Ñande Reko Rapyta (Nuestras raíces)

Bemberg: cerveza, yerba y desfalco

viernes 16 de diciembre de 2022 | 6:00hs.

A finales del siglo XIX y principios del XX, Misiones era percibida como la “tierra prometida” por inversores, empresarios y aventureros; se la promocionaba al nivel de un edén y el precio de la hectárea estaba por debajo del promedio país. Sumado a que era uno de los territorios nacionales administrados por el gobierno, la ecuación era imbatible.

De esos años datan varias de las grandes firmas comerciales y empresariales argentinas que, sobre las espaldas de los mensúes, amarrocaron capitales, relaciones y familia; un ejemplo fue la Casa Bemberg.

En el año 1852, Otto Peter Friedrich Bemberg, alemán, se estableció en nuestro país casi por casualidad, se dedicó al comercio de importación de textiles y exportación de granos; cuando se casó con María Luisa Ocampo Regueira ingresó a la clase patricia, su capacidad para los negocios y su visión empresarial hicieron el resto.

Tuvieron cuatro hijos: Rosa, Otto Sebastián, Hermann y Luisa; en 1888 Bemberg, con su hijo Otto e inversores, fundaron en París la “Brasserie Argentine”; dos años más tarde inauguraron otra cervecería en la ciudad de Quilmes -lugar elegido por el acceso al ferrocarril y la óptima calidad del agua de la zona-, en 1896 don Otto falleció y la mayor parte de las empresas pasaron a manos de Otto Sebastián. La maltería y cervecería cambiaron la denominación por “Brasserie Argentine Quilmes” en 1901 y “Cervecería Argentina Quilmes” desde la década de 1920.

De acuerdo con el relato de Fabiana Mastrángelo -presidenta de la Junta de Estudios Históricos de Godoy Cruz-, fue Otto S. Bemberg quien contrató a Fritz Wiebe como maestro cervecero en Alemania, durante la primera posguerra mundial. En 1922 lo instaló con su familia en Mendoza e inmediatamente Wiebe se abocó al desarrollo de la “Maltería y Cervecería de los Andes”, se capacitó a los obreros y se compitió con la gran industria vitivinícola del lugar.

En 1923, Otto Bemberg vino a Misiones unos días, a descansar y “despuntar el vicio” de la caza y la pesca, contrató a un baqueano y se adentró en la Tierra Colorada. Días después, consciente del potencial productivo que descubrió, de la viabilidad comercial que olfateó, regresó a Buenos Aires y buscó campos a la venta por acá. Con los primeros miles de hectáreas contrató a un gurisón de la zona -Carlos Rosset- para abrir la primera picada y recibir a los primeros trabajadores; así nació la Sociedad Auxiliar Fabril Agrícola y Comercial SA, dedicada a la yerba mate.

Al tiempo, contratado por la firma, se instaló en el establecimiento el ingeniero Pablo Allain; había estado en el ingenio de Campo San Juan trabajando con los primeros almácigos de yerba mate, el resultado superó las expectativas y fue el impulso para replicar en la nueva villa en formación. Para entonces funcionaba un ferrocarril de trocha angosta, que la locomotora La Catalina hacía sentir en su andar, entre Puerto Segundo y Puerto Tercero -en medio de la selva; los pioneros bautizaron -en secreto- al poblado como “El Vaticano”, por ser exclusivamente masculino al principio. En las inmediaciones se lo nombraba como “Veinticinco de Mayo” o “Puerto Bemberg”; fue muy diferente al resto de los pueblos misioneros, se construyeron más de cien viviendas de ladrillos para los obreros, contaban con energía eléctrica y agua potable domiciliaria y allí “no se pagaba con vales”.

Mientras tanto, la Casa Bemberg monopolizó la fabricación de malta y producción intensiva de lúpulo en el país, a las actividades agropecuarias como presidente de Estancias Santa Rosa, incorporó responsabilidades comerciales y financieras, presidió la firma Crédito Industrial y Comercial Argentino, integró los directorios de la Compañía Argentina de Inmuebles y la Caja de Crédito Hipotecario, y fundó varias empresas dentro y fuera del país, en las que intervinieron sus hijos Federico y Otto

El 28 de febrero de 1932, Otto Sebastián murió; para entonces, el Grupo Bemberg estaba consolidado. A finales de la década de 1940, los Bemberg eran imparables; sin embargo, una demanda por impuestos impagos comenzó a generar dolores de cabeza en los empresarios que -influencias mediante- lograron ralentizar la cosa hasta el gobierno de facto de 1943, cuando se dispuso una investigación y posterior allanamiento de las oficinas centrales, en Buenos Aires. Cinco años después, mediante un decreto, se le retiró la personería jurídica a la firma por “ocultamiento de patrimonio”, se ordenó la liquidación de bienes y activos y, en 1953, se creó una comisión administradora; la deuda reclamada superaba los quinientos millones de entonces.

En tanto, la Villa Veinticinco de Mayo -en Misiones- tuvo su primera comisión de fomento en 1950, casi en paralelo con la conformación de la Sociedad Cooperativa Agrícola Industrial y de Consumo Libertad Limitada, ex Bemberg, cuyo patrimonio quedó a su cargo.

Durante la segunda gestión del presidente Perón se entregaron las cervecerías al sindicato correspondiente para continuar con las fuentes de trabajo, se esbozaron algunas cooperativas en las empresas forestales, pero el proceso se truncó con el golpe de estado de 1955.

La “Libertadora” dejó sin efecto lo actuado hasta ese momento; cuando se negoció con el Club de París un empréstito, una de las condiciones impuestas por los extranjeros fue la devolución de esas empresas “a sus legítimos dueños”

En el año 1959, el Grupo Bemberg logró un convenio con el Ejecutivo Nacional para recuperar los bienes enajenados, entre ellos, las hectáreas en las cuales se había formado el poblado, que fueron donadas al gobierno provincial, se incluyeron el edificio municipal, la planta generadora de electricidad, el servicio de agua corriente, los edificios de la iglesia, escuelas, hospital, comercios y viviendas, más algunos lotes para la expansión del pueblo.

Cuando se procedió a realizar el inventario correspondiente se encontraron diferencias con lo pactado y se procedió a realizar la corrección necesaria

En el año 1960 se elevó a municipio -de tercera categoría-, cuatro años después se realizó la mensura oficial, hoy lo llamamos Puerto Libertad.

Para 2006, la reconversión del holding Bemberg era casi total; para homenajear el refrán popular, “nada se pierde, todo se transforma”

¡Hasta el próximo viernes!

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