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Monstruos

domingo 08 de enero de 2023 | 6:00hs.
Monstruos

Las hormonas a los 18 años te suelen jugar una mala pasada, el instinto fluye por la sangre. Los perros cuando están en manada son peligrosos, los seres humanos también, porque cobran valor que solos no tienen. Las noticias sobre los rurgbiers están construyendo un relato desgarrador; no es menor, porque la muerte es desgarradora. Imagínense un grupo de ocho amigos qué salen a bailar, qué se sienten seguros ya que los rugbiers suelen pasar muchas horas en el gimnasio y la posibilidad de peleas se les presenta como una forma de diversión, fomentada por las películas y series violentas dónde los héroes no tienen piedad y pareciera que las piñas y las patadas te convierten en uno; esto junto con una sociedad altamente competitiva que genera imágenes del otro como un enemigo por vencer, más el alcohol propio de las veladas de los jóvenes, hace que ocho amigos gimnastas se sienten un equipo swat, entrenados, fuertes, valientes, invencibles.

A los 18 años uno tiene plena responsabilidad penal pero se sabe que hasta los 25-30 años el cerebro, la parte prefrontal encargada de controlar los impulsos, planificar y establecer prioridades, no está del todo desarrollado, los jóvenes tienen una conciencia limitada de sus actos ya que la naturaleza le quita sentido de la trascendencia, como si los límites no existieran. Por eso uno es más propenso en esa edad a hacer deportes extremos, parkour, andar en patineta, a altas velocidades en el vehículo, enfrentarte a alguien en el ring o hacer alguna estupidez. Esto hace que los grupos de jóvenes puedan convertirse en pandillas peligrosas si no tienen la contención emocional apropiada.

Para evitar estos encuentros desafortunados, la educación emocional debe ser una materia elemental en las escuelas. Hay ciertos tips que no deben faltar, códigos importantes con los que ir por la vida. Más importante que tener un abdomen marcado es tener ciertos códigos marcados en el cerebro; el 80% del éxito en la vida pasará por ella, no se trata de ganar dinero y vencer al otro, se trata de aprender a convivir, de respetar al diferente, que también es esa pareja por la que un día te arrodillaste. La educación en valores debe estar presente en los hogares, el despectivo uso de la palabra “negro”, que profirió un rugbier, lo aprendió en la casa. Hay mucho bullying en las escuelas, los niños lo sufren, vivimos en sociedades violentas, no hay que descuidar las cosas pequeñas, puesto que estás hacen a las grandes.

Los rugbiers son culpables penalmente, deben responder por los actos que han cometido, ya que obraron con discernimiento, intención y libertad, que se cobró la vida de otro joven; tiene que quedar el precedente para que nadie dañe a otro semejante y quede impune como el crimen de Ariel Malvino. Pero hay que dejar  de convertir a estos jóvenes en monstruos que se levantaron un día con ganas de matar, excitados, exaltados y seguramente alcoholizados, actuaron con alevosía sí, pensaron que hacían un tackle más, pero les cambiaría la vida para siempre, en un momento la vida cambia y nada será igual.

La sociedad está consternada y quiere justicia, sigue el caso al pie de la letra, hasta Santi Maratea salió a decir que las penas que les impondría a los rugbiers no las puede decir. Los rugbiers no son monstruos, son jóvenes con todo el potencial, cometieron un error que nunca van a poder enmendar, ni las disculpas ni la prisión van a devolver a Fernando, pero no tiene sentido convertir esos jóvenes en asesinos. Son culpables de un crimen, los jóvenes deben saber que no hay piñas impunes, que no hay alcohol inocuo, que a veces por diversión o por ira, podes cometer un daño que nunca vas a poder reparar y perderás tu libertad para siempre.

Pablo Martín Gallero
Puerto Rico

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