Arriba, el cielo que nos hace changos

Todos somos un poco el Chango. Sea cual fuere nuestro origen, en el fondo todos tenemos nuestro momento de abstracción en el que ejecutamos un acordeón (o leemos, o pintamos, o cocinamos, o arreglamos las plantas, o miramos el paisaje, o...) y entonces todos trascendemos, como el mismo Chango, y logramos el reconocimiento, pero el más importante, el nuestro, el que nos transforma en Chango, en Changa, en Changuitos... Por eso anoche, con cielo amenazante, el anfiteatro se rindió al fuelle del Chango de todos los Changos, el Chango Spasiuk (más info, págs. 18 y 19).