Somos todos deudores

jueves 01 de diciembre de 2022 | 6:00hs.

Un notable autor, Mauricio Lazzarato, militante de izquierda, desarrolla la teoría política de que dominación capitalista actual se basa principalmente en que todos los humanos lleguemos a ser deudores, a través de lo cual se consolidarà la inequidad mundial de la riqueza. La deuda, tanto privada como pública, parece representar hoy una gran preocupación para los dirigentes económicos y políticos. M. Lazzarato muestra, a pesar de que aquella, lejos de ser una amenaza para la economía capitalista, anida en el corazón mismo del proyecto neoliberal.

A semejanza de lo ocurrido antes en otras regio­nes del mundo, en Europa, la lucha de clases se des­pliega y se concentra hoy en torno a las deudas. La cri­sis de la deuda afecta en nuestros días a Estados Uni­dos y al mundo occidental, en otras palabras, a los países que sufrieron el último de­sastre financiero del año 2008, sino también –y sobre todo– el neoliberalismo.

La relación entre acreedor y deudor, que está en el centro de esta teoría, refuerza los meca­nismos de explotación y dominación de manera transversal; no hace distinción alguna entre trabajadores y desempleados, consumidores y pro­ductores, activos e inactivos, jubilados y beneficia­rios del salario mínimo. Todos son “deudores”, cul­pables y responsables frente al capital, que aparece como el Gran Acreedor, el Acreedor Universal. Una de las grandes apuestas políticas del neoliberalismo continúa siendo, como lo revela sin ambigüedad la “crisis” actual.

Sabemos que la relación acreedor/deudor es la relación entre los propietarios del capital y no los no propietarios, cuestión que incluso nos lleva al antiguo debate de los siglos XVIII y XIX sobre la relación entre ciudadanía y propiedad, ya comentada. Por otro lado, la deuda y el crédito aparecen como mecanismos de integración a través del disciplinamiento, pero también de enfrentamiento –por parte de los sectores empobrecidos y subalternos– a la situación de pobreza absoluta y relativa en que viven.

Lazzarato insiste que a través de la deuda pública, la sociedad entera queda endeudada, lo cual, lejos de impedir, por el contrario, estimula las “desigualdades”, que podríamos calificar de “diferencias de clase”. Las ilusiones económicas y políticas de estos últi­mos cuarenta años caen unas tras otras y hacen aún más brutales las políticas neoliberales. La “new economy”, la sociedad de la información y la sociedad del conocimiento se diluyen en la economía de la deuda.

También agrega que “el bloque de poder neoliberal no puede –ni quiere– “regular los excesos” del sector financiero, porque su programa político sigue siendo el de las elecciones y decisiones que nos han conducido a las últimas crisis financieras. Por el contrario, mediante el chantaje del incumplimiento de la deuda soberana, quiere llevar hasta sus últimas consecuencias sus programas, con cuya aplicación integral fantasea des­de la década de 1970: reducir los salarios al nivel mí­nimo, cortar los servicios sociales para poner al Es­tado benefactor al servicio de los nuevos “asistentes” (las empresas y los ricos) y privatizarlo todo.

De acuerdo con la teoría marxista, la que sostiene que el paradigma de lo social no debe ser buscado en el intercambio (econó­mico o simbólico), sino en el crédito. Y en el funda­mento de la relación social no está la igualdad (del intercambio), sino: Primero, que la asimetría de la deuda/crédito, que histórica y teóricamente precede a la de la pro­ducción y el trabajo asalariado. Segundo: la que pos­tula que la deuda es una relación económica indisociable de la producción del sujeto deudor y de su “mo­ral”. La economía de la deuda acompaña al trabajo, en el sentido clásico del término, de un “trabajo so­bre sí mismo”, de modo que economía y “ética” fun­cionan de manera conjunta. Y algo profundamente ideológico: el concepto contempo­ráneo de economía abarca, a la vez, la producción económica y la producción de subjetividad.

Lazzarato termina afirmando que las cate­gorías clásicas de la secuencia revolucionaria de los siglos XIX y XX –el trabajo, lo social y lo políti­co– son atravesadas por la deuda y redefinidas en gran medida por ella. Es necesario, por lo tanto, aventurarse en territorio enemigo y analizar la eco­nomía de la deuda y la producción del hombre en­deudado, para tratar de construir algunas armas con las que podamos librar los combates que se anuncian –puesto que la crisis, lejos de terminar, amenaza con continuar y extenderse–.

Podremos estar de acuerdo con M. Lazzarato o no, pero sus argumentos son muy razonables para explicar el creciente y sostenido empobrecimiento de las mayorías sociales para beneficio de una selecta minoría, y los inexplicables respaldos electorales, país a país, región a región, continente a continente...  a las derechas liberales modernas. Parecería –además– que a mucha gente le complace votar en contra de sus propios intereses.

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