La casa de Martín

domingo 20 de noviembre de 2022 | 6:00hs.
La casa de Martín
La casa de Martín

La casona estaba abandonada hace bastante tiempo y considerando su antigüedad, habría sido flamante para su época. Ubicada en lo alto de un cerro, una serie de terrazas onduladas cubiertas de césped conducían a ella.  Era una construcción rectangular, blanca, con importantes rejas y una terraza despejada en la que sobresalía un pequeño techo -construido recientemente- que protegía la escalera de acceso, que ya no tenía puerta. 

Al costado de la casa dos enormes aljibes recogían el agua de lluvia, que luego de ser filtrada mediante un ingenioso sistema, llegaba a la casa como agua corriente lista para el uso habitual en la cocina y el baño que estaban modernamente instalados. 

Los murciélagos se habían adueñado ya de la cocina donde dejaban sus características improntas, manchando profusamente las paredes. A un costado de la mesada, una interesante colección de frascos de vidrio de las más variadas formas y tamaños daba cuenta de los recipientes habituales allá por los años 50; con el permiso del actual propietario nos llevamos algunos para nuestro uso.

Sobre la negra cocina a leña de hierro fundido, una enorme pava verde enlozada nos permitía imaginar esos rituales cotidianos al alborear del día. Otros elementos del mismo material sobrevivían, algo golpeados ya, como fuentes, tazas, un balde, etc.

En una de las habitaciones quedaba la estructura de un imponente placar de cedro macizo de excelente factura, que nos trasmitía esa imagen tan característica de los colonos pioneros, que debían fabricar sus propios muebles con la madera obtenida de la selva que era desbrozada para los cultivos.

En otro rincón de la casa (no pudimos identificar la función de cada sala, puesto que muchas cosas estaban mezcladas en las distintas habitaciones) llamaba la atención una robusta heladera con un complejo sistema de apertura, que dada la pericia y conocimiento de mi hermana mayor que me acompañaba, pudimos abrir (no pudimos resistir la curiosidad). En dicho aparato de refrigeración hallamos apretada una biblioteca específica del nazismo: semanarios con la información precisa del avance de las tropas germanas en el curso de la segunda guerra mundial, revistas de ideología del régimen, literatura nacionalista posterior a la guerra, etc. Una gran parte de estas publicaciones estaba impresa en alemán y en letra gótica. Abandonamos  “heladas” ese sector. Cerramos y trabamos bien el artefacto, y continuamos nuestra exploración.

En el cuarto siguiente, revuelto y desordenado, se hallaba otro depósito de libros de los más variados temas, entre los que me llamó la atención un ejemplar del Martín Fierro impreso en alemán, un Quijote, un volumen de la célebre obra de Moisés Bertoni “Agenda & Mentor Agrícola” editado por el autor en su imprenta “Ex silvis”, y un largo etc. que revelaba los múltiples intereses del dueño. Gran parte de este arsenal literario yacía sobre una cama rudimentaria atacado por los mohos. Amontonada en la esquina, una vasta colección de discos de pasta y de vinilo, junto a los equipos de reproducción respectivos, completaba este espacio.

Martín tenía como actividad complementaria de la chacra (cuya producción de yerba, cítricos y tung vendía a la Cooperativa), la reparación de radios, tocadiscos y televisores. Un gran volumen de revistas de esta temática indicaba que habría hecho un curso a distancia para aprender este oficio. Un cuarto pequeño contiguo a la escalera estaba abarrotado de estos artículos, alternando con máquinas de escribir y de calcular.

Ya al caer la tarde salimos de la casa en la que habíamos revivido otro fragmento de nuestra infancia altoparanaense. Habíamos conocido a Martín (que era amigo de mi papá) cuando éramos niñas. Lo recuerdo alto, delgadísimo, con su obligado sombrero y sus impecables zapatos de cuero. Era vegetariano y siempre nos traía deliciosas manzanas.

Inédito. Dohmann es de Eldorado. Es profesora y licenciada en Historia. Publicó en coautoría con su hermana Martina, “Relatos de Otrolado” y “Amores de Otrolado”.

Karina Dohmann

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