Ese Finito gigante

martes 08 de noviembre de 2022 | 6:00hs.

Por Ramón Claudio Chávez Ex juez federal

La cancha de básquetbol del Club Unión en la ciudad de Santa Fe estaba repleta, jugaba Colón con refuerzos que hacía una especie de selección contra el poderosísimo Palmeiras del Brasil. Era un amistoso, pero parecía una final continental. El estadio era una caldera de público que vino a alentar a su equipo ante el poderío del visitante.

El partido fue áspero, el local trató de contrarrestar a los brasileños, jugando con los dientes apretados; devolviendo “golpe por golpe” como le gusta decir al comentarista Osvaldo Príncipi, mucha marca, poco juego. El marcador era ajustado y el público también jugaba. En ese ida y vuelta, los santafesinos se pusieron arriba en una diferencia de diez tantos, hasta que un lungo altísimo y rubio empezó a pedir la pelota. Ese tipo no era otro que Ernesto Finito Gehrmann, con sus dos metros once centímetros. En las pelotas altas era imposible marcarlo, su alcance de brazos en el aro no requería de saltos, simplemente colocarla.

Gehrmann nació en Oberá, pero la mayor parte de su vida la paso en Posadas. Empezó jugando en Tokio y desde allí tuvo una carrera impecable. El flaco estuvo en Gimnasia y Esgrima de La Plata, Palmeiras del Brasil y la selección argentina.

Tenerlo en el equipo siempre era un plus, sin ser un jugador explosivo, era letal para encestar. Jugando de pivot revoluciono el básquet argentino, tomando los rebotes en las canastas e intimidando por su altura en la defensa.

Cuando él jugaba la NBA norteamericana no era conocida en demasía, pese a eso, la Universidad de Denver lo vino a buscar, prefirió quedarse cerca de su familia y se trasladó al Brasil.

– ¡Era como ir a Buenos Aires! – decía.

Si hubiese aceptado la propuesta, seguramente terminaría estando en la máxima categoría del básquetbol; allá se hubiera formada técnicamente, altura le sobraba ya que un pivot de élite, mide dos metros seis centímetros.

En el año 1987 un desprendimiento de retina lo obligó a dejar la actividad, tenía resto, pero la salud le jugó esa mala pasada. Era el goleador indiscutido de la selección nacional con 331 puntos. Ese récord lo mantuvo sin jugar durante 23 años, hasta que en el 2010 lo superó Luis Scola; con la aclaración de que Finito jugaba en una selección que no tenía vuelo internacional y Scola jugó cinco mundiales e integró la denominada “Selección Dorada”.

Como jugador no le gustaba perder nunca, en la vida diaria es un tipo de barrio, amable, tranquilo e incluso algo tímido. No abandonó la práctica de los deportes, caminatas, trotes breves y jugador de esa nueva disciplina llamada “Newcom” para personas mayores de sesenta años, juega como no podía ser de otra manera en el equipo denominado “Los Finitos” y ha representado a la provincia en los Juegos Nacionales Evita.

–¡Representar a Misiones me genera un orgullo enorme!

–¡Es mi lugar en el mundo! -agrega con emoción.

En el grupo es uno más, se prende en las rondas de mate y en esa camaradería propia de los equipos amateurs.

Evita el careteo, ama lo simple, este tipo que si se hubiese ido a Denver sería un jugador de la NBA. En Posadas hay un deportivo que lleva su nombre, agradece, pero no se cree.

En el año 2000 fue declarado “Deportista del siglo por el Consejo de Deportes de la provincia”; en el 2003 “Ciudadano Ilustre” y sigue siendo el mismo tipo de barrio.

La gente reconoce en “Ese Finito Enorme”, tanta grandeza interior.

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