescripción oficial hacia el peronismo, colaboró activamente en la campaña que consagró a Balbino Brañas como intendente municipal en el año 1965, y fue uno más entre los inolvidables Coco Ripoll, Elvira Baldi de Luján, Agustín Teófilo Puentes, Aparicio Almeida, Juan M. Irrazábal, Víctor Canolli y el “purrete” Vicente Armando Luján, por citar algunos nombres de fuste, encolumnados en la ideología política. Se afilió al “partido” en la Unidad Básica de Belgrano casi San Lorenzo de la ciudad de Posadas; el carnet tiene el número cuarenta y uno.

Fue el doctor Gíes quien lo designó “agente marítimo” de la empresa Heller en Eldorado; poco tiempo después se instaló en la Capital del Trabajo. Fuera de las obligaciones laborales, destinó tiempo y ganas para fundar la peña El Lazo en el kilómetro 2. Colaboró con la organización de los corsos vecinales en varias oportunidades, fue vicepresidente del Club Social General San Martín, delegado del Club Hogar y Selva ante la Liga de Fútbol de esa ciudad, congresal provincial justicialista y miembro del Consejo Departamental. El nacimiento de Mónica Beatriz renovó convicciones y compromisos; alrededor de 1970 se presentó una oportunidad en la costa del río Uruguay, los buenos oficios de un amigo médico allanaron el camino.

Así llegó a San Javier para hacerse cargo de la Hostería de Turismo del ACA. Como no podía ser de otra manera, también integró el Consejo Departamental y fue congresal justicialista.

Y como nada dura para siempre, un día de 1972 el justicialismo recuperó su personería jurídica. A pesar de ello, las pasiones desbordadas estaban a orden del día; ese año terminó con el asesinato de Coco Ripoll, el 10 de diciembre. Como consecuencia de semejante acto, las filas peronistas se dividieron, surgieron nuevas facciones como tercera posición. Fue en ella que Abel participó como candidato a diputado provincial en el año 1973, y resultó electo; conformado el bloque justicialista en la Cámara de Representantes provincial, fue designado presidente por el voto de sus pares.

En esa vorágine se reencontró con Midian Estela Martínez, una empoderada joven -aunque el concepto no se utilizaba entonces- a quien había conocido cuando era poco más que una niña y de quien había quedado prendado íntimamente. Las jornadas laborales interminables, las coincidencias partidarias y la tierra colorada hicieron el resto. Desde entonces son una pareja indestructible y un equipo de trabajo inigualable, padres de dos misioneros puros por cruza: Ricardo Hernán y Gonzalo Javier.

Fueron tiempos violentos esos de la década de 1970 en Misiones: al asesinato de Ripoll todavía doliente se sumó, el 30 de diciembre de 1973, el atentado en el que perecieron el gobernador de la provincia Irrazabal y su esposa, el vicegobernador Ayrault y su esposa, el piloto de la aeronave Pirovani, y poco después, la hija del primer mandatario.

La magnitud de semejante hecho, calificado por décadas como accidente, superó a todas las organizaciones políticas locales. El caos y la incertidumbre fueron en aumento hasta desembocar en una intervención provincial dictada por el gobierno nacional en 1975; fue la última participación pública de Abel determinada por el voto popular.

Nuevos rumbos apuntalaron al actor de radioteatro de otrora. Con Jorge Valdez en la vieja LT 17, surgieron las glosas tangueras, el recitado, y como bailarín de “música ciudadana” se plantó sobre un escenario… y no se bajó más. Como exdiputado provincial fundó el Círculo de Legisladores de la Provincia, del que fue presidente provisional y electo. Luego de dos años de gestiones, la institución adquirió el predio denominado Las Tacuaritas, donde se construyó un complejo social,

Después integró el Coro de Ajupaprom, bajo la dirección del maestro Francisco Soto y el profesor Roberto Cubas pulió al danzador innato; participó de cuanto encuentro de adultos mayores y festivales se realizaron en los últimos veinte años, fue electo Abuelo Gaucho, Mejor Compañero, Rey de los Abuelos, delegado para el Festival de Malambo de Laborde; multipremiado, declarado Personalidad Destacada de la ciudad y de la provincia, actor en varias producciones nacionales, colaboró con la Murga de la Teta y el Grupo Papel Nono; su incansable andar ha sido reconocido por el Partido Justicialista, la Cámara de Representantes y el IPS.

Y esta historia todavía está en desarrollo, porque 88 años son pocos para Abel; casi me olvido de un dato, constituye la séptima generación de argentinos, sus antepasados llegaron en 1702 y 1762 a esta parte de América, cuna de ilustres compatriotas; uno de ellos fue Juan Manuel de Rosas. Como tantos miles de “autoinmigrados”, hizo de Misiones su lugar en el mundo, como pocos se hizo misionero, entregó y entrega todo de sí, pionero, emprendedor, buscavida, sensible, poeta, bailarín, esposo, padre, abuelo, compañero y muy especialmente, un comprometido militante de la vida.

¡Ojalá existieran más palabras para agradecerle la convicción, la coherencia y la resiliencia Abel Ricardo Costa de Arguibel! Y como la fruta no cae lejos del árbol, gracias Lalo.

¡Hasta el próximo viernes!

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