Dos Santos, el último peón de La María Antonia

domingo 27 de noviembre de 2022 | 6:04hs.
Dos Santos, el último peón de La María Antonia
Dos Santos, el último peón de La María Antonia

Calma como sinónimo de tranquilidad y quietud, es lo que se siente y se percibe en el último rincón de La María Antonia. Calma también es una sigla que significa Club Atlético La María Antonia. En la entrada de la antigua edificación, cuelga un cartel de madera con ese nombre: Calma, que a su vez, parece una invitación a que el tiempo se detenga y conserve en pie todo lo que fue un establecimiento yerbatero modelo. 

A pocos metros, en la altura de la edificación está el campanario dando cuenta de que la abandonada construcción era una iglesia, en el mismo predio está el antiguo y actual secadero de yerba mate, junto a viejas maquinarias, sujetas de correas y poleas como aun preparadas para transmitir el movimiento rotativo de una rueda y poner en funcionamiento el aserradero.

Pero con calma también se mueve Antonio Dos Santos, es el último y único empleado de La María Antonia que sigue en el lugar y puede contar lo sucedido, desde lo que recuerda de niño hasta la actualidad.

Dos Santos tiene 87 años y casi toda su vida estuvo en el predio de La María Antonia. Sólo se ausentó unos años por cuestiones laborales y luego para cumplir con el servicio militar.

Dos Santos, es el último residente que vive en forma regular en el lugar.

Estudió hasta cuarto grado en la Escuela nacional 101, cuyo edificio aún conserva su fachada y se muestra firme a pesar de que el follaje intenta apoderarse del lugar.  

En el lugar, aun puede apreciarse yerbales gigantes, que desde joven Dos Santos se encargó de carpir, machetear y luego tarefear. De esa manera, junto -estima- unos 300 obreros, tenían siempre algo de dinero para hacer compras en el almacén, panadería o carnicería.

De a poco, el lugar se vuelve todo verde y la vegetación se muestra dispuesta a cubrir algunos edificios que fueron las viviendas construidas para los obreros.

“Acá está medio abandonado todo”, dice Dos Santos al mirar que la sede del club Calma sólo se sostiene porque tiene madera dura, tan resistentes y duraderas.  “El único que vive ahora acá soy yo” añade para rematar en medio de la nada, lo que se le ve en el rostro y en sus ojos negros brillantes, “acá vivo feliz”. Tras el informe del pasado domingo fueron numerosos los lectores que compartieron sus recuerdos y de haber conocido el lugar. 

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