Pinceladas de historia

La inmigración alemana a la tierra colorada

domingo 06 de noviembre de 2022 | 6:00hs.

R
olando Kegler, presidente de la Junta de Estudios Históricos de Misiones, ha escrito numerosos libros relacionados con la colonización alemana en nuestra provincia y en colonias fronterizas como Hohenau, floreciente aldea agrícola ubicada unos 45 kilómetros al norte de Encarnación. Hohenau en el idioma germánico significa “pradera o campiña elevada”, como se indica en el prólogo del libro de Kegler, “Hohenau, cien años en las altas praderas”, y es homónima de una ciudad alemana de la región de Baviera.

Este texto, que ya tiene poco más de 20 años, es el producto de una investigación de Kegler con motivo del centenario de dicha colonia, fundada y poblada por familias alemanas emigradas desde Río Grande do Sul. A pesar de la muy interesante descripción de la evolución de Hohenau, hoy caracterizada por su desarrollo agrícola, es muy interesante el capítulo inicial referido al proceso migratorio desde Alemania a Brasil, en su primera etapa y, desde Río Grande do Sul a Misiones y el Paraguay, después.

El autor plantea las enormes dificultades de los ciudadanos alemanes para decidir la emigración de su región, en tiempos donde lo más anhelado por los agricultores era la vinculación con su tierra y sus tradiciones. Cuando éstas estaban en crisis, sobre todo a fines del siglo XVIII, el anhelo de mejores destinos para los campesinos chocaba con una fuerte restricción por parte del estado a la migración de sus habitantes, actitud que era considerada de deslealtad al país. En realidad, la migración de quienes trabajaban la tierra significaba pérdida de recursos humanos para el trabajo rural, reducción del diezmo religioso y pérdida de soldados en tiempos difíciles para las relaciones interestatales entre las regiones europeas. Por ello, no fue sólo una decisión familiar la partida de Europa, sino momentos de apremios con el gobierno. Quienes decidían emigrar quedaban obligados a pagar sus deudas antes de su partida, en momentos de malas cosechas y empobrecimiento general de la población rural. Por ello, muchas familias, aunque hubiesen decidido emigrar no podían hacerlo por no contar con recursos para el pago de sus deudas.

Un segundo inconveniente de quienes lograban destrabar sus intenciones de emigrar a América fue el de las rutas hacia los puertos de embarque. Los más próximos eran los de Bélgica, Holanda o Francia, dado que los de Hamburgo y Bremen, los más cercanos a sus tierras, no estaban en condiciones. A ello se sumaban las pésimas condiciones de los caminos internos de su país. Los ríos eran las vías más accesibles para llegar a destino. Indica Kegler que desde el sur de Alemania hasta los puertos del mar del Norte habían por lo menos 50 aduanas que cobraban derechos aduaneros. Quienes conseguían, después de todas estas odiseas, llegar a los puertos, debían conseguir espacios en barcos repletos de emigrantes, adonde accedían en condiciones básicas de higiene y expuestos a graves enfermedades.

Entre 1820 y 1879 emigraron casi 3 millones de alemanes hacia América. El 90% tuvo como destino Estados Unidos. El resto a Brasil y Canadá.

A quienes finalmente lograron llegar al Brasil la suerte no les fue tan favorable. Río Grande, su lugar de destino, en la primera mitad del siglo XIX era aún un espacio muy despoblado, con enormes distancias entre los centros urbanos. Este aislamiento de algún modo favoreció a las familias de colonos para fortalecer y mantener las tradiciones. Por ello, aún se mantienen vigentes en el sur brasileño ciertas costumbres de la cultura germánica.

Si bien el imperio del Brasil fomentó la inmigración, por otro lado buscaba resguardar la cultura luso-brasileña, por lo que las corrientes inmigratorias alemanas chocaron con una fuerte discriminación en un principio. A ello se sumó otro problema. Se les otorgaron tierras, pero no las mejores, y sólo en fracciones pequeñas, generalmente en las alturas de las serranías, en una región de fuerte presencia latifundista, que contaban con las tierras más fértiles. A pesar de la gran solidaridad entre el campesinado alemán, las extensas distancias con los mercados de venta de sus productos, la falta de instituciones educativas y de centros de salud, terminó limando sus sueños y se reiniciaron los deseos de mejores lugares de vida. A ello se sumaron conflictos políticos y bélicos que afectaron las pequeñas economías familiares de las que dependían.

En estas circunstancias a fines del siglo XIX, liderados por Guillermo Closs y José Schöller, orientaron su futuro hacia las costas del Paraná, en Paraguay, donde fundaron el 14 de marzo de 1900 la colonia Hohenau. Al mismo tiempo otras familias cruzaban espontáneamente el río Uruguay y comenzaban a formar colonias agrícolas en Misiones a orillas de ese río o sobre las sierras centrales.

La tenacidad, el espíritu de lucha contra las adversidades, pero sobre todo la solidaridad y un fuerte espíritu colectivo caracterizaron estos pioneros alemanes que, junto a otros ejemplos semejantes de otras culturas europeas radicadas en nuestra provincia, le han dado una identidad sellada a fuego al misionero de hoy.

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