La historia de la plantación misionera pasó por dos etapas clave

De aquella explotación del mensú a la lucha de los trabajadores de la yerba

La figura de Eusebio Mañasco fue importante en la conformación del primer sindicato. De forma previa, la explotación era la forma de empleo en los yerbales.
domingo 27 de noviembre de 2022 | 2:30hs.
De aquella explotación del mensú a la lucha de los trabajadores de la yerba
De aquella explotación del mensú a la lucha de los trabajadores de la yerba

El informe del pasado domingo "De los duros orígenes a planificar el futuro de la yerba mate", generó alta repercusión y debate en las redes sociales. Muchos aportaron recuerdos de aquella época, otros se mostraron sorprendidos de la evolución que tuvo el cultivo hasta la comercialización del producto. Había quienes consideraron que debería haberse profundizado en la figura de uno de los actores principales como el mensú que está más vinculado a la etapa extractiva y, otros sobre aquella rebelión encarada por Eusebio Mañasco que representó la protesta contra las tres industrias de San Ignacio. Aunque ambos hechos también fueron citados en el artículo anterior, ahora se amplía en esta edición.

Así como se diferenció en el anterior informe que del sistema de extracción de la yerba mate en estado silvestre como conocieron los guaraníes, se pasó -hace 120 años- a reproducir la yerba mate tal como la conocemos ahora, mediante siembra; del mismo modo, la situación de los trabajadores en ambas etapas, fueron distintas.

Durante el sistema de extracción, el peón yerbatero tradicional era conocido como mensú, sometido a máxima explotación laboral y de cuasi esclavitud. Cuando comenzó la etapa del cultivo y se asentaron las primeras tres importantes industrias en San Ignacio, "los peones percibían un salario fijo, cuyo monto y forma de pago difería en relación a la labor efectuada", según concluye en su trabajo el historiador Diego Schroeder. A raíz de tal situación y por reclamos de mejoras salariales surgiría la organización sindical de los obreros hasta la rebelión. Alrededor de 1910 en la zona de San Ignacio (por entonces Territorio Nacional de Misiones) y de Itapúa (Paraguay) se iniciaba un proceso de tecnificación de la producción de la yerba mate. Luego en 1916, los obreros de las industrias asentadas en la provincia, empezaron a organizarse de manera sindical que llevó a que por 1920 se produjeran huelgas y represiones. Efectivamente comenzaría a declinar el sistema de obra esclava del mensú a partir de 1946.

El mensú

El historiador Alfredo Poenitz, en uno de sus múltiples columnas publicadas en El Territorio se había ocupado de reflejar la situación del mensú. Recordaba que la relación laboral no estaba dada por un salario fijo, sino que los peones eran contratados mediante un adelanto en dinero que inmediatamente era gastado en los negocios, bares clandestinos y burdeles del puerto, quedando atados a un sistema de endeudamiento permanente. 

El escritor Horacio Quiroga, se ocupó en abundancia de retratar en el libro "Los Mensú" – por ser mensualeros- los padecimientos de estos trabajadores. Este uruguayo que vivió también en San Ignacio, veía lo que sucedía tanto en su calidad de escritor como propietario, porque tenía cultivos de yerba mate. Así publicó libros temáticos como "Los mensú", "Los desterrados" y "Un Peón", reflejando cómo vivían sometidos y esclavizados, en una época que no se respetaban los derechos de los trabajadores.

El investigador Leandro Ezequiel Simari, hace justamente mención a la explotación reflejado en "Los mensú", de Quiroga y añade El Río Oscuro, de Alfredo Varela: Trabajo, esclavitud, animalidad. Recuerda que, por entonces, el destino del mensú se inauguraba con una estafa, comenzando con una deuda inflada que lo obligará a trabajar sin descanso durante meses. Allí, sostiene -el investigador-, la huida a través de la selva aparece para el peón como única esperanza, primero, y como recurso desesperado, después. No siempre lograban fugarse porque eran perseguidos y hasta ultimados, según resume Varela. "La gente de Posadas sabía. Era un secreto tremendo compartido por todos. Un día veían partir un barco repleto de mensúes. Y luego, algún día o alguna noche, llegaba un cadáver boyando. Y después otro, y otro más", escribió Varela en el libro El Río Oscuro (1943), llevada al cine por Hugo del Carril con el título Las aguas bajan turbias. En mayo de 1914, sucedió una situación extrema en menos de dos semanas aparecieron 16 cadáveres flotando en el río Paraná a la altura de Posadas. Generó la reacción de los vecinos de la actual capital de la provincia que elevaron nota al entonces presidente de la Nación Victorino de la Plaza. Aunque se produjo una gran negación, tanta evidencia comenzaba a mostrar el alto grado de impunidad.

Con la plantación, otra etapa

Tras ser expulsados los jesuitas, en 1902, el inmigrante suizo Jules Ulysses Martin (también conocido como Julio Ulises Martin) junto con el ingeniero agrónomo Pablo Allain lograron reproducir la yerba mate por medio de la siembra. Desde entonces, comenzaría otra etapa y otras luchas posteriores. En Misiones se instalaron cuatro grandes empresas dedicadas al cultivo industrial: una cerca de Posadas, el establecimiento Santa Inés, y las otras tres en San Ignacio: los establecimientos La María Antonia, Martín y Cia y La Plantadora de Yerba Mate SA. 

La María Antonia era el más grande y estaba en manos de la familia venezolana Herrera Vegas. Las otras dos grandes empresas eran, por un lado, la compañía Martín y Cía, de capitales suizos dedicados a la secansa y molienda de la yerba mate, con administración central en Rosario y establecidos en Misiones desde 1903, y por el otro, la empresa La Plantadora de Yerba SA, una sociedad de acciones formada, entre otros, por capitales de la familia del ex gobernador del territorio, Juan José Lanusse. En la publicación "Misiones-Itapúa y los pioneros del oro verde" el escritor Alejandro Larguía recordaba que el grueso de la producción de yerba cultivada y procesada provenían de estas empresas, y esta presencia se debía al alto precio que tuvo el producto durante el periodo inicial, especialmente entre 1910 y 1925.

El sociólogo Víctor Horacio Rau sostiene que el desarrollo se consolida hacia la tercera década del siglo: en 1903 se contaba en Misiones con 16 hectáreas cultivadas con yerba mate, pero en 1920 la superficie se había expandido a casi 4.000 hectáreas, comenzando a relegar progresivamente, hacia 1925, la explotación extractiva a una situación económicamente marginal. 

A su vez, lo lucrativo del negocio y su escasa mecanización provocó una importante demanda y concentración de mano de obra no calificada.

Estos peones yerbateros se dedicaban a las labores del cultivo, la cosecha, el triturado y la secansa de la yerba, como así también al procesamiento y el envasado para su destino final que eran los centros de comercialización.

Los peones de San Ignacio, percibían un salario fijo, cuyo monto y forma de pago difería en relación a la labor efectuada. Ello daría lugar al surgimiento de las organizaciones sindicales, cuestionando los salarios bajos y mal pagos, exceso de horas de trabajo, con viejos y arraigados mecanismos de explotación.

 

Dos Santos, el último peón de La María Antonia

Calma como sinónimo de tranquilidad y quietud, es lo que se siente y se percibe en el último rincón de La María Antonia. Calma también es una sigla que significa Club Atlético La María Antonia. En la entrada de la antigua edificación, cuelga un cartel de madera con ese nombre: Calma, que a su vez, parece una invitación a que el tiempo se detenga y conserve en pie todo lo que fue un establecimiento yerbatero modelo. 

A pocos metros, en la altura de la edificación está el campanario dando cuenta de que la abandonada construcción era una iglesia, en el mismo predio está el antiguo y actual secadero de yerba mate, junto a viejas maquinarias, sujetas de correas y poleas como aun preparadas para transmitir el movimiento rotativo de una rueda y poner en funcionamiento el aserradero.

Pero con calma también se mueve Antonio Dos Santos, es el último y único empleado de La María Antonia que sigue en el lugar y puede contar lo sucedido, desde lo que recuerda de niño hasta la actualidad.

Dos Santos tiene 87 años y casi toda su vida estuvo en el predio de La María Antonia. Sólo se ausentó unos años por cuestiones laborales y luego para cumplir con el servicio militar.
Dos Santos, es el último residente que vive en forma regular en el lugar.

Estudió hasta cuarto grado en la Escuela nacional 101, cuyo edificio aún conserva su fachada y se muestra firme a pesar de que el follaje intenta apoderarse del lugar.  

En el lugar, aun puede apreciarse yerbales gigantes, que desde joven Dos Santos se encargó de carpir, machetear y luego tarefear. De esa manera, junto -estima- unos 300 obreros, tenían siempre algo de dinero para hacer compras en el almacén, panadería o carnicería.

De a poco, el lugar se vuelve todo verde y la vegetación se muestra dispuesta a cubrir algunos edificios que fueron las viviendas construidas para los obreros.

"Acá está medio abandonado todo", dice Dos Santos al mirar que la sede del club Calma sólo se sostiene porque tiene madera dura, tan resistentes y duraderas. "El único que vive ahora acá soy yo" añade para rematar en medio de la nada, lo que se le ve en el rostro y en sus ojos negros brillantes, "acá vivo feliz". Tras el informe del pasado domingo fueron numerosos los lectores que compartieron sus recuerdos y de haber conocido el lugar.

 

La hazaña de Mañasco para la reorganización sindical

El sociólogo Víctor Horacio Rau como parte de su tesis sostiene que en los años 1920 y 1921 y luego en 1928 y posteriores, es cuando se registrarían en las nuevas plantaciones yerbateras las primeras huelgas de trabajadores rurales. 

En junio de 1920, se fundó el Sindicato de Obreros Yerbateros (Soy) de San Ignacio. El gremio fue fundado por Eusebio Mañasco, un militante proveniente de las filas de la Federación Obrera Marítima (FOM) y delegado de la Federación Obrera Regional Argentina (Fora), dos de las principales instituciones obreras de ese momento a nivel nacional.

A un mes de constituido, el sindicato de obreros yerbateros de San Ignacio contaba con 950 afiliados, sobre una población de 2.500 trabajadores de yerbales y obrajes de la localidad y alrededores.

El 12 de julio, se presentó a las empresas yerbateras un pliego de condiciones redactado por la comisión del sindicato. Ante la negativa de los industriales, a los pocos días, los obreros entraron en huelga contra las tres principales empresas plantadoras de la zona: La María Antonia, La Plantadora de Yerba Mate y Martin y Cía. Entre las exigencias estaban la jornada de ocho horas; aumento de salarios, fijación de jornales mínimos y la exigencia del pago en moneda nacional contra el pago en vales; el descanso dominical, entre otros.

El 27 de julio, y con el apoyo de la FOM, la huelga concluyó y los obreros lograron triunfar e imponer sus demandas.

Mientras que en octubre de 1920, se desarrollaría el último y más largo de los conflictos obreros, que duraría ocho meses, hasta junio de 1921, cuando fue encarcelado Mañasco. En esa oportunidad, se unieron los intereses de las tres empresas que operaban en San Ignacio y exigieron a todos sus obreros que se desafiliaran del sindicato y les impusieron el trabajo dominical. Además, de esto, les obligaron a incorporarse a la Liga Patriótica Argentina. 

La Liga Patronal

Jesús Palacios, el administrador de La María Antonia y primo de la familia dueña de la empresa, había fundado y presidía el sindicato paralelo propatronal, la "Liga Patronal Obrera" o "Liga Palacios", y era integrante de la Brigada local de la Liga Patriótica Argentina, una seccional en San Ignacio de la organización nacionalista de ultraderecha, y cuyo presidente era su hermano Andrés Palacios.

Así, el sindicato y los obreros rechazaron dicha presión y fueron a la huelga, quedando paralizada toda la actividad yerbatera.

De esta forma, en junio de 1921, un ciudadano sueco de nombre Allan Stevenson, que pretendía instalar tecnología sustitutiva de mano de obra en una de estas plantas agroindustriales, fue asesinado por tres individuos apostados para impedirle el paso.

El suceso causó gran conmoción y Mañasco, fue apresado y condenado a cadena perpetua acusado de ser autor intelectual del homicidio.

Estos acontecimientos marcaron el fin de la recién nacida organización sindical en los yerbatales de Misiones.

Paralelamente en todo el país se realizaron grandes manifestaciones en pro de la libertad de Mañasco.

Forzado por esta gran presión social, el 8 de Julio de 1927 el presidente Marcelo T. de Alvear acaba por firmar el indulto de Mañasco.

Se emprende, entonces, la campaña por la reorganización de los sindicatos yerbateros.

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